LABROS

Periódico de la Asociación de Amigos de Labros



 
Núm. 18
Verano 1999



 
 
 
 

Paseo
virtual
por 
Labros

 
 
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¿HABRÁ AÑO 2000?

Para más de 2.000 pueblos españoles no habrá siglo XXI: se han quedado vacíos en los últimos 30 años. Y de los 7.000 municipios que tienen menos de 5.000 habitantes, más de 6.000 han ido perdiendo población. En el partido judicial de Molina de Aragón, al cual pertenece Labros, de los 15.000 habitantes que tenía en 1978 se ha pasado en 1998 a menos de 10.000, repartidos nada menos que en 59 ayuntamientos, la mayoría con varios pueblos que ahora llaman "barrios". Por ejemplo el que reúne en un solo municipio los antiguos de Labros, Amayas, Concha, Hinojosa y Tartanedo ha descendido en esos 20 años de 360 habitantes a 207, según nos informa la Diputación. En nuestro propio pueblo, el número total de personas que ahora viven continuamente durante todo el año es de 7.

Este pueblo levantado a mediados del siglo XII, después de que Alfonso I batallara por conquistar estas tierras a los árabes y don Manrique de Lara las hiciera de Señorío, ya no mantiene desde hace décadas esa media de 200 a 300 habitantes que siempre tuvo. Ya no tiene dos sastres o dos tejedores, como recoge el censo de 1752, mandado formar para el catastro del Marqués de la Ensenada. Ni arrastra ningún pobre de solemnidad; no hay escuela porque no hay ni un niño; el último nació hace 31 años.

Y sin embargo, de las 60 casas de toda la vida, prácticamente ninguna está abandonada. Se vuelve a temporadas, los fines de semana, cuando "cambea" el tiempo, en el verano, por las fiestas… Se revocan, se retejan, se rehacen, se orean alguna vez de tiempo en tiempo; porque nadie que haya nacido, vivido o conocido Labros quiere darle un adiós definitivo. Unos dirán que es el silencio que empapa;  los paisajes y parajes grabados desde más allá de la infancia;  los aires transparentes; las paseatas entre sabinares oliendo a tomillo y espliego;  la búsqueda de setas o caracoles. Otros dirán que nada como las migas o los juegos compartidos, del guiñote al sombrerete;  las peligarzas por acertar adivinando el tiempo que hará según sople ábrego o regañón, se agarre el nubarrón al castillo o se aborreguen las nubes allá por la sierra; dormir en agosto con manta… Aquí también han vivido, viven la memoria, y reposan en el camposanto, seres queridos: padres, hermanos, abuelos, tatarabuelos de nuestros tatarabuelos, de quienes hemos heredado nombres, rasgos, palabros, costumbres, cantares. Todos nos conocemos y cuando se llega a la Plaza ya se sabe que en el Empalme se han quedado títulos, oficios, categorías y dineros: nadie es más que nadie; sólo está al margen quien quiere estarlo.

¿Os imagináis que Labros pueda ser pronto uno de esos pueblos que, al quedarse sin nadie, sale a subasta, como ha hecho la Diputación de Aragón con Rosico;  o que se ceda a un sindicato, como ha ocurrido con Ruesta; o a asociaciones ajenas que después impiden legalmente la vuelta de los antiguos moradores a sus casas expropiadas?

Entre todos deberíamos hacer posible, con la fuerza de la unión, que para Labros también exista el año 2000.