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PALAFOX Y MENDOZA, Juan de |
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Hijo
natural, aunque más tarde reconocido, del marqués de Ariza.
Su madre, cuyo nombre no se conoce con certeza, parece que trató
de ocultar la deshonra refugiándose para dar a luz en los célebres
baños de Fitero, de ahí el nacimiento navarro del autor en
el año 1600. Estudió en el colegio San Gaudioso, de Tarazona
y más tarde en las universidades de Huesca, Alcalá y Salamanca,
donde se graduó Bachiller en Cánones en 1620. A los veinte
años, su padre, comienza a encargarle de los negocios familiares
del marquesado, cuya administración le queda encomendada a la muerte
de éste en 1625. Su primer encuentro con la política tiene
lugar asistiendo, en
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nombre y representación del marquesado de Ariza,
a las Cortes de Aragón celebradas, primero en Barbastro y luego
en Calatayud, en el año 1626. Ese mismo año es nombrado fiscal
del Consejo de Guerra. En 1629 abraza el estado eclesiástico y en
octubre se le encomienda la fiscalía del Consejo de Indias, del
que es nombrado consejero en 1633. Tras varios viajes por Europa se le
nombra Consultor de Cámara y segundo ayo del príncipe Baltasar
Carlos, visitador del Real Monasterio de las Descalzas de Madrid y del
Colegio Real de Salamanca, y, más tarde, capellán de María
de Austria, hermana del rey Felipe IV. A finales de 1639 es consagrado
obispo de la Puebla de los Ángeles (Méjico), sede de la que
toma posesión al año siguiente. En 1642 es nombrado virrey
de Nueva España, a la par que arzobispo de Méjico, cargo
este últino que no fue aceptado. Administró no obstante dicha
diócesis durante poco más de un año. Dotó de
nuevos Estatutos a la Universidad mejicana, reorganizó el seminario
de San Juan Evangelista, fundó el tridentino de San Pedro y el eximio
de teólogos de San Pablo. Para el de San Pedro obtuvo el título
de real y la erección canónica del papa Inocencio X. Por
estas fechas comienza sus polémicas y posterior proceso con los
jesuitas, que tan amplia repercusión habían de tener tanto
en Roma como en España, y el rey Felipe IV ordena, en 1648, su regreso
a nuestro país, donde a principios de 1655 y una vez zanjado el
incidente, es nombrado obispo de Osma, ciudad donde fallecería en
1659.
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