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Bílbilis, Épila y Saviñán

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Marco Valerio Marcial, tras 34 años vividos en Roma, regresa a Bílbilis en el año 98. Por eso encarga a Flavo que le compre una villa agradable y no muy cara, donde vivir los últimos años de su vida. En Bílbilis Marcial encuentra la admiración de sus compatriotas y la protección de Marcela, que era viuda, quien le regala unas posesiones, donde Marcial disfrutará de la vida y se sentirá feliz lejos del ajetreo de Roma. Así escribía al poeta Juvenal: "Disfruto de un sueño profundo e interminable, que a duras penas me rompe la hora tercia, y ahora recupero todo lo que he dejado de dormir durante treinta años. No veo para nada la toga, pero cuando lo pido me dan un vestido próximo que está encima de un sillón roto. Al levantarme me recibe un hogar alimentado por un montón de leña recogida en el vecino carrascal, y la mujer de mi encargado rodea de una multitud de ollas. Enseguida se me presenta el cazador, que tú querrías tener en una selva retirada. El encargado imberbe distribuye sus raciones a los esclavos y les ruega que se corten los largos cabellos. Así me gusta vivir, en esta vida deseo que me encuentre la muerte". Y de esta manera transcurrieron tres largos años, hasta que llegó de Roma su amigo Terencio Prisco y le pidió un nuevo libro. Bílbilis era un buen lugar para descansar, pero no para tener inspiración. Este libro, que hacía el número doce, lo publica Marcial a finales del año 101. Es el último. Por una carta de Plinio dirigida a su amigo Cornelio Prisco, sabemos de la muerte de Marcial, no más tarde del año 104. Tendría unos 65 años. En ella escribía Prisco: "Oigo decir que Valerio Marcial ha muerto y lo siento. Era un hombre ingenioso, agudo, mordaz, en cuanto escribía ponía mucha sal, mucha hiel y no menos candor".

Don Pedro Pablo Abarca de Bolea Ximénez de Urrea, X conde de Aranda, dos veces grande de España de primera clase, había nacido en el castillo oscense de Siétamo, en 1719. Sus padres, Pedro Ventura de Alcántara Abarca y Bolea Bermúdez de Castro, marqués de Torres, duque de Almazán y conde de las Almunias, y María Josefa Mendoza Pons y Bournonville, habían contraído matrimonio en 1715 en la iglesia de Sangarrén. La madre del conde de Aranda era hija del conde de Robres, Agustín López de Mendoza y Pons, señor de Senes, Sangarrén, Coscullano y Sassa, quien mandó construir un azud de riego en Sangarrén, reedificando un antiguo palacio en ruinas. El conde de Robres fue autor de la Historia de las Guerras Civiles de España (de 1700 a 1708), dejando inconclusa la historia en el libro noveno, correspondiente a 1709. A su muerte el libro pasó a manos del conde de Aranda, cuya viuda lo regaló a Joaquín Morales, coronel de guardias. En 1845 lo compró el escritor Antonio Ferrer del Río, que lo regaló a Próspero de Bofarull en 1851, quien a su vez lo cedió a su hijo Manuel de Bofarull, Jefe del Archivo de la Corona de Aragón en 1882. Esta Historia fue editada por la Diputación de Zaragoza en 1882, en su Biblioteca de Autores Aragoneses, con un excelente prólogo debido al abogado y periodista de Paracuellos de la Ribera, Baldomero Mediano y Ruiz (1847-1893).

En el Libro de Actas de la Real Sociedad Económica Aragonesa del 12 de enero de 1798, el Censor exponía "el sensible fallecimiento del Excmo. Sr. Conde de Aranda, que murió en su villa de Épila el martes nueve de enero, a las cuatro de la tarde, de pulmonía, cuya pérdida era tan sensible a la Sociedad, por haber faltado al Reino de Aragón su hijo más distinguido en este siglo, y a la misma un bienhechor que la sostenía y amaba con el celo más singular". Conforme a sus deseos, Manuel Marcén, contador general de la condesa viuda de Aranda, condujo el cadáver por etapas, entregándolo en San Juan de la Peña. El cabildo recibió el féretro con repique de campanas, llevando en la mano hachas encendidas. Tras los funerales, se depositaron los restos en la capilla de Ntra. Sra. del Pilar.

Luis Bordíu Garcés de Marcilla Góngora y Muñoz de Pamplona, conde de Argillo desde 1884, había nacido en París en 1840. Estudió la carrera de Leyes en las Universidades de Zaragoza y Barcelona, recibiendo el título de Licenciado en derecho Civil y Canónico en 1862. En 1864 fue nombrado agregado diplomático y en 1865 se le designó como cónsul de España en Niza, de donde pasó a Bayona en 1866. En 1868 renunció a su puesto consular, disconforme con la política de la reina, adscribiéndose al partido del pretendiente Carlos VII. Terminada la guerra carlista vive con su familia en Bayona, pero la Encíclica de León XIII de 1883, mueve a Luis Bordíu a reconocer a Alfonso XIII, regresando a Madrid. En 1892 abandonó la carrera consular, retirándose a principios del siglo XX a su palacio de Saviñán, donde murió en 1921.

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