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Inicio/ Revista de cultura y opinión/ Número O. Septiembre, 1999

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Quince años ya



 

José Ramón Olalla
Miembro del consejo regional de enseñanza de CCOO

 

Se llama Ana y tiene cincuenta y dos años, en su infancia pudo ir poco a la escuela, lo justo para hacer unas cuentas, escribir no sin dificultades y leer un poco, cada día menos, y es que estas cosas, si no se practican se anquilosan; ayer acabó de leer su primera novela, ¡la primara novela de su vida!, y no lo ha leído sola, otras diez mujeres la han acompañado en la andadura; diez mujeres que, poco a poco han ido recuperando o descubriendo el gusto por la lectura.

Catalina casi ha cumplido los setenta, al menos eso dice ella aunque tengo mis dudas; siempre ha contado cuentos: a sus hijos, a sus nietosÖtiene una extraordinaria capacidad para inventar; ahora otros podrán leer sus historias porque sabe escribir desde hace varios años y se ha embarcado junto con otras compañeras, en la aventura de hacer un cuadernillo colectivo que encierra memorias y leyendas muchas veces contadas.

Antonio es un chico joven, diecinueve años y una escolarización llena de problemas; la escuela no era para él, le aburría, quería dejarlo cuando tuviera la edad mínima y ponerse a trabajar, y lo hizo; trabajó poco, con poco sueldo, pocas garantías y muchas horasÖ el mercado laboral no da muchas alegrías y menos a los que andan justos de formación; decidió sacarse el graduado y lo consiguió, ahora está preparando las pruebas de formación profesional; su madre es Ana y casi no se lo cree.

Paco es agricultor y vive de eso; de eso y de una casa de turismo rural que gestiona su mujer, Lucía; todas las noches los dos se sientan ante un ordenador y aprenden a llevar las cuentas de sus trabajos. El curso de procesador de textos ya lo hicieron el año pasado; lo que más les gustó fue colaborar en una revista sobre su rivera: el castillo, las iglesias de todos los pueblos, los paisajes naturalesÖ En grupo hicieron las fotos, escribieron los artículos o dibujaron los mapas de las rutas, Lucía y Paco maquetaban con el ordenador. Reparten esa revista a los turistas que se alojan en su casa y en otras casas de la comarca, así pueden conocer la zona y preparar sus excursiones; también hay ejemplares en todos los ayuntamientos.

María siempre había tenido inquietudes culturales, pero en el puebloÖ ahora dinamiza una asociación de mujeres. Dolores se sacó el graduado hace catorce años, hace trece se matriculó en el curso de acceso a la Universidad para mayores de veinticinco, hace tres acabó derecho en la U. N. E. D., mientras tanto, unas oposiciones a Justicia aprobadas. Luisa hace teatro aficionado. Silvia y Juan festejan y participan en un taller de naturaleza, están aprendiendo a conocer las plantas y a valorar el medio. Jaime tiene treinta y dos años y lo que se llama " necesidad educativas especiales", hay gente que las atiende. Carmen enseña el museo local que montaron entre todosÖ

Ana, Catalina, Antonio, Paco y Lucía, María, Dolores, Luisa, Silvia y Juan, Jaime y Carmen tienen distintas edades y ocupaciones; viven en pueblos de Aragón, pequeños, envejecidos; económicas o culturales que proporcionan las capitales de provincia, han participado en las Personas Adultas ( E. P. A.) y eso les ha ayudado a ser lo que son y a hacer lo que hacen. Quince años ya, desde el 84, llevan funcionando los Planes Provinciales de E. P. A. en las tres provincias aragonesas; y en ese periodo muchas Anas y muchos Antonios han pasado por las aulas. Mucha gente, muchas expectativas cumplidas, pero también muchas por cumplir y, sobre todo, muchas incertidumbres, siempre las mismas. ¿Seguirá funcionando el año que viene? ¿Continuará el ayuntamiento solicitando el convenio? ¿Tendremos la misma educadora o vendrá otra? ¿Habrá más dinero, el mismo o nada?

Y es que, desde hace años la E. P. A. vive una situación de provisionalidad: Los convenios entre Ayuntamientos, las Diputaciones Provinciales y la Administración educativa se firman año a año, ¡quince años pendientes de si sale el convenio! Las contrataciones de los educadores y educadoras se hacen por curso escolar, ¡quince años pendientes de concurso que, a veces, no salen en el pueblo donde el educador ha trabajado siempre! En E. P. A. trabajan funcionarios de la administración educativa y profesorado contratado por los ayuntamientos, el mismo trabajo, pero distintos sueldos y condiciones laborales, ¡quince años esperando una mejora de la calidad del trabajo; " si me sale algo mejor, me voy"!

Y cada año lo mismo, porque la E. P. A. rural aragonesa, además de unos pocos centros públicos dotados de funcionarios, depende de multitud de convenios entre municipios y administración educativa, cuya firma resulta de la voluntad política del ayuntamiento, de las perras disponibles en el pueblo, de las disponibles en la Diputación y de las disponibles en los Presupuestos Generales ( hace años que no se recibe dinero para equipamiento y, desde hace unos pocos, tampoco para actividades). Porque el alumnado acaba un curso y no sabe cuándo comenzará el siguiente, ni si lo comenzará; tampoco sabe cuándo podrá estudiar secundaria obligatoria ( porque la ESO de personas adultas sólo se estudia en la capital y no en los pueblos pequeños). Porque educadores con experiencia y capacidad profesional, que han trabajado con pocos medios, pocos apoyos y muchos esfuerzos, se van buscando mejores condiciones laborales, cansados de esperarÖ

Las elecciones municipales se han producido, las nuevas Cortes y Gobierno de Aragón, los nuevos Ayuntamientos y las nuevas Diputaciones Provinciales tienen en su mano consolidar, de una vez, y después de quince años, un plan aragonés de educación de las personas adultas enmarcado en las nuevas competencias de nuestra Comunidad. Un plan plurianual (ya basta de convenios parciales) que garantice la continuidad del programa; que desarrolle la LOGSE para personas adultas impulsando las áreas ocupacional, sociocultural y académica; que proporcione recursos económicos y humanos suficientes; que estabilice y dé calidad a los puestos de trabajo; que tenga un marco legal adecuado; que, en fin, permita a cualquier aragonés o aragonesa habitante de cualquier pueblo, acceder a la formación permanente en igualdad de oportunidades.

La Comarca (23-7-99)



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