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Elegía real

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Fernando el Católico casará en segundas nupcias con Germana de Foix (1488-1536), hija de Juan de Foix y de María de Orleans, hermana de Luis XII de Francia. La boda se celebró en Dueñas en 1506. Germana tenía dieciocho años y Fernando cincuenta y tres. Isabel la Católica había fallecido en Medina del Campo en 1504, aunque ya en 1497 había muerto el único hijo varón del matrimonio, el príncipe Juan, y también el hijo de éste y de su esposa Margarita de Austria, antes de nacer. En 1498 morirá Isabel, hija de los Reyes Católicos y esposa del rey Manuel de Portugal, al dar a luz al príncipe Miguel, que morirá dos años después. Todas estas desgracias, que no vinieron solas, hicieron que el futuro emperador Carlos, primer hijo varón y segundo de Juana, consiguiera la unión de los reinos españoles. Fernando el Católico y Germana de Foix fueron padres de un niño, Juan de Aragón, nacido en 1509 y muerto a las pocas horas de nacer. Si hubiera sobrevivido, Castilla y Aragón se hubieran separado.

Desde la primavera de 1513, la salud de Fernando fue decayendo progresivamente, envenenado sin duda por las continuas pócimas brebajes y afrodisíacos que tomaba para fortalecer su capacidad de tener hijos. Aún estuvo el rey en Calatayud en septiembre de 1515, para cerrar las Cortes y favorecer la votación de los subsidios, pero los nobles estaban más preocupados en no perder sus viejos derechos. Al final se los concedieron, pero el rey marchó de Calatayud muy resentido con la nobleza. Pasó luego a Madrid y de viaje a Andalucía, desde donde quería preparar su cruzada contra los turcos, encontró la muerte el 23 de enero de 1516 en una casa rústica llamada de Santa María de los frailes del Monasterio de Guadalupe, a corta distancia de Madrigalejo, provincia de Cáceres. Vicente de la Fuente señala que los duelos por el rey "indicaban el presentimiento de la terminación del reino de Aragón, y de su independencia, fueros y libertades". Los funerales llevados a cabo en Zaragoza los describe Gondino de Lobera. En la plaza del Mercado se llevaron a cabo las exequias en un capelar. Cuatro heraldos con paveses, con las armas de Aragón y Zaragoza, abrían camino, seguidos por el Concejo y el vecindario. Uno de los heraldos preguntaba por el rey Fernando, señalando todos sus títulos, y otro respondía que había muerto. Al oírlo se tiraban los paveses, mientras los vecinos se arrojaban al suelo, llorando con grandes sollozos. El cortejo recorrió todas las plazas principales de Zaragoza, mientras que los musulmanes hicieron lo propio en su barrio. No queda constancia de las exequias celebradas en Calatayud, pero serían parecidas a las de Zaragoza. En Calatayud se venían celebrando en la plaza del Mercado, donde se cantaban vísperas, con asistencia de las autoridades civiles y religiosas. Acudía el Cabildo de Santa María, así como el clero y las cruces de todas las parroquias, precedidas por el clero regular, que entonces componían los conventos de dominicos, franciscanos, mercedarios y carmelitas. Tampoco faltaban los gremios, los infanzones y las Cofradías de Santiago y de San Iñigo.

El rey Fernando el Católico otorgó en vida cuarenta y cuatro testamentos, el primero a los veintitrés años, poco después de su matrimonio con Isabel, y el último pocas horas antes de su fallecimiento. Todo el texto de este último testamento lo encontramos en Dormer, 1683. En él se decía que quería ser enterrado en la iglesia mayor de Granada.

En la Biblioteca Nazionale Braidense de Milán se encuentra una Elegía por la muerte del rey, original del canónigo de la catedral de Sevilla Polo de Grimaldo. La edición se atribuye a Juan Cromberger, pues la elegía está encuadernada con las Tresceintas (1517) y la Coronación (1520) de Juan de Mena, y con Los Proverbios (1529) del Marqués de Santillana, trabajos del impresor sevillano. Paulo o Polo de Grimaldo debía proceder de una familia poderosa de origen genovés, pues ocupó la plaza de canónigo en 1507, siendo todavía menor de edad. Ante el Cabildo actuó de procurador suyo Bernaldo de Grimaldo, uno de los mercaderes más importantes de Sevilla, pues es el único que obtuvo del rey Fernando el privilegio de fijar una base comercial en Santo Domingo, siendo además cónsul de los genoveses en Sevilla, participando por ello en todo tipo de actos oficiales. A principios del siglo XVI, un canónigo de la catedral de Sevilla percibía 300 ducados y el arzobispo 24.000. A fines de este siglo los canónigos ingresaban 2.000 ducados y el arzobispo 80.000.

En una de las estrofas finales de la elegía por la muerte del rey Fernando, Grimaldo escribía: "El mundo, mostrando su bien que es mortal,/ muestra sus obras no ser de su nombre,/ que son muy mezcladas y muestran al hombre/ que no puede serle su suerte leal;/ al malo da bien et al bueno da mal,/ y haze hazello Razón, según fundo,/ que el bueno no tiene su bien en el mundo,/ sino en el mundo de acá, celestial".


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