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Inicio/ Revista de cultura y opinión/ Número O. Septiembre, 1999

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Descubrimiento de un retrato


Juan Perucho


Hojeando un libro reciente sobre el patrimonio artístico de la Universidad de Madrid, se me aparece el rostro de don Vicente de la Fuente, gran especialista en historia eclesiástica del siglo pasado. Es un rostro duro, alargador, con unas poderosas mandíbulas. Pintado por José María Galván, artista madrileño no muy conocido a no ser en el campo del grabado. En la pintura se hace constar que el retratado era hijo de la antigua Bílbilis y rector de la Universidad de Madrid, entre otros cargos. Consta su localización en un rincón sombrío del Rectorado.

Don Vicente de la Fuente escribió una Historia eclesiástica de España (1859), primera historia narrativa completa de la Iglesia española, nunca escrita hasta entonces. Hubo, naturalmente, grandes historiadores que se extendieron en estos temas especiales, como los padres Flórez y Villanueva, pero no existía una historia de carácter general. Vicente de la Fuente se decidió, después del discurso en Roma de Alonso Clemente de Aróstegui, a escribir esta historia, tal como manifiesta en el prólogo de su obra. Aróstegui decía: "Nullan esse Ecclesiae Hispaniensis Historiam, quae fluens ab exordio rerum ad haec tempora perveniat." No obstante, ente estas palabras, el padre Burriel ironizaba: "Pero fuera mal tolerable no tener historia general eclesiástica buena si mucho de lo que de ella tenemos no fuera tan malo." Antonio Palau, en su Manual del librero hispanoamericano, relaciona una treintena de obras publicadas por don Vicente de la Fuente, entre ellas una Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas en España (1870), otra sobre La sopa de los conventos (1868) y finalmente una sobre la expulsión de los jesuitas, titulada extrañamente así: 1767 y 1867 (Madrid, 1867).

En esta obra, Vicente de la Fuente pasa revista a la correspondencia de Campomanes, Roda, Azara, Floridablanca y Aranda, todos ellos políticos ilustrados, y extrajo de ella las consecuencias desfavorables a los jesuitas. La caída del confesor del Rey, el padre Rávago, parece que fue pieza importantísima. El embajador inglés Keene comunica con alegría que la caída del padre Rávago "llevaba consigo la de la Orden de los Jesuitas en masa". Circulan los versos satíricos:

Ya, mundano el Gobierno,
no será presunción vana
que les quiten la sotana
a la entrada del invierno

La noche del 2 al 3 de abril de 1767 tuvo lugar La operación cesárea. Vicente de la Fuente transcribe el siguiente párrafo de la carta de Roda dirigida al caballero de Azara en 14 de abril de 1767: "Por fin La operación cesárea se ha terminado en todos los colegios y casas de la Compañía de Jesús en España. Según las comunicaciones que nos acaban de llegar, ya están caminando todos hacia los diferentes puertos donde han de ser embarcados. Allá os mandamos una buena mercancía. No ha habido resistencia ni motín (¡Ah!) en ninguna parte. Se conoce que los terceros no son tantos como se creía."

Dice don Vicente que las casas de los jesuitas de Roma fueron invadidas a las ocho de la noche y que el conde de Aranda fue caballeroso, pues dejó dormir a los jesuitas hasta las cuatro de la mañana. El embargo se hizo con tanta escrupulosidad que al día siguiente las joyas de Nuestra Señora del Gesú lucían públicamente en el escote de la concubina de Alfani, unos de los principales esbirros encargados del secuestro e inventario de los bienes.,

Pasan los años, y en 21 de julio de 1773, el breve Dominus ae Redemptor del Papa Ganganelli (Clemente XIV) anuncia: "Sostenidos por el Espíritu Divino, impulsados por el deber de asegurar la paz de la Iglesia y convencidos que la Compañía de Jesús no está ya en disposición de asumir las funciones para las cuales fue creada, impulsado, en fin, por otras razones que nos dictan la prudencia y el gobierno de la Iglesia, suprimimos por la presente la Compañía de Jesús, sus misiones, sus casas y sus instituciones." Dos soberanos no católicos salvaron, no obstante, a la Compañía de su total extinción: el protestante Federico II de Prusia y la ortodoxa Catalina II de Rusia. Ni el uno ni el otro dieron por recibido el breve pontificio y dejaron subsistir la Compañía en espera de tiempos más propicios, como así sucedió.

Para convencerme de ello, un día compré en Lisboa un volumen de las cartas del Papa Lorenzo Ganganelli. En su juventud fue amigo de Próspero Lambertini (futuro Papa Benedicto XIV), intelectual y sensible, de una inteligencia agudísima, viva e irónica ("en mi posición no me rebajan las palabras, sino que soy yo quien las ennoblece"). Emilio de Rossignoli asegura de Lambertini  que, cuando era todavía cardenal, se ocupaba de los vampiros de los Cárpatos "al lume della scienza", citando episodios descritos en un diario de Novimberga, y que observaba que "la resurrezionne dei morti e le loro imprese marcavano di prove sicure". Grandes amigos de este Papa fueron el historiador Luis Antonio Muratori (Sampere y Guarinos tradujo sus Reflexiones sobre el buen gusto, así como Moreno Morales su Filosofía moral), fundador de las ciencias históricas de Italia; el pintor Piranesi, los grabados del cual fueron testigos de la sombría belleza de la Roma del siglo XVIII; el compositor alemán Gluck, que estrenó en Roma su obra Antígona, en 1756, y fue nombrado caballero de "La espuela de oro" por el Papa, que admiraba al gran músico creador de un nuevo estilo en la ópera. Pronto se estrenaría la temática de "la lógica del male e la vanitá del bene", y se escribirían versos metafísicos recordando otros de un pasado melancólico:

Ogni signor di trenta contadini
E di una bicoccazza usurpar vuole
Le cerimonie de'culti divini.

De Clemente XIV, Michel Mourre dice que fue "d'abord franciscain, cardinal en 1759, élu (19 mai 1769) aprés un conclave de trois mois". Ganganelli murió el 23 de septiembre de 1774, meses después del famoso breve. En una carta "al signore abate Lami" dice que "una cosa veramente insolite é il veder come l'anima s'alzi ad un tratto insino alle stelle" (12 de octubre de 1749). Después de su muerte, ningún Papa ha tomado el nombre de Clemente.

ABC (29-5-1991)


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