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Crónica de 1867

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | José Fernando González Sánchez (Jaca 1836-Madrid 1915), fue diputado a Cortes por Huesca y Alicante, hasta la caída de la Primera República, y más tarde senador por la Sociedad Económica de Cuba. Fue subsecretario de Gobernación y ministro de Gracia y Justicia en el gobierno republicano de Pi y Margall, y ministro de Fomento en el de Salmerón. Con la restauración de Alfonso XIII, fue desterrado a Portugal, de donde fue expulsado, pasando a residir en París. Regresó en 1881. Amigo de Gumersindo de Azcárate, estuvo muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y especialmente a Francisco Giner de los Ríos. Escribió numerosos artículos periodísticos y crónicas, y dos tomos, correspondientes a las provincias de Zaragoza y Huesca, de la Crónica General de España. La Crónica de la provincia de Zaragoza fue editada en Madrid en 1867 por Rubio y Compañía.

González escribe en la introducción a esta Crónica: "La ciudad de Zaragoza ha alcanzado en la historia un renombre que ninguna otra de España ni aun del extranjero puede en justicia disputar. Cuando uno llega ante los restos de aquellos muros; cuando contempla aquella población dormida bajo las altas torres de sus grandes templos; cuando con la imaginación despierta los hechos heroicos de que en una larga serie de siglos han sido teatro aquellos lugares, el ánimo se siente sobrecogido de admiración y de respeto, y se saluda a la invicta ciudad como a un vivo testimonio de las glorias de esta nuestra raza vigorosa a independiente".

La provincia de Zaragoza contaba con una extensión de 2.657.319 fanegas de tierra. En 1858 sólo estaban cultivadas 799.332 fanegas, un treinta por ciento. De regadío eran 144.657 fanegas y 654.675 de secano. En este mismo año se contabilizaban 9.965 cabezas de ganado vacuno, 6.502 caballar, 19.509 mular, 13.881 asnal, 750.021 lanar, 72.033 cabrío y 3.402 de cerda.

En 1867 la provincia de Zaragoza tenía un censo de 584.176 habitantes y Aragón 880.643 habitantes en 1.502 leguas cuadradas. Con esta escasa población "la agricultura se estaciona, el comercio decae, la riqueza industrial es poco menos que desconocida".

La clase jornalera carecía de formación y de estímulos, por eso sus costumbres se inclinaban "al regalo y a la pereza". En 1860 la provincia contaba con 597 escuelas, siendo ventajosa su situación en relación con otras provincias. De niños había 9 escuelas superiores, 237 elementales y 91 incompletas. De niñas había 176 elementales y 9 incompletas, además de 3 de párvulos y 72 de adultos.

Entonces la gente se divertía con las corridas de toros, alguna función de teatro y con los juegos de pelota y de barra, aunque el autor señalaba que la principal diversión eran las comidas en días festivos o fiestas principales, fueran en el campo o en casa. Hablando de la jota, el autor decía que entonces se bailaba "poco y sin carácter". Zaragoza contaba entonces con dos juegos de pelota, aunque hacía poco que se había derribado uno de ellos. En toda la provincia había veintitrés juegos de pelota.

En aquellos años Calatayud contaba con 8.000 almas, contando los vecinos de los dos barrios de Torres y Huérmeda. La ciudad tenía veintidós plazas, varios oratorios, tres hospitales, un hospicio, una casa de baños, otra llamada de la Comunidad, otra municipal, un palacio episcopal, un colegio, un teatro, un cuartel, una plaza de toros y un matadero. Contaba con once parroquias y dos colegiatas. La colegiata de Santa María estaba servida por un Cabildo compuesto por un deán, presidente, con uso de pontificales, tres dignidades, cuatro oficios de patronato particular, y quince canónigos, teniendo además diez racioneros, varios capellanes de coro y altar y otros sirvientes. La del Santo Sepulcro estaba servida por un prior, un subprior, tres canónigos, dos racioneros, varios capellanes y otros dependientes. En su vega se recogían grandes cosechas de trigo, centeno, cebada, cáñamo, vino, peras, melocotones, manzanas, albaricoques y otras frutas. La industria se encontraba "en el más completo y lamentable abandono". La ciudad contaba con cinco casinos; el de la Amistad, el Grande, el del Valenciano, el del Platero y otro donde se reunían los absolutistas. En Ateca, Saviñán, Alhama, Paracuellos, Aniñón y otros pueblos, había casinos donde los socios pasaban el tiempo en la lectura de los periódicos y en los juegos no prohibidos.

En el tren correo que hacía la línea de Madrid a Zaragoza, tardaba once horas en este recorrido de 345 kilómetros. En primera un billete costaba 150 reales y 70 en tercera. Entre Calatayud y Ricla la línea férrea tenía once túneles y veintidós puentes, diecisiete de ellos sobre el río Jalón.


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