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El cráneo del Papa Luna


FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El cronista Martín de Alpartir escribe en su Crónica dedicada al pontificado de Benedicto XIII, que el Papa Luna falleció el 23 de mayo de 1423, fiesta de Pentecostés, siendo enterrado en el palacio de Peñíscola. Y añade que el 9 de abril, Domingo de Ramos, y el 13 de abril, día de Jueves Santo, de 1430 "se desprendió tan copiosa fragancia y buen olor de la tumba del señor papa Benedicto XIII, que impregnó no sólo el castillo, sino también la iglesia y toda la villa de Peñíscola. El prodigio fue comunicado por el castellano de la fortaleza al rey Alfonso de Aragón, que estaba entonces en Cariñena, diócesis de Zaragoza. El noble barón Juan de Luna, sobrino del citado papa, que estaba presente, suplicó al rey que se dignase disponer que le fuese entregado el cadáver de su tío. Así se hizo y, con todos los honores, fue trasladado a su castillo de Illueca, donde, según se dice, se expone, con gran iluminación, en la misma cámara donde nació". Juan de Luna era sobrino nieto del Papa Luna. Ambrosio Bondía, en su Cytara de Apolo, de 1650, escribía que su cuerpo "asta oi entero, i aun intacto el Pontifical con que fue enterrado". Lo mismo aseguraba Andrés de Uztarroz: "iaze su cadáver en el castillo de la villa de Illueca, tan entero como si oi muriera".

Algunos autores sostienen que durante la Guerra de Sucesión (1700-1715), los soldados franceses que apoyaban a Felipe V, llegaron hasta Illueca, asaltaron el castillo y destrozaron el interior. Los soldados golpearon la momia de Benedicto, quizá para despojarle del Pontifical, arrojándola barranco abajo. Sólo pudo recuperarse el cráneo que se conservaba en el palacio de Argillo de Saviñán. Por su parte Guitart Aparicio asegura que este suceso ocurrió en 1813, en la llamada Guerra de la Independencia (1808-1814). Ana Polonia Martínez de Luna, hija de Ana de Luna y Antonio Manrique de Lara, vendió todos sus señoríos y propiedades en 1665 a Francisco Sanz de Cortes, I marqués de Villaverde desde 1670. Esta venta provocó un largo pleito con el conde de Sástago, que además era duque de Villahermosa, y el conde de Montijo, casado con la marquesa de Osera, emparentados con la Casa de Morata. A la muerte en 1837 de la última marquesa de Villaverde, María Luisa Sanz de Cortes Connock y Abeville, le heredó su sobrina María de la Soledad Muñoz de Pamplona y Sanz de Cortes, VI marquesa de Villaverde y condesa de Argillo, como sucesora de su padre Manuel Muñoz de Pamplona, muerto en 1803. En 1776, Carlos III concedió el título de conde de Argillo a Miguel Muñoz de Pamplona y Pérez de Nueros y Solchaga. Tras la muerte de su hijo Miguel sin descendencia en 1783, el título pasó a manos de su tío Manuel Muñoz de Pamplona, que casó con Pilar Sanz de Cortes. María Soledad Muñoz de Pamplona casó en 1805 en Saviñán con José Garcés de Marcilla y Azuela, quienes heredaron los títulos de marqués de Villaverde y condes de Morata y Argillo, según consta en la Carta de Sucesión dada por Carlos IV el 3 de junio de 1805.

No sabemos cuándo llegó el cráneo del Papa Luna al palacio de Saviñán. En un inventario del palacio de Saviñán realizado en 1890 se dice que el cráneo se exponía en una urna sobre una mesa de mármol en la Entresala, contigua a la capilla. Pero el escritor romántico y periodista menorquín José María Quadrado y Nieto (1819-1896), en el tomo de 1844 dedicado a Aragón, de Recuerdos y bellezas de España, escribe que en Illueca contempló el palacio donde nació Benedicto XIII, cuyos restos profanaron los franceses, salvándose el cráneo que se guardaba en Saviñán. Y añadía: "nosotros hemos tenido en las manos aquella cabeza venerable revestida aun de piel en que se distinguen la raíz de los cabellos y las venas de su frente; y por la nariz marcadamente aguileña, por las órbitas de los ojos vacía una de ellas, nos hemos esforzado en adivinar y animar la fisonomía del nonagenario cautivo, de aquel que sembró en Aragón las huellas de su pontifical munificencia, y que vive indeleblemente en los recuerdos del mismo vulgo con el nombre de papa Luna".

El 5 de febrero de 1885, La Unión informaba que, procedente de Londres, se encontraba en Zaragoza el Reverendo P. Fages, para investigar sobre la vida de San Vicente Ferrer y su época. Y añadía que este historiador dominico visitaría en breve Saviñán, para ver la casa y la cabeza del Papa Luna. El Diario de Avisos de Zaragoza informaba el 18 de agosto de 1897, que el escritor escocés Anderson, había pasado algunos días en Saviñán y Peñíscola, donde había recogió datos acerca de la personalidad del Papa Luna. Se trataba del arquitecto escocés sir Robert Rowand Anderson (1834-1921), que era empleado de la Universidad de Saint Andrews, Escocia. Benedicto XIII, reconocido Papa por los escoceses, dio el 21 de agosto de 1413 seis bulas para la fundación de esta Universidad. Hasta 1976 estuvo expuesto en la galería superior de la Biblioteca de esta Universidad un molde de yeso del cráneo del Papa Luna, que fue sacado por Anderson, que había sido contratado en 1897 para restaurar parte de esta Biblioteca. Para exhibirlo se construyó una caja de cristal, sobre una base de madera, con el escudo de Pedro de Luna, coronado por una tiara papal y dos ángeles arrodillados a cada lado. También regaló a la Universidad una colección de fotografías de Peñíscola, de objetos de La Seo de Zaragoza, del castillo de Illueca, del Chateau Renard, de la custodia y de la fuente bautismal de la catedral de Tortosa, donadas por el Papa Luna, así como una fotografía de la calavera, según se conservaba en el oratorio del palacio de los condes de Argillo de Saviñán.

En agosto de 2013, una delegación de la Universidad de St. Andrews, encabezada por su rectora, visitó el castillo de Peñíscola, lugar donde se redactaron las Bulas que autorizaron la fundación de esta Universidad en 1413, hace seiscientos años.

En el número 2, del 16 de junio de 1899, de la revista semanal ilustrada Alrededor del Mundo (1899-1930), apareció un curioso artículo firmado por Wanderer titulado "La cabeza del antipapa Luna". Manuel Alhama Montes (1857-1910), que utilizaba el seudónimo de Wanderer, nómada o viajero en alemán, había sido redactor de Heraldo de Madrid y de El Imparcial de Madrid, donde colaboró con una sección fija, que llevaba el mismo título que eligió para la revista que fundaría en 1899. En 1850 había aparecido Au Tour du monde (Alrededor del mundo), editada por Jacques Hachette. En su necrológica, debida a Eduardo Zamacois y publicada en el número del 16 de marzo de 1910 de Alrededor del Mundo, se decía que esta publicación, a la que su fundador había consagrado "todas las actividades y todo el cariño de sus últimos años", había sido "su vida, su historia, el aroma de su alma, curiosa y errante".

En este artículo dedicado al Papa Luna, Wanderer narraba las peripecias que le llevaron hasta Saviñán. Como entonces Saviñán no tenía apeadero, el periodista tuvo que apearse del tren en la estación de Paracuellos. Llevaba varias cámaras fotográficas y unas cartas que había conseguido del entonces conde de Argillo, Luis Bordiu y Garcés de Marcilla, para entregarlas a su apoderado de Saviñán.

Al poco tiempo de morir Mariano de Cavia (1855-1920), Heraldo de Aragón promovió la realización de un monumento en Zaragoza, como homenaje a este ilustre periodista. El domingo 3 de julio de 1921, unos días antes del primer aniversario de su fallecimiento, fue inaugurado este monumento, debido al escultor José Bueno, en la Plaza de Aragón de Zaragoza. A este acto no faltó el escritor Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), amigo de Cavia, y el director de El Sol. Blasco Ibáñez llegó en tren a Zaragoza el día 2, después de haber pasado unas horas en Calatayud, donde había vivido unos años de su juventud, pues su madre Ramona Ibáñez Martínez había nacido en la ciudad bilbilitana. Sobre el pedestal, Blasco Ibáñez pronunció un discurso "vibrante y elocuentísimo". En él señaló que los pueblos se distinguían por sus grandes hombres de Ciencia y Literatura, no por sus políticos. La Banda del Hospicio amenizó el acto. El Gobernador obsequió a las autoridades con un refresco, el alcalde de Zaragoza con una comida en el Casino Mercantil y Heraldo de Aragón con una cena. Amenizaron el banquete el Orfeón Zaragozano y una rondalla. Por encargo de Basilio Paraíso, hubo champaña de honor por la tarde en la parcela de Lac. En aquella ocasión, Blasco Ibáñez visitó el Museo Provincial de Zaragoza, acompañado por los redactores de Heraldo de Aragón.

Al día siguiente y acompañado por los diputados provinciales Izabal y Lorente, Blasco Ibáñez visitó Illueca y Saviñán, con objeto de recoger datos para la novela que estaba preparando sobre la figura del Papa Luna. Blasco Ibáñez tenía previsto regresar aquella misma tarde a Zaragoza, para marchar al día siguiente a Huesca y Jaca. En 1925 Blasco Ibáñez publicó en la editorial Prometeo de Valencia su novela El papa del mar, dedicada al Papa Luna, en la que escribe sobre su calavera: "Yo la he tenido en mis manos: sorprende por su pequeñez cuando se piensa en la enormísima voluntad que se cobijó dentro de ella. Guarda su epidermis y restos de sus ojos, como las cabezas de los faraones en el museo de El Cairo".

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