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El caballero Rodrigo de Sayas
en el Passo Honroso

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Del 10 de julio al 9 de agosto de 1434, el caballero leonés Suero de Quiñones defendió cerca del puente del Órbigo, entre Léon y Astorga, el llamado Passo Honroso.

El "paso de armas" era una mezcla de competición militar y de espectáculo suntuoso, muy frecuente en la Europa de los siglos XIV y XV. En él los caballeros competían en gallardía y en destreza en el manejo de las armas.

Martín de Riquer escribe que el paso de armas debía reunir una serie de condiciones. Un caballero prohibía o defendía el paso a todos los demás caballeros que intentaban llegar al lugar vedado o prohibido. Este caballero o mantenedor era ayudado por varios compañeros. Debía exponer y divulgar con anticipación los capítulos o reglamentos de la prueba, donde se señalaría el lugar y la fecha, el armamento a utilizar, las carreras, las lanzas a romper y el plazo. Los caballeros que aceptaran el reto y se empeñaran en pasar por el lugar defendido por el mantenedor, serían llamados aventureros.

Y es en el siglo XV, cuando la burguesía va superando en poder y en riqueza a la vieja nobleza, cuando los nobles quieren hacer más patente su gallardía, como depositarios de las viejas virtudes militares.

El rey Juan II de Castilla, el condestable Álvaro de Luna y el marqués de Santillana, eran muy aficionados a las justas, torneos y ejercicios militares. Don Álvaro de Luna organizó en Valladolid en 1428 fiestas y pasos honrosos en honor de Juan II, según aparece en la Crónica del Halconero, o Crónica de Juan II. En él participaría el propio rey y los infantes de Aragón, don Enrique y don Juan, este último por aquellas fechas rey consorte de Navarra, luego efectivo (1441-1479), rey de Aragón (1458-1479) y padre de Fernando el Católico. En pugna con estas justas organizadas por el condestable, el infante don Enrique organizó otro paso llamado de la Fuente Ventura. Fue convocado por el rey, a cargo de la venida de los caballeros de Toro y de Pedro Puertocarrero. El infante don Enrique mandó poner una fortaleza de madera, con una alta torre, campanario y un barco con la siguiente inscripción. "Este es el barco del pasaje peligroso de la Fuerte Ventura". Sobre doce torres estaban las damas. Los caballeros entraban por dos puertas de esta fortaleza y conforme entraban, una dama a caballo salía con su paje, preguntando al caballero por qué venía a aquel lugar tan peligroso.

Los infantes de Aragón, primos del rey castellano Juan II y siempre rivales del condestable, que tomaron parte en varias revueltas y conspiraciones en la corte castellana, fueron derrotados en Olmedo el 19 de mayo de 1445. Pudieron escapar de noche y por Atienza llegaron a Calatayud. Enrique murió a causa de las heridas el 15 de julio y se enterró en el convento de San Pedro Mártir, donde tenían su panteón los Luna, que eran sus contrarios. Vicente de la Fuente señalaba que el motivo de elegir este convento de los dominicos, debió ser por la devoción que los descendientes de Enrique de Trastámara, hijo bastardo de Alfonso XI, tenían a santo Domingo de Guzmán, por parte de Leonor de Guzmán, amante del rey Alfonso. Más adelante Juan II, siendo ya rey de Aragón, mandó llevar los restos de su hermano al monasterio de Poblet.

Serían también famosos el Paso del Árbol de Carlomagno, celebrado en 1443, cerca de Dijón, en el que participarían algunos caballeros españoles, y el Paso del Pino de la Manzana de Oro, en 1455, defendido por el conde de Foix y organizado en la plaza del Born de Barcelona. Este paso costó treinta mil florines y para pagarlo el conde de Foix tuvo que hipotecar sus posesiones y empeñar sus joyas, entre las que se encontraba la famosa cruz de los condes de Foix, que llevaba engarzadas setecientas sesenta y cuatro piedras preciosas.

Aunque la pugna entre los partidarios del condestable Álvaro de Luna y los infantes de Aragón estaba detrás del Passo Honroso, Suero de Quiñones lo convocó con la intención de liberarse de la prisión amorosa y metafórica, a la que lo tenía reducido una dama, por la que todos los jueves llevaba una argolla al cuello.

Suero de Quiñones era hijo segundo de Diego Hernández de Quiñones, Merino Mayor de Asturias y de Oviedo, y del Consejo de su Majestad, y de María de Toledo, hija del mariscal Fernán Álvarez de Toledo y de Leonor de Ayala.

En el Passo Honroso estuvo presente el escribano real y notario público Pero Rodríguez de Lena, que tomó buena nota de todo lo allí ocurrido. En 1588 se publicó en Salamanca un resumen del Libro del Passo Honroso, debido al franciscano fray Juan de Pineda.

El viernes 1 de enero de 1434, Suero de Quiñones se presentó armado y acompañado de nueve caballeros vestidos de blanco ante el rey Juan II, que estaba en Medina del Campo, pidiéndole licencia para organizar un paso de armas para liberarse de la promesa de llevar todos los jueves una argolla al cuello, en señal de amor a una dama. El rey se reunió con su Consejo y quizá influido favorablemente por el condestable Álvaro de Luna, acordó conceder el paso, aprobando el reglamento presentado, que sería enviado a todas las cortes europeas.

El paso que Suero de Quiñones y sus mantenedores debían defender estaba situado en el puente del Órbigo, a tres leguas de León y a seis leguas de Astorga, en el llamado camino francés, que llevaba hasta Santiago de Compostela. Aquel año era un año jubilar, por caer el día 25 de julio, festividad del apóstol Santiago, en domingo, y el Papa Eugenio IV concedió indulgencia plenaria a quienes visitaran la tumba del Apóstol en Compostela. El paso duraría treinta días. Comenzaría el 10 de julio, quince días entes del 25 de julio, y finalizaría quince días después, el 9 de agosto. Suero de Quiñones y sus nueve caballeros mantenedores debían romper trescientas lanzas con los caballeros aventureros. No pasaría ningún caballero que no hubiera roto antes tres lanzas con Suero de Quiñones o con alguno de los caballeros mantenedores, que eran: Diego de Bazán, Pedro de Nava, López de Estúñiga, Álvaro o Suero, hijo de Alvar Gómez, Pedro de los Ríos, Sancho de Ravanal, Diego de Benavides, Gómez de Villacorta y López de Aller. En caso de no querer justar, los caballeros rendirían una prenda o el guante derecho de su dama. Los jueces serían Pedro de Barba de Campos y Gómez Arias de Quiñones.

Se entendería como lanza rota la que derribase al caballero o la que hiciera sangre.

Seguidamente se mandó a cortar abundante madera para levantar los cadalsos a los Concejos de Luna, Ordas y Valdellamas, que eran lugares del señorío del padre de Suero de Quiñones, a cinco leguas del puente del Órbigo. Hasta estos lugares fueron los maestros y los trabajadores, con trescientos carros de bueyes para cargar la madera. En el lugar del paso se levantaron siete cadalsos, repartidos a los dos lados de la liza. Uno estaría reservado para los mantenedores, dos para los caballeros aventureros y otros dos para los jueces, rey de armas, farautes, trompetas, escribanos y para los nobles que llegasen a ver el paso. Los otros dos se destinarían a los acompañantes y a los curiosos. A cada extremo de la liza había una puerta con las armas de Suero de Quiñones. Por una puerta entraban los mantenedores y por la otra los aventureros.

Nicolao Frances, maestre de las obras de Santa María de Regla, de León, realizó un faraute de mármol, que colocaron sobre otra piedra de mármol el sábado 10 de julio, el primer día del paso, cerca del puente de San Marcos. Lo aderezaron con vestidos y sombrero. Este faraute llevaba la mano siniestra al costado y la diestra la tendía hacia el camino francés de Compostela, con unas letras que decían: "Por ay van al Passo".

Aquel día 10 de julio se levantaron veintidós tiendas cerca del paso, para que allí pudieran armarse los caballeros y los reyes de armas, y tener acomodo los trompeteros, escribanos, armeros, herreros, cirujanos, médicos, carpinteros, lanceros, sastres y bordadores. En medio de las tiendas levantaron una sala de madera, hecha con rejas, de treinta pasos de largo y diez de ancho, adornada con ricos paños franceses. En ella colocaron dos mesas, una para los caballeros mantenedores y aventureros, y otra para los caballeros principales que fueran a ver las justas. Este mismo día llegó un caballero alemán y dos caballeros valencianos.

El domingo 11 de julio, Suero de Quiñones con sus compañeros fueron a oír misa a la iglesia de San Miguel, en el Hospital de la Orden de San Juan. Después salieron a justar. Delante de ellos iba un carro lleno de lanzas tirado por dos caballos y guiado por un enano. Abrían la comitiva los trompeteros del rey y los de los caballeros, con atabales y axabelas moriscas, que habían sido traídos por el juez Pedro de Barba. Les acompañaban algunos caballeros a pie. Entre ellos iba don Enrique, hermano del Almirante, Juan de Benavente, hijo del conde de Benavente, Pedro de Acuña, hijo del conde de Valencia, y su hermano Enrique. Suero entró en la liza y dio dos vueltas, quedándose delante del cadalso de los dos jueces, acompañado por sus compañeros. Suero rogó que si algo le pasase, entrara en su lugar don Enrique, y en su falta entrara Juan de Benavente, y si tampoco pudiera terminar entrase Pedro de Acuña.

El lunes 12 de julio al amanecer, las músicas despertaron a los caballeros. Suero de Quiñones y sus compañeros fueron a la tienda a oír misa, que fue celebrada por religiosos de la Orden de Predicadores, que decían al día tres misas, una al amanecer, otra a la hora prima y la última a la hora tercia. Después de oír misa fueron a su tienda a vestirse y armarse. Treinta escuderos armados con ballestas y piquetes defendían el campo, al mando de los capitanes Fernán-Diego González de Aller y Pero Sánchez de la Carrera.

A continuación Suero de Quiñones, que tenía veinticinco años, justó con el caballero alemán micer Arnaldo de la Floresta Bermeja. En seis carreras rompieron tres lanzas entre los dos. Este mismo día llegaron al Passo Honroso varios caballeros aventureros, entre los que se encontraban Rodrigo de Sayas, Antón de Funes, Sancho Zapata, Fernando de Liñán y Francisco Muñoz, que habían llegado de tierras de Calatayud.

El martes día 13 de julio intervino como mantenedor Pedro de Nava y como aventurero Rodrigo de Sayas. Corrieron veintidós carreras, rompiendo dos lanzas. Pasado el mediodía, Sayas notificó a los jueces que estaba en ayuno y que ya era hora de comer.

Después de comer salieron Pedro de los Ríos, como defensor, y Antón de Funes, como conquistador. Corrieron quince carreras, rompiendo tres. Cerca ya de la puesta del sol entraron Lope de Aller y Sancho Zapata, llevando a cabo varias carreras hasta el anochecer.

El miércoles 14 de julio los caballeros se levantaron al toque de trompetas, oyendo misa en la tienda que hacía de capilla. Por la mañana entraron en liza Lope de Aller y Sancho Zapata. En la novena carrera Zapata rompió su lanza y los jueces dieron por cumplidas sus armas. Había corrido diecinueve carreras, rompiendo las tres lanzas acordadas. Luego entraron Gómez de Villacorta y Fernando de Liñán. Tras acabar trece carreras, Liñán envió a Antón de Funes a pedir licencia a los jueces para recogerse en su tienda, porque se sentía muy mal. Los jueces le dieron licencia y dieron por concluidas las justas. Antes de comer se presentaron a los jueces dos hermanos de Játiva.

Por la tarde entraron Suero de Quiñones, como mantenedor, y Francisco Muñoz, de Calatayud, como conquistador. En la carrera número quince Muñoz encontró a Suero en la arandela, dándole por el sobaco y haciéndole sangre. En la carrera número diecisiete Suero encontró a Muñoz en el piastrón, hiriéndole en el brazo derecho, provocando una fuerte hemorragia. Entonces los jueces dieron sus armas por concluidas, a causa de la herida de Muñoz, porque la herida de Suero no la vieron hasta que no se desarmó. Los cirujanos fueron prestos a curarlos. Francisco Muñoz sólo consiguió romper dos lanzas.

Este mismo día pasaron por el lugar Leonor de la Vega, que estaba casada con Juan de la Vega, y Guiomar de la Vega, viuda. Iban de romería a Santiago de Compostela. El rey de armas les pidió sus guantes, mientras algún caballero les liberase de su causa. Para ello se prestó uno de los caballeros llegados de Játiva, Francés Davio.

El jueves, después de oír la misa del alba, se corrieron algunas carreras. Por la tarde entró Lope de Aller y Rodrigo de Sayas, que tenían aún pendientes sus justas, desde el martes pasado. Sayas había justado anteriormente con Pedro de Nava, pero este caballero tenía una mano desencajada, a causa de las justas que había hecho aquel mismo día con Francisco de Faces. Por ello Suero de Quiñones mandó a Lope de Aller. En la primera carrera Sayas encontró a Aller en mitad del guarda brazo izquierdo, rompiendo la lanza en tres partes. Esta era ya la tercera lanza rota, por lo que los jueces dieron las armas por cumplidas. Sayas había hecho veintitrés carreras.

Este mismo día entró Lope de Aller y Fernando de Liñán, ya recuperado. En la primera carrera Aller encontró a Liñán en la guarda de la manopla izquierda, pasando el brazo y rompiendo la lanza. Un trozo de lanza quedó metida por el brazo y la manopla, haciendo sangre. Por ello los jueces dieron sus armas por cumplidas. Suero envió a los cirujanos para que curasen a Liñán, que sólo pudo romper una lanza.

El viernes, Vasco de Barrionuevo, criado de Ruy Díaz de Mendoza, mayordomo del rey, pidió armarse caballero. Suero de Quiñones le preguntó si quería ser caballero y, como respondió afirmativamente, Suero sacó su espada y volvió a preguntarle si deseaba "guardar todas las cosas debidas al honorable oficio de caballería". El pretendiente a caballero se ratificó y Suero le dio con la espada desnuda sobre el almete, diciéndole: "Dios te haga buen caballero, e te deje cumplir las condiciones que todo buen caballero debe tener".

A continuación entró el recién nombrado caballero, Vasco de Barrionuevo, contra Pedro de los Ríos.

El sábado entraron en liza varios caballeros. Por la tarde entró Pedro Bazán , por defensor, y por conquistador Lope de Mendoza, hijo de Diego Hurtado de Mendoza, montero mayor del rey. Lope de Mendoza envió a decir a Suero de Quiñones que amaba a una dama, que no le correspondía. Y le pidió que le dejara hacer más armas para ganar la voluntad de la dama. Suero le pidió en secreto su nombre, pues él en persona iría a notificarle lo buen caballero que era. Y se retiraron a sus tiendas.

Aquella misma tarde se presentó Juan Camoz, de Barcelona, para hacer las armas. Los jueces le preguntaron si era de linaje para hacerlas y el catalán contestó afirmativamente, jurando las leyes del Passo Honroso.

El domingo 18 de julio no se hicieron armas por orden de Suero de Quiñones, por honra de la fiesta y del apóstol Santiago. Este mismo día se presentó a los jueces mosén Bernal de Requesens, de Barcelona, siendo admitido. Iba camino de Santiago de Compostela y luego tenía intención de llegar hasta Jerusalén.

El sábado 31 de julio pasó Inés Álvarez de Biezma, hijodalga, y más tarde lo hizo Mencía Tellez, mujer de Gonzalo Ruiz de la Vega, acompañada de dos doncellas, Beatriz e Inés Tellez.

Este mismo día se presentó un gentil hombre llamado Esbete de Claramonte delante de los jueces, siendo admitido. El viernes 6 de agosto corrió Suero de Quiñones, aunque estaba herido, con Esbete de Claramonte, que era aragonés. En la novena carrera Suero le metió a Claramonte el hierro de la lanza por el ojo izquierdo, hasta los sesos. Claramente cayó del caballo y expiró, lo que produjo grandes gritos y llantos. Suero mandó a Fr. Antón, su confesor, y a otros religiosos para que le administrasen los sacramentos. Y les rogó que le cantaran un responso de cuerpo presente. Como el maestro le dijo a Suero que la iglesia no tenía por hijos a los que morían en tales ejercicios, Suero envió una carta al obispo de Astorga y con su licencia, el caballero Claramonte sería enterrado en León, en la capilla que los Quiñones tenían en San Isidro. Entretanto el cuerpo fue llevado a la ermita de Santa Catalina, situada cerca del puente del Órbigo. Por la noche volvió el maestro sin la licencia y el caballero Claramonte fue enterrado fuera de sagrado, aunque cerca de la ermita, con la mayor honra que pudieron y muchas lágrimas de la caballería.

El sábado 7 de agosto llegó al Passo el caballero Pedro de Velasco, conde de Haro, que venía de Santiago, acompañado de otros caballeros.

El lunes 9 de agosto se cumplieron los treinta días del Passo y aunque no se consiguieron romper las trescientas lanzas, Suero de Quiñones quedó libre de su argolla. Tres caballeros no pudieron hacer sus armas por falta de tiempo. Suero y sus caballeros mantenedores, salvo Lope de Aller, que permanecía herido en cama, entraron a caballo con gran solemnidad y a toque de música, paseando por el campo. Suero dijo haber cumplido con el reglamento del Passo y pidió que le fuera quitada la argolla, pues su rescate ya había sido cumplido. Los jueces dieron sus armas por cumplidas y su rescate por bien pagado.

Por iniciativa de Lope de Estúñiga, los jueces mandaron a los escribanos que diesen a todos los participantes en el Passo, testimonio escrito de su ejercicio de armas "para su honor perpetuo".

Elvira Álvarez, mujer del caballero Gómez Telles de Gavilanes, ayo de Pedro de Quiñones, hermano de Suero, con otras seis señoras, habían cuidado de los caballeros heridos.

El día 10 de agosto levantaron las tiendas y los caballeros fueron a yantar, a cenar y a dormir a casa de los Quiñones. Al día siguiente fueron a oír misa al monasterio de Santa María de Carrizo, comiendo en Montejos. Los caballeros entraron luego a León por la puerta de la Rúa nueva, siendo recibidos por todos los caballeros y personas de estado de la ciudad. Por San Isidro fueron hasta la catedral de Nuestra Señora de Regla, haciendo oración delante del altar mayor.

Y de nuevo a caballo, con músicas y trompetas, se dirigieron a los palacios de Diego Fernández de Quiñones, padre de Suero, que estaban en el barrio de Palaz de Rey, donde todos fueron bien recibidos. Allí permanecieron hasta la festividad de Nuestra Señora de Agosto.

Suero de Quiñones pasó luego a Laguna, villa del páramo de Astorga, donde se encontraban sus padres. Allí curó su herida y más tarde partió en romería a Compostela. A su vuelta tomó el camino de Valladolid, para saludar a su tío Gutierre, obispo de Palencia.

A este paso acudieron sesenta y ocho aventureros. Entre ellos se encontraban diez caballeros aragoneses, de los que cinco eran de las tierras de Calatayud, como ya se dijo.

En la Real Academia Española de la Lengua se conserva un manuscrito, que es una versión literaria del Passo Honroso de Suero de Quiñones. El autor de esta obra compuesta en octavas fue Francisco Arévalo de Zuazo, que aunque era toledano, estaba afincado en Calatayud, donde acabó su obra en 1620, según apuntaba de puño y letra. Este autor aseguraba que Rodrigo de Sayas descendía de Fernando de Sayas, a quien el rey Alfonso V de Aragón, donó sus derechos sobre la Morería de Saviñán el 2 de mayo de 1416. Gracia Fernández de Funes, viuda ya de Fernando de Sayas, vendió la Morería de Saviñán a la Comunidad de Calatayud el 20 de febrero de 1433, por treinta y cinco mil sueldos.

Este Rodrigo viene de Fernando,
Señor de Saviñán claro y antiguo,
Contra Liñán caveça de su bando.
según lo que en historias averiguo.
Y en fee de la verdad que voy contando,
yo conforme con ellos lo atestiguo.
Y aun pienso que ha de ser la señoría
agua que torne a do correr solía.

Vicente de la Fuente habla en su Historia de Calatayud de la rivalidad entre los bandos de los Liñanes y de los Sayas. En 1378 ya se había pronunciado una sentencia en la que se pedía "una perpetua y verdadera paz, con olvido de las pasadas injurias". Pero aún en 1398, el rey Martín tuvo que "dar un fuerte mandato para que en los casos de alboroto se acudiera a favorecer al Justicia, y no a los apellidos y llamamientos de Sayas y Liñanes".

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Municipal de Calatayud, II, 51-56, en Jorge del OLIVO: Los moriscos de Calatayud y de la Comunidad de Calatayud (1526-1610), Zaragoza, 2008.
Vicente de la FUENTE: Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud, 1881, edición facsímil, Calatayud, 1988.
Miguel MONTERDE Y LÓPEZ DE ANSÓ: Ensayo para la descripción geográfica, física y civil del Corregimiento de Calatayud, 1788, Calatayud, 1999.
Isabel MUÑOZ JIMÉNEZ: "Calatayud en el Passo Honroso", V Encuentro de Estudios Bilbilitanos, Calatayud, 2000.
Pero RODRÍGUEZ DE LENA: Libro del Passo Honroso, defendido por el excelente caballero Suero de Quiñones, Madrid, 1970.

De Gentes de mi tierra, 2009

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