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El calzado aragonés casi pierde su huella


Una fábrica de calzado en Illueca (Foto: Ángel de Castro)

JORGE HERAS | La industria aragonesa del calzado, que tiene su epicentro en la comarca zaragozana del Aranda, está en serio peligro de extinción. En lo que va de año han cerrado dos fábricas en la zona, que se unen a las que ya lo hicieron hace seis meses. En total se han esfumado 81 empleos, lo que eleva a unos 1.500 los trabajadores perdidos desde el cambio de siglo, un mazazo para un enclave de apenas 6.500 habitantes donde el sector zapatero lo sigue siendo todo: sostiene el 80% de los trabajos. La competencia de los países de bajo coste laboral, la fiebre del low cost y la progresiva desaparición de las zapaterías tradicionales explican el hundimiento. A pesar de la zozobra, hay motivos para la esperanza. Este territorio próximo al Moncayo sigue contando con empresas que brillan en un mercado complejo y global con grandes dosis de ingenio, esfuerzo e innovación.

Llueve sobre mojado en un sector que lleva 20 años convaleciente y en constante declive. El número de empleados en Aragón se ha reducido en más de un 60% en este tiempo, desde los 2.420 que había en el 2001 a los 1.039 del 2017, el último año del que hay datos en el Instituto Nacional de Estadística (INE). La cifra en estos momentos se sitúa bastante por debajo de los mil tras el goteo de cierres de los dos últimos años.

El deterioro del calzado ha hecho mella en la comarca, que ha pasado de 8.018 habitantes en el 2002 a 6.544 en el 2019, casi un 20% menos, según el padrón municipal. Muchas familias y jóvenes se han ido a Zaragoza u otros lugares para ganarse la vida. Además de haber menos empleo, el sector ha perdido atractivo laboral porque los trabajos son cada vez más estacionales. "Ahora ya no se trabaja todo el año. En el mejor de los casos, seis o siete meses", señala un empleado. Las puntas se concentran entre junio y septiembre, para preparar la temporada de invierno; y desde finales de noviembre a principios de marzo, para la de verano.

La mano de obra es crucial en esta actividad, que sigue siendo muy manual. De ahí que la competencia de bajos salarios sea tan letal. Pero no es el único problema. "Los fabricantes asiáticos han hecho mucho daño, pero lo que más nos afecta son los cambios en los hábitos de consumo: el low cost", lamenta José Antonio Sacramento, presidente de la Asociación de Fabricantes de Calzado y Afines de Zaragoza y Provincia (AFCYA), que agrupa a casi 30 socios. "Vemos niños con móviles que valen 1.000 euros pero zapatos de menos de 30 o 20", reflexiona, al tiempo que pide más concienciación al consumidor: "El mercado exige fabricar a unos precios que devalúan la calidad del producto y los salarios".

En esta tendencia se inscribe también el acelerado retroceso del pequeño comercio, que supone el principal canal de venta de los zapatos que se hacen en el Aranda, frente a las grandes superficies, que priman el precio y debido a ello fabrican generalmente fuera de España.

El número de empresas se ha reducido en proporciones aún mayores al empleo. Al cierre del pasado año quedaban registradas en la comunidad 105 firmas dedicadas a la fabricación del calzado, menos de la mitad que dos décadas atrás, en el 2001 (242). El tamaño de los talleres también ha ido a la baja y ahora solo quedan siete con más de 20 empleados frente a 13 de hace cinco años.

Las últimas en bajar la persiana han sido Calzados Lety, ubicada en Brea de Aragón, que cerró el pasado verano; Topytes, en Illueca, que lo hizo en enero; y Singular Shoes Ixx), en Brea, cuyo cese se ha conocido esta misma semana. Esto ha disparado las alarmas en la zona, donde existe una honda preocupación, aunque el hermetismo se impone en torno a estas clausuras. El presidente de AFCYA rehúye hacer cualquier valoración al respecto, al igual que los alcaldes. "Son situaciones delicadas y que duelen. Somos empresas familiares. Aquí si cierras dejas sin trabajo a un vecino, a un amigo o a un primo", explica un veterano. La falta de relevo generacional puede hacer perder más firmas.

El Aranda ha sido históricamente uno de los focos de la industria del calzado en España, junto con Alicante -meca del gremio-, La Rioja (Arnedo) o Mallorca. La actividad se concentra en Illueca y Brea de Aragón, pero también hay alguna empresa en Morés o Sestrica. La época dorada del sector fue en los años 80 y 90 gracias a los grandes pedidos que llegaron de compradores ingleses y estadounidenses. "Éramos los chinos de entonces", explica un vecino. Las sucesivas crisis ha ido laminando el sector hasta el reducto que hoy es.

La falta de apoyo institucional y la desunión del sector no han ayudado en el pasado a dar una respuesta eficaz a los problemas. "Hemos estado un poco abandonados, pero por nosotros mismos también. Nos ha faltado empujar todos en la misma dirección. No solo podemos echar las culpas fuera", afirma Sacramento, quien da ya por superada esa etapa de desunión.

A pesar de todos los males que le acechan, no todo está perdido y el sector confía en que surjan revulsivos que permitan retomar el vuelo. En ese empeño trabaja la asociación de fabricantes, que está impulsando un proyecto de innovación con diseño digital en 3D y tiene grandes expectativas en el plan estratégico que en breve presentará el Gobierno de Aragón tras el estudio encargado por una consultoría para radiografiar la situación del sector y proponer líneas de actuación. Con esta iniciativa, la DGA también ha dado muestras de un mayor apoyo al calzado. Prueba de ello es también la línea de ayudas incluida en los presupuestos de este año, dotada de 50.000 euros. Estas acciones resultarán clave para salvar de la quema este baluarte industrial, que tiene en la calidad de sus productos el mayor tesoro para evitar su desaparición.

Acebo's, el zapato que triunfa en Europa

El calzado aragonés luce en pleno centro de París, en el establecimiento Le Bon Marché, uno de los grandes almacenes más prestigiosos de capital francesa. Allí pueden comprarse los zapatos infantiles de Acebo's, la marca comercial de la empresa Lezna 2000, ubicada en Illueca. Es un ejemplo de su éxito internacional y del empuje que todavía tienen algunos fabricantes del sector de la comarca del Aranda. De hecho, el 95% de sus ventas viene del exterior, con Francia, Bélgica, Holanda y Alemania como principales destinos.

Se trata de una firma familiar, con una veintena de empleados, que combina calidad y moda, una fórmula con la que ha conquistado los consumidores centroeuropeos. "El precio de nuestros productos hace que el mercado nacional sea reducido para nosotros", explica José Antonio Sacramento, que lleva el negocio junto a sus tres hermanos. Son la segunda generación de una empresa con casi 40 años de historia. El negocio fue puesto en marcha a principios de los 80 por Fernando Sacramento, que optó por especializarse en calzado infantil. Zapatillas urbanas, botines y bailarinas para niñas o sandalias, siempre con modelos originales y actuales que hacen las delicias de pequeños y mayores. Acebo's empezó a hacer sus primeras incursiones en el exterior a finales de los noventa y en el año 2005, ya tenía mercados consolidados. "Poco a poco nos hemos ido moviendo hacia mercados más potentes, de más valor", apunta. La media de precios de sus productos ronda los 90 euros. Como novedad, prepara el lanzamiento de una línea de calzado sostenible para bebés.

El turismo de compras va al alza

A pesar de que cada vez quedan menos fabricantes del calzado, la comarca del Aranda ha consolidado en los últimos años su perfil como destino del turismo de compras ligado a este producto. Illueca y Brea de Aragón cuentan con una veintena de almacenes y outlets de zapatos y ropa que atraen a miles de compradores cada año con el gancho de sus bajos precios. El fenómeno va al alza y supone un importante fuente de ingresos para la zona, ya que tiene un efecto rebote en otros negocios, como la hostelería.

Calzados Sancho Asensio, situada en una de las entradas a Illueca, es una paradas obligadas de esta ruta. "No hay en toda España una tienda con tanta oferta. Ni El Cortes Inglés", asegura Abraham Bousloum, trabajador de este establecimiento donde existen entre 200 y 300 modelos de zapatos y zapatillas para cada sexo y otros tantos para el público infantil. Todo primeras marcas y a unos precios que no se encuentran ni en rebajas en las grandes superficies. "El que nos conoce, repite", afirma.

La proliferación y consolidación de estos establecimientos comerciales ha permitido, además, recolocar a parte de los trabajadores que perdieron su trabajo en la fábricas de calzado que han ido cerrando. El caso de Bousloum es un ejemplo de ello. Es de origen marroquí pero lleva 30 años viviendo en la zona, los primeros 15 en un taller de zapatos que acabó bajando la persiana y los siguientes en el comercio.

Estos negocios también suponen una oportunidad de empleo para los jóvenes que viven en estos municipios, como Adelina, Roxana y Tania Amattat, de 24, 29 y 21 años, que trabajan como dependientas en dicha tienda.

El Periódico de Aragón (15-2-2020)

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