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La Estaca

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | La Real Orden de Carlos III, de 3 de agosto de 1787, dictaba "una providencia general que asegure la salud publica", mandando que los difuntos fueran enterrados en cementerios generales alejados de los pueblos. Esta medida contó con una fuerte oposición popular. La Real Orden del 2 de junio de 1833 decretaba que los Ayuntamientos debían disponer de un recinto, cuyos costes debían
sufragarse "á costa de los fondos de las fabricas de las iglesias, que son los primeros obligados a ello". La medida será reencargada el 13 de febrero de 1834. El primer difunto enterrado en el nuevo cementerio de Saviñán fue Manuel Marín Lafuente, el 7 de octubre de 1834.

Al borde de una era del Calvario, en el camino del cementerio, una vieja estaca de olivo era testigo de todos los duelos. En el Programa de Fiestas de 1969 se publicaron unos versos firmados por JOTAPE, titulados Recuerdo a la Estaca, que se copiaron en cerámica y se colocaron, con una cruz de ladrillo, en el muro que sostiene a esta vieja Estaca, firmados por J. Pina. Dicen:

Al final de estos repechos,
cuasi dominando el pueblo,
te levantas como símbolo,
como límite y lindero,
entre los que aún vivimos
y los que ya se murieron.
A los vivos nos contemplas
con tu vista ya de abuelo
y a los muertos los vigilas
con solemnidad de duelo,
enseñándonos a todos,
con tus consejos de viejo,
a permanecer erguidos
y fieles en nuestros puestos
A la Estaca, olivo viejo,
que se levanta hacia el cielo
vigilándonos la senda
que nos lleva al cementerio,
dedico yo este recuerdo,
como homenaje sincero.


En el Programa de Fiestas de 1989, J. I. Pina Gracián cantaba a los "Árboles de mi pueblo", o sea, al Olmo, a la Higuera del portal de San Roque, al Enebro y a la Estaca:

Un olivo vulgar cierra la cuenta,
con escaso ramaje, casi seco,
que triste y silencioso en el camino
que recorren, al fin, todos los cuerpos,
asiste a la oración que por las almas
se reza siempre al despedir los duelos
y que llora y que sufre hasta secarse,
sin poder encontrar nunca consuelo,
al ver cómo se van al camposanto,
poco a poco, los hijos de su pueblo.


En el Programa de Fiestas de 1983, José Álvarez Olvés, recordaba a tres árboles "magníficos e importantes" del pueblo: el Olmo, el Enebro y la Estaca. Y escribía: "La Estaca está al borde de la extenuación y necesita un tratamiento de recuperación de urgencia, porque se muere y nosotros debemos evitarlo". Y continuaba: "No sería mala comunión ni mal hallazgo, creo yo, que un árbol fuera oración permanente por pacto de amor mutuo con el hombre". Por entonces y a iniciativa de José Álvarez, el arreglo de la Estaca ascendió a unas ciento ochenta mil pesetas, que él mismo sufragó. Colaboró también, con trabajo o con dinero, José María Villalba Asensio. Sirvan estas líneas como recuerdo y homenaje a unas personas amantes de su pueblo y de la Estaca.

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