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El choque de trenes de 1929


FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | En la fría madrugada del 1 de noviembre de 1929 ocurrió un choque de trenes en el llamado puente de la Pulida de Saviñán, en el kilómetro 259,500. Chocaron el tren número 805, expreso de Barcelona a Madrid, con el tren mercancías número 1802, que circulaba hacia Zaragoza. Al día siguiente La Época, de Madrid, informaba que el mercancías llevaba un retraso considerable. Normalmente se cruzaban en Ricla, pero el conductor del expreso fue autorizado para un cambio de cruzamiento. El mercancías llegó a Paracuellos a las cuatro de la mañana, cuando tenía su entrada a las dos con treinta y seis minutos. El maquinista del mercancías creyó recibir la orden de salida y partió de Paracuellos indebidamente. En Paracuellos actuaba de jefe de estación el factor suplementario Andrés Herrera de la Paz, quien confesó al juez que no dio la salida al mercancías, tocando la campana cuando vio que el mercancías se ponía en marcha. Al mismo tiempo en la estación de Morés se daba la salida al expreso. El maquinista del expreso, al ver aparecer al mercancías saliendo de una curva, tuvo tiempo de frenar, evitando una catástrofe mayor. El choque fue muy violento y las dos máquinas quedaron empotradas. Quedaron destrozados diecisiete vagones del mercancías, que llevaba cuarenta y siete unidades, con 680 toneladas de carga, y el furgón, el coche correo y un coche de butacas del expreso. En la estación de Zaragoza se formó un tren de socorro, que acudió rápidamente con material y personal facultativo para atender a los heridos. Los viajeros y sus equipajes fueron trasbordados al tren de socorro número 810, que llegó a Madrid a las ocho y cuarto de la tarde del día 1. El redactor del periódico escribía: "Se prodigan elogios muy merecidos a la población de Sabiñán, que desde el primer momento se desvivió por atender a los heridos y en auxiliar al personal de la Compañía".

En el expreso viajaba, procedente de San Sebastián, Luis Gasca Ibarra (1903-1974), natural y vecino de Saviñán, acompañado de dos amigos de Calatayud, Constancio Esteve y José Domínguez. Luis bromeó con sus amigos, comentando: "me conviene que pare aquí el tren de cualquier manera para no tener que regresar después". Apenas dijo estas palabras y se produjo el choque. Como entonces Saviñán no tenía apeadero, Luis debía ir a Calatayud, para regresar al día siguiente en otro tren. Luis recibió un fuerte golpe en la cabeza, que lo mantuvo inconsciente unos minutos. Cuando se recuperó y se dio cuenta dónde se encontraba, se llegó al pueblo a pedir ayuda. Prestaron auxilios el médico de Saviñán, Tomás Iribarren, el practicante Carmelo Melero y el médico de Calatayud, José Tornos. A consecuencia del choque, falleció el fogonero del mercancías, resultando heridos el fogonero del expreso, ambos maquinistas y algunos viajeros. El fogonero del mercancías se llamaba Mariano Laguna Casado. Era natural de Somaen, Soria, tenía 26 años e iba a contraer matrimonio ese mismo mes. El párroco de Saviñán, Florentino Catalán, apuntaba en la partida de defunción que había recibido sub condicione el sacramento de la Penitencia de un religioso que viajaba en el tren, recibiendo cristiana sepultura en el puesto nº 62 del cementerio de Saviñán el 2 de noviembre. En 1990 compró este puesto la familia Domingo-Morlanes, levantando una capilla.

Varias brigadas de obreros trabajaban para dejar la vía expedita cuanto antes y reparar el puente. Durante las obras, los muchachos de Saviñán esperaban a los trenes para ayudar a trasbordar el equipaje de los viajeros, recibiendo algunas propinas.

El Imparcial publicó el domingo 3 de noviembre un artículo titulado. "Un gesto de hidalguía racial". En él se decía que el choque de trenes ocurrido de madrugada, había despertado a los vecinos de Saviñán. Con las primeras luces del día habían acudido al lugar del siniestro todas las autoridades, hombres, mujeres y muchachos, "con la voluntad de auxiliar y servir". Los vecinos ayudaron al trasbordo de maletas y equipajes. Cuando todos los viajeros estuvieron en el tren de socorro, arrebujados en las mantas, aparecieron "como por parte de encantamiento" ante las ventanillas, tazas de café con leche, bizcochos, pastas surtidas, lonchas de jamón, tortillas y vasos de vino. Los vecinos de Saviñán vaciaron sus despensas para ofrecer a los viajeros lo que tenían, no queriendo aceptar ningún pago por aquellos servicios, aunque los viajeros pagaban con monedas de plata. "Nos ofende, señor…, respondían". El tren de socorro partió y los viajeros asomados a las ventanillas gritaban "¡Viva Sabiñán!". El redactor escribía: "Y en su elogio, registremos este rasgo de la hidalguía racial, que ha impresionado a extranjeros y a nosotros mismos, y que a todos por igual honra". Las autoridades se negaron a dar sus nombres. Preguntando a unos mozos supieron que Pascual Sanjuán era entonces alcalde, Francisco Tobajas juez municipal y Miguel Lafuente secretario.

El 5 de noviembre El Sol publicó un artículo titulado "El pueblo de Sabiñán", que decía: "Sabiñán con b o con v es un pueblo de espíritu generoso que acaba de dar una lección digna de ser registrada". Y es que, al conocer lo ocurrido, los vecinos de Saviñán habían acudido al lugar del choque, llevando "gran cantidad de café, dulces, licores, vendas para los heridos", no queriendo cobrar nada por ello, "dándoles probablemente lo único que tenían en sus casas". Alguien preguntó al alcalde del pueblo por su nombre, "para hacer constar públicamente su ejemplar conducta y la del vecindario", pero Pascual Sanjuán se negó a darlo. Antes del choque nadie conocía este pueblo. Entonces sabían que "tiene un espíritu generoso y humano y un buen alcalde a su frente". Por su parte, Pascual Sanjuán recibió numerosas cartas de felicitación.

En La Voz de Aragón apareció un artículo de Emilio Alfaro el 9 de noviembre, donde enumeraba las mejoras llevadas a cabo por la Corporación que presidía Pascual Sanjuán, como eran la fuente pública, la construcción de las nuevas escuelas y la pavimentación de las calles con aceras. El Sol, en su número del día 13, se hacía eco de la llegada de una carta del alcalde de Saviñán, "en donde agradece en términos muy cordiales las frases de elogio dedicadas a dicho pueblo con motivo de su humanitario comportamiento con los viajeros del expreso de Barcelona". Pascual Sanjuán decía "que nada hizo el pueblo que no fuera cumplir con su deber". Y terminaba: "Sabiñán sabrá hacer el honor y sostener con orgullo el hermoso título de benéfico que, con razón o sin ella, se le ha asignado". La misma carta había sido publicada en El Noticiero de Zaragoza el 8 de noviembre.

El 13 de noviembre El Imparcial publicaba que durante tres días, una comisión en representación de todas las fuerzas vivas del vecindario de Saviñán, había estado en Madrid. La componían el alcalde Pascual Sanjuán y los concejales Ignacio Pina y Fernando Gómez. Habían ido a gestionar para el pueblo una estación de ferrocarril, ya que la línea pasaba a escasos cien metros del pueblo. La comisión había sido recibida por el Presidente del Consejo Superior de Ferrocarriles, general Mayandía, y por el Director de la Compañía de Madrid-Zaragoza-Alicante, quienes prometieron estudiar la solicitud con todo cariño. Esta comisión informó a la redacción del periódico, que esta aspiración del pueblo era muy anterior al reciente choque de trenes y que por tanto no era interesada.

En el número de diciembre de la Revista de Aragón, apareció un artículo titulado: "Un pueblo aragonés: Saviñán", donde comentaba el choque de trenes. Todos los periódicos habían coincidido "en destacar la noble actitud de sus vecinos", que habían ayudado a los viajeros. El redactor consideraba que los elogios de la prensa eran "merecidísimos", aunque para los aragoneses "será una estampa de la raza, tendrá el mérito de haber probado que conserva en toda su pureza las más nobles cualidades del alma aragonesa".

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