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La Cofradía del Santísimo Sacramento


La bula papal una vez restaurada

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Entre los documentos hallados en noviembre de 2019 en el antiguo despacho del palacio de los condes de Argillo de Saviñán, apareció una bula fechada en 1583 del papa Gregorio XIII, en la que se concedían indulgencias a la Cofradía del Santísimo, fundada en la parroquia de San Pedro de Saviñán. También se encontraron parte de un libro de cuentas de esta cofradía y unas tapas de pergamino fechado en 1562, que contenían un libro perdido de la Cofradía de Santa Lucía. En la parroquia se guarda un folio con el nombramiento de cargos de la Cofradía del Rosario entre 1593 y 1595. La primera noticia de la Cofradía de San Roque la encontramos en la visita del 12 de marzo de 1599 del arcediano Miguel de Ortí. En ella se mandaba que los cofrades y mayordomos debían dar las cuentas de la cofradía en quince días, bajo pena de excomunión. Una nota avisaba al margen que las cuentas se averiguasen en dos meses. En la Consueta de la parroquia de San Pedro de 1600 ya se recogía la celebración de la fiesta de la Cruz de Mayo, yendo en procesión a San Blas, pasando por la ermita de San Roque. A la vuelta se bendecían los términos en la Cruceta. Esta fiesta debía estar ya a cargo de la Cofradía de la Vera Cruz, que es citada en algunos testamentos de principios del siglo XVII, a la que dejaban limosnas y aceite.

A raíz de los milagros de los Corporales de Luchente (Valencia), y de la Hostia Sangrante de Bolsena, la fiesta en honor del Santísimo sería instituida por Urbano IV en 1264, encargando la redacción del oficio a Santo Tomás de Aquino. En los siglos XIV y XV los frailes franciscanos fundaron en Alemania y Francia las Cofradías del Santísimo Sacramento, para difundir el culto de la Eucaristía. En 1538 el fraile dominio Tomás Stella erigió una cofradía de estas características en la iglesia de Santa María della Minerva en Roma, un templo construido sobre otro pagano, dedicado a esta diosa romana. Un año después esta Cofradía de la Minerva sería aprobada por bula del papa Paulo III, para que sirviera de modelo a las que fueran surgiendo, concediendo a todas especiales indulgencias.

Los cofrades debían acompañar el Viático a los moribundos con los cirios encendidos, asistir a la misa y procesión por el claustro o interior de la iglesia con el Santísimo el tercer domingo de cada mes, teniendo en la mano una vela encendida, desde la elevación hasta la comunión del celebrante, participar en la fiesta del Corpus Christi y el viernes siguiente con velas encendidas, preparando para la comunión a los cofrades enfermos y recitando algunas oraciones. En Saviñán esta procesión se llevaba a cabo por el cementerio que rodeaba la iglesia. A partir del Concilio de Trento de 1560, estas cofradías se irían difundiendo por diferentes países, pues a partir de este Concilio y del Decreto de Paulo III, sería obligatorio colocar el sagrario o el Tabernario de la Reserva Eucarística sobre el altar.

El libro conservado de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Saviñán comienza en 1717. El 18 de abril de este año se había nombrado prior al canónigo de La Seo de Zaragoza, José Martínez Saldaña, a quien sustituyó su pariente mosén José Lafuente Martínez, quien daría las cuentas por los cinco años de su cargo en 1721. El 8 de febrero de 1722 se nombraría prior a mosén José Lafuente. La cofradía se sostendría con las cuotas de los cofrades. También llevaba a cabo una limosna, en la que recogía dinero y aceite, cobrando además un censo que debía pagar anualmente la casa de los Muñoz de Pamplona.

Entonces Juan Muñoz de Pamplona tenía a su cargo las Minervas de enero, febrero y noviembre. Las heredó la familia Olazábal Bordiú. La Minerva de marzo estaba a cargo de mosén José Lafuente Martínez, que pasó a Feliciana López y más tarde a Valero Ibarra. La de abril correspondía a mosén Antonio Gumiel, pasando a Wenceslao Yepes. La de mayo iba a nombre de Pedro Gracián, a quien heredaría José Gracián Gasca. La de junio aparecía a nombre de mosén Roque Pamplona, que pasaría a la familia Carnicer. La de julio correspondía al canónigo José Martínez Saldaña, que sería heredada por la familia Gracián Campos. La de agosto estaba asignada a Francisco García, que heredarían los Soriano-García. La se septiembre correspondía a Juan José Villalba, que pasaría a la familia Lasierra Sevilla. La de octubre la tenía a su cargo Juan Pujadas, que pasaría a Blanca Pujadas y finalmente a Francisco Gómez Pujadas. Y la de diciembre correspondía a mosén Jaime Gumiel Vela, que heredaría Juan Lafuente Palacios.

Al fallecimiento de Domingo Carnicer y Pamplona, sus hijos Domingo y Roque iniciaron un pleito, sobre el mejor derecho a la sucesión de la Minerva de su padre. El vicario general propuso en 1779 que Domingo Carnicer Villalba sucediera en la Minerva de su padre y Roque tuviera a su cargo la Minerva de la infraoctava del Corpus. Esta última pasaría a Antonio Sarto Carnicer.

A cada Minerva le correspondía llevar un hacha en las celebraciones y actos de la cofradía, y en caso de faltar debían pagar de multa una libra de cera. En 1737 Francisco García había pagado 5 sueldos por entrada a la cofradía. De este año a 1774 no se encuentran datos de la cofradía. En 1774 fue prior Miguel Muñoz de Pamplona, siendo sustituido por su capellán, mosén Manuel Pastor, quien dio las cuentas desde el 20 de marzo de 1774 al 28 de mayo de 1780. En las cuentas de 1775 se recogía lo recaudado en la limosna y el censal de la casa Muñoz de Pamplona. También se apuntaba la compra de hachas, lo gastado en alumbrar el monumento y en las doce misas rezadas por la Hermandad y en la octava del Corpus.

A la muerte de Juan de Afuera, Juan López de Afuera había pedido la Minerva de su tío. El 7 de abril de 1783 se decidió pasarle la Minerva, siguiendo la costumbre inmemorial de la cesión al pariente más próximo. A falta de parientes, la Hermandad determinaría lo más conveniente. También se acordó que los cofrades fueran doce, como se recogía en la Bula. El 29 de septiembre de 1785 se acordó que las juntas se celebraran en la casa del conde de Argillo, que haría de prior y guardaría el caudal y el libro de caja de la Hermandad. Aunque el nombramiento del síndico lo solía hacer el alcalde, aquel año se determinó que para el día de la limosna se nombraría para ello a un hermano por votación.

En 1790 mosén Manuel Pastor entregaba a la Cofradía una serie de documentos, que pasaban a manos de Juan Lafuente, seguramente al ser elegido prior. Eran los siguientes: La Bula concedida por Gregorio XIII, dos libros de pergamino de cuentas, la escritura del último testamento de Amador de Garay, de la Señoría, una tributación hecha por la Cofradía de Santa Lucía a Fernando López, algunas asuntos de los herederos de Martín de Garay, un documento con la carga de un censal y el testamento de Isabel de Garay.

El 20 de marzo de 1791 se acordó el nombramiento de prior el mismo día que se hiciera la limosna. Por sorteo, aquel año recayó el cargo en Josefa del Campillo, nombrando varios sustitutos, acordándose la multa de media libra de cera a quien faltase a los actos. En 1792 el cargo de prior recayó por sorteo en Pedro García, recibiendo la bula y los papeles de la Hermandad, además de una porción de plata del estandarte. En 1793 sería prior Martín Chueca, en 1795 Domingo Carnicer, en 1796 Roque Carnicer, en 1797 Juan Lafuente, en 1798 Fr. Juan López, en 1799 José Gracián, en 1800 Roque Carnicer y en 1804 Judas Carnicer. Este último año se acordó que los hermanos pusieran un duro por la falta de caudal. En 1805 cayó en suerte a Juan Pujadas el cargo de prior, en 1806 a Bernarda Villalba, en 1807 a Martín Lozano, en 1808 a Josefa del Campillo, en 1809 a Martín Lozano y en 1810 al conde de Argillo, que continuó en el cargo tres años, por las tres Minervas que tenía la casa. En 1813 el cargo se prorrogó dos años más por lo menos. El libro finaliza en el año 1816, con hojas rotas y manchas de humedad.

En octubre de 1921 se recogían en unas cuartillas los derechos y obligaciones de la familia Bordiú con la Cofradía del Santísimo. La familia conservaba tres Minervas, la de enero, febrero y noviembre. Era obligación asistir con las tres hachas los terceros domingos de cada mes, llevando el palio. En las Minervas de la familia había que llevar también la bandera. El Domingo de Ramos, después de la misa mayor, los cofrades se reunían en el palacio para liquidar las cuentas y tratar los asuntos pendientes. Era costumbre obsequiar a los cofrades con pastas y jerez por cuenta de la casa. Los cofrades estaban obligados a pagar el sermón del día de su Minerva, presentando su recibo, o en su defecto pagar 12,50 pesetas. Los Bordiú debían pagar 37,50 pesetas de las tres Minervas y 14 pesetas del censo. La cofradía debía celebrar una misa por el cofrade que falleciese. El 24 de abril de 1928 se acordaría que los cofrades contribuyesen en los gastos generales de la Hermandad.

En una nota sin fecha, Adelina Ibarra y Ramón Carnicer proponían la creación de unos estatutos. En vista de los de la cofradía de San Felipe de Zaragoza y para realzar los actos, proponían que hubiese hermanos fundadores y otros de número, que debían llevar las hachas los terceros domingos de cada mes, ganando las indulgencias otorgadas a la Hermandad, pero no hemos encontrado ninguna resolución al respecto.

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