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Santiago Lorén a los 100 años

JAVIER BARREIRO | Era de esperar, pero ha pasado inadvertido el centenario de Santiago Lorén, que el 10 de julio hubiera cumplido cien años. Desde su revelación con "La casa con goteras", Premio Planeta en su segunda convocatoria (1953), don Santiago fue el novelista aragonés más exitoso en España, hasta que la censura permitió a partir de 1966 que empezaran a llegar a los lectores algunas de las narraciones de los exiliados, con Sender a la cabeza.

Santiago Lorén se había dado a conocer con su primera novela en 1952, "Cuerpos, almas y todo eso", título que remedaba el bestseller de un autor popularísimo por entonces, Maxence Van der Meersch, que en 1946 había editado "Cuerpos y almas". Luego llegó el Planeta con la citada novela de índole realista, como era normal en los años cincuenta, y con sus toques de humor negro. Se desarrollaba en la comarca de Calatayud, donde su autor había trabajado como ginecólogo. Poco a poco, fueron apareciendo al menos veinte libros de narraciones más, que se vendieron muy bien.

Pero don Santiago tocó otros palos, tanto literarios como de otros tipos: algunas obras de teatro, dos libros de memorias, uno de ensayos, una monumental guía de Aragón y varias biografías. La escrita sobre la vida de su tocayo Cajal, dio lugar a una popularísima serie de televisión en diez capítulos, "Ramón y Cajal. Historia de una voluntad"(1982) dirigida por José María Forqué e interpretada por Adolfo Marsillach, que alcanzó un gran éxito y hoy día puede verse en "RTVE a la carta". El propio Forqué dirigió "Miguel Servet. La sangre y la ceniza" (1989), que asesoró y documentó el médico belchitano.

Santiago Lorén dejó a los siete años su pueblo natal y llegó a Zaragoza, para vivir en las cercanías del Matadero. Alumno brillante de Allué Salvador en el Instituto Goya y buen lector desde niño, cursó Medicina, que, aún estudiante, tuvo ocasión de ejercer durante la Guerra Civil en las terribles batallas de Teruel. Especializado en Ginecología, fue destinado a Calatayud, donde la naturalidad de las gentes y la confianza que muchos pacientes depositan en el médico, le sirvió para recrear en sus novelas las historias que le contaban. Una vez conseguido el Planeta, se convirtió en colaborador habitual de la prensa e incluso llegaría a dirigir la edición aragonesa del diario "Pueblo", en los últimos años del franquismo, periodo que historió en su último libro publicado, "Cierzo de papel" (1993), repleto de interesantes datos acerca de la vida política y periodística de esos conflictivos años.

Sin embargo, el libro que yo prefiero de los que he leído de este autor es "Memoria parcial"(1978), que historia su peripecia adolescente y juvenil desde 1930 a 1937 y fue finalista del Premio Espejo de España. Citaré otros dos testimonios que certifican esa excelencia: Luis Horno Liria, crítico literario de "Heraldo de Aragón" durante medio siglo, personaje muy conservador pero ecuánime y certero en sus juicios, en su reseña del 3 junio de 1978, tras denostar durante varios párrafos las ideas y modos del autor, reconoce en el párrafo final: "la visión de Zaragoza se nos ofrece es original auténtica, con fiel descripción de calles, porches, paseos, barrios, ríos (…) ¡qué vivos, qué bien descritos están!". El otro testimonio es el de mi padre, al que, sabedor de sus gustos, presté el libro para que lo leyera. Al final de su última página escribió: "cojonudo".

El escritor tuvo sin duda una vida intensa, pues, además de lo dicho, fue profesor de Historia de la Medicina en la Facultad, probó la política presentándose a concejal de Zaragoza por el Partido Socialista Popular, de Tierno Galván -le faltaron mil votos para obtener el acta-y tuvo un protagonismo público, que excedió el de la capital aragonesa. Sus últimos años estuvieron marcados por el mal de Alzheimer, que le impediría escribir a partir de 1993.

Zaragoza reconoció su labor nombrándolo Hijo adoptivo de la ciudad en 1991 y, años después, daría su nombre a una glorieta en el barrio de la Ilustración, nombre que le habría gustado. Sin embargo, a ocho años de su muerte no tengo noticia de que se le haya recordado y, lo que es peor, de que se sigan leyendo sus libros.

Aragón Digital (28-7-2018)


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