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El romance del 'Pelao' de Ibdes


"El pelado de Ybides", de Francisco de Goya

SERGIO LARRAGA | Viajamos hoy a un pequeño pueblo de la Comarca de la Comunidad de Calatayud (Zaragoza), cuyo nombre es Ibdes (históricamente también encontraremos los nombres de Ybdes, Ybides o Ybedes; de hecho los mayores de este pueblo pronuncian "Ibedes" para refererirse a su municipio). Este municipio que cuenta hoy con unos 500 habitantes, posee una rica historia en diversas épocas de las que ha dado buena cuenta la labor de la Asociación "El Pelao de Ybdes". Y precisamente vamos a conocer a continuación la historia de un tal Manuel Millán, apodado "el pelao", temido bandolero de la segunda mitad del siglo XVII, cuya historia conocemos gracias al descubrimiento por parte de Don Alfonso Fernández de un romance en 1760 impreso en Valencia. Ello me sirve para hablar someramente de un fenómeno social muy típico del Aragón del siglos XVI-XVII-XVIII conocido como "bandolerismo", y que como su propio nombre indica, se caracterizaba por el auge de los bandoleros, es decir delincuentes dedicados generalmente a atracar en vías de comunicación o zonas territoriales más aisladas de lo ordinario.

El caso de Manuel Millán "el pelao" es especial e incluso va más allá de la figura del bandolero para convertirse en un terrible asesino (tal vez un psicópata frío, a juzgar por algunas de sus ejecuciones) que con los años tocó todo tipo de delitos. De hecho, si bien las causas por las que este personaje "se echó al monte" seguramente serán las mismas que las de otros casos (hambruna, carestía de la vida, incultura, etcétera), sus acciones le califican más de asesino que de ladrón. Así, Manuel Millán no obtuvo esa simpatía por parte del pueblo, en el sentido de ser una persona que robara a los ricos para "hacer justicia" o "dar su merecido" a la clase acomodada, como ocurriría con otros bandoleros incluso posteriores en el tiempo (por ejemplo, el Cucaracha de la Sierra de Alcubierre). Más bien al contrario, el Pelao era temido por su violencia y agresividad.

El pueblo de Ibdes

Dicho romance reza de la siguiente manera:

Suspenda el viento su curso,
su corriente el agua pare,
el fuego su ardor reprima
y el polvo la tierra cuaxe,

para que de un inhumano,
de un derramador de sangre,
de una fiera, de un ladron,
de vidas, y honras; mas baste,
que en dezir es el Pelado,

Manuel Millán, es bastante
porque dentro de su nombre
todos los delitos caben.
de este Aragonés de Ibides,

tan atroz, tan arrogante,
que de muertes, y de insultos
compuso sus vanidades.

De esse aborto, que inhumano,
en los primeros umbrales
de su vida, era ya azote
de su honrado viejo padre.

De esse, que siendo muchacho
por complacer mocedades,
era garfio de bolsillos,
con honores de escalante.

De esse, que empezó a robar
de quince años no cabales,
y juró matar a todos
los robados, porque callen.

De esse, que à dos Religiosos,
la ley empezando a echarles,
los robó, y estando en cueros
pudo desabotonarles.

De ese que a dos caballeros
sobre dexarles en carnes,
los ató dentro de un monte
porque no los viera nadie.

Por probar cuanto vivian,
fue el cruel à visitarles
pasados los siete días:
y quando la sed, y hambre
creyò serian despojo
de aquellos dos miserables,
el uno avia yà muerto
y el otro en voz palpitante
le dixo, Matame, amigo;.
à que él con furia arrogante
dixo: Qué es lo que te aflige ?
à caso es la sed, ò la hambre?

La sed, respondió; y al punto,
porque el agua no te falte,
beve esse plomo, le dixo,
que soy piadoso en matarte.

Despues de otros muchos robos
estupros, muertes, maldades,

La Justicia le cogió,
y gozando libertades
de los Fueros de Aragón,
de la horca pudo escaparse.

Fue à Galeras por diez años,
y no cumplió dos cabales,
que se huyó, y fue a Valencia,

Y por los montes, y Valles
hizo vida de Ermitaño,
con Vandoleros, y Sacres;
y para hacer planta nueva,
no faltaron Familiares.

Mudó de sitio: a Castilla,
Murcia, y Aragon reparte
las ordenes de matar,
y robar dos caminantes.

A unos honra, à otros dinero,
quando en lo espeso de un Valle
à otros vida, à otros sangre
les beve, usurpa, y acaba;
siete personas mataron,
sin lograr un Dios les guarde.

Mas de treinta mil ducados
llegó a tener el infame,
y de su sed, y ambicion
nunca bien se satisface.

Otro modo de robar
intentó, pues con disfrazes,
y Abitos de Caballeros,
en las casas principales
de los Lugares que andavan
se hospedavan, y al instante
que los dueños se dormian,
de miseros viandantes,
y de humildes Caballeros,
se hazian leones rapantes.

Entre otras destas infamias,
no fue menor informarse
de las riquezas de un Cura;
y disfrazado se parte
al tal Lugar, publicando,
que los hombres de su sangre,
en el mesón no paravan:
le pidió al Cura hospedage
para tres amigos; y otros
del mismo oficio, y linaje,

para encubrir sus designios
fueron al mesón a apearse,
y quando el Cura regalos,
cenas, y camas les haze
con gala, y con bizarrìa
el mas honrado hospedage,
ellso luego que del sueño

no pudo el Cura librarse
con prevención de los otros
aleves, tratan matarle,
para quitarle el dinero,
que eran gruesas cantidades.

Algo quitaron, y huyeron,
porque de las vecindades
salieron, y aun les mataron
uno de los de su parte.

Y para que conocido
jamás no fuesse de nadie,
con una daga, del rostro
confundieron las señales.

A monte fueron despues,
y entre otras atrozidades
que intentava ejecutar,
era: ò maldad de maldades!
à las mugeres preñadas,

las primeras que encontrasse,
matarlas, y de su vientre
las criaturas sacarles.

basta que hallase una que
hijo tuviese, y llevarle
a una hechicera su amiga,
que con essa acción infame,
dize que le libraría
de muerte de horca, y de cárcel.

Executòlo con dos,
è intentando hazer examen,
hasta encontrar con su tema
insulto tan execrable,
no le dexò proseguir
la infeliz manceba fragil;
que callando tiranias,
le ofreciò facilidades
de Caligulo, o Neron,
de brutos irracionales,
de Serpientes ponzoñosas,
de Vivoras penetrantes,
de barbaros, de silvestres,

y rigurosas crueldades
como aquellas, no se pueden
contar, ni aun imaginarse.

Lleno de tantos delitos,
bolviò à Aragon à buscarse
la soga, que previnieron
sus delitos por dogales.

Hizo muertes por dinero,
con fingidas amistades.

Fue à Tarazona, y de presto
supo hazer sus libertades
con otros Aragoneses:

que esta Nacion arrogante
si tiene alguno que es malo
es mas que furia infernal.

Fue escandalo del camino,
fue terror de los morrales.

De todos estados, sexos,
oficios, y facultades,
dixo que avia de ser
homicida inevitable.

Un Medico deseava
matar, porque no le falte
maza al perro; y el primero
que encontrò, le dixo à parte:

Salga fuera del Lugar,
que à una legua aquí distante
dexè mi mujer enferma,
venga luego à visitarle.

Saliò el pobre hombre sencillo
y así que llegò a apartarse
del Lugar, dixole: Muere,
que ninguno ha de matarme
de tu profesión; y solo
entonces dixo verdades.

A poblado volvió, y quiso
por descanso à sus afanes,
hazer muertes por dinero,
y vivir de sus jornales.

La Justicia prevenidad,
procurava darle alcance.
Passò otra vez à Castilla,
y de Almazán no distante,

à Don Juan Joseph de Hanz
y à su Esposa, haziendo viage
à Cordova, que Teniente
el Rey le nombré, à robarle
salió con sus camaradas,

y fin poder reservarle
de sus iras, mas que aquella
joya rica, y estimable
del decoro de su Esposa,

mas de treinta mil reales
les quitò, y se fue con ellos
à Granada, porque nadie
en Castilla descubriesse
delito tan execrable.

Harto de llevar Vandidos,
mató Clerigos, y Frayles,
Señoras, Damas, Dencellas,
Labradores, y Oficiales,

y de todas las especies,
y contadole cabales,
las mnuertes que avia hecho,
ay opiniones variables:
unos ciento y veinte dizen;

otros, que eran mas, y tales,
que ni los Barbaros nunca
usaron de semejantes
inventivas de dolor,
ni dieron tormentos tales.

Llegò à Granada, y alli
à una mujer nada facil,
con halagos, y violencia,
hizo que con él casasse.

Disfrazado ser vezino
puso tienda de Mercante
y haziendo diversos robos, proveia su homenage.

Catorce machos cargados
de sedas, y otros ropages
pilló,por cuyo delito
entrò à vivir en la carcel,
fin mas prueva, que sospecha
de su vida, y de sus artes.

No faltó en el calabozo
algun amigo, que cante
de su vida, y sus milagros
una muy curiosa parte.

Dieron cuenta à Aragon,
de que ocupava la carcel
Manuel Millán el Pelado;
y agradeciendo al instante
tal aviso, diligente
el gran Principe Cariate,
digno Virrey de aquel Reyno,

juzgando tan importante
el exemplo del castigo,
con ordenes especiales
del Rey Don Felipe Quinto,

que Dios mil años nos guarde,
mandó llamarle à Aragon;
a donde, para que pague
con su muerte tantas vidas,
sabias ordenes reparte;
pues que dispopne en Daroca,
al pie de un arbol hallasse

Confesor, dogal, garrote,
y fin a sus crueldades.
Y luego que el Confesor
hizo su cristiano examen,
Manuel de fiero, en cordero
transformó sus fealdades:

Y cogiendo un Crucifixo,
con mil ansias, y pesares
dixo: Yo pequé, Señor,
doleos deste miserable.

Murió con este consuelo;
y porque exemplo no falte,
en la horca de Daroca
le colgaron su cadáver.

Fue llevado a Zaragoza;
y paseado por las calles,
y en el suplizio dos vezes
fue vaga pension del ayre.
Virrey, Ministros, y Reyno
celebraron con alarde
castigo tan provechoso
para pobres caminantes,
exemplo para los malos;

porque entiendan los mortales;
que el malo de la Justicia
tarde, o nunca ha de librarse,
que como la asiste Dios
con las causas naturales,
haze descubrir insultos,
porque el castigo los haze.

La impresionante iglesias de Ibdes

La transcripción del romance es lo suficientemente elocuente como para comprobar su "historial" delictivo, iniciado desde muy pequeño con malos tratos a su padre, y desarrollado a lo largo de su vida con todo tipo de actividad delictiva (robos, asesinatos, tortura, etcétera). Finalmente fue condenado a la horca. Del romance también os quiero destacar la alusión directa al régimen foral aragonés, que le sirvió en principio para esquivar la pena capital.

Como podemos observar, la carrera como delincuente de Manuel Millán es terrible (dice el romance que en su nombre "todos los delitos caben"), y debió causar auténtico pavor en su día. Incluso se le relacionó con prácticas de brujería. Sus tropelías se extendieron de Calatayud a Zaragoza, Daroca, Tarazona, etcétera y llegaron a extenderse fuera de Aragón (Murcia, Castilla, Córdoba, Granada, etcétera). Su mote ("el pelao") fue en su día utilizado para denominar así a los habitantes de Ibdes (incluso hoy se les llama así), de forma un tanto injusta para su población, aunque también con cierta lógica si atendemos a la repercusión que tuvo este personaje. En Ibdes se puede observar la cueva del Pelao.

Del romance, recuerdo perfectamente que hace pocos años el grupo "Escandallo" publicó una versión cantada en cassette, realmente buena. Incluso Francisco de Goya dedicó una de sus pinturas negras a tan nefasto bandolero y asesino, el Pelao de Ibides, que os pongo en la cabecera de este post.


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