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Reflexiones sobre la gripe de 1918
y el coronavirus de 2020


LAURA Y MARÍA LARA | En el tránsito del invierno a la primavera parece que, lamentablemente, nos introducimos en el tema de estudio de 1918. ¿Quién iba a esperar que el virus llegara? Epidemia que recluye a los ciudadanos en sus domicilios. Confinamiento que obliga a recapacitar en el hilo que separa la vida de la muerte. Situación límite en la que se acrecientan las muestras de solidaridad.

En España la gripe de 1918 tuvo tres oleadas: en mayo, en septiembre y en primavera de 1919. Hay que tener precaución con los intervalos, pues el segundo brote fue más mortífero aún y, cuando se congregaron multitudes de personas en la vendimia y por las fiestas en los pueblos, el virus se hizo terrible.

Se cuenta que, en 1918, Zamora fue una de las provincias más afectadas en cuanto a número de muertos, con días de 200 caídos. Como se desconocía la causa, con una mentalidad providencialista y por supuesto sin intuir el riesgo, el obispo de aquellos momentos, Antonio Álvaro y Ballano, organizó rogativas públicas. Nacido en Cimballa, en Zaragoza, en 1876, pasó por Guadalajara, ya que fue profesor de hebreo y filosofía en el seminario de Sigüenza. Su formación era deslumbrante, de hecho en la primera pastoral citaba a Newton. Ocupó la canonjía de Toledo, y en 1913 el cardenal Sancha, primado de España, lo designó obispo de Zamora.

El 30 de septiembre de 1918, Álvaro y Ballano organizó una misa y novena en honor de san Roque, protector contra la peste y la curva se disparó. A partir de esa fecha las muertes se incrementaron en Zamora "la bien cercada", hasta el punto de llegar a 200 los fallecidos en una sola jornada, el 12 de octubre. Una placa en el antiguo Consistorio y actual sede de la Policía Municipal de Zamora homenajea a quienes combatieron la gripe en 1918. Por cierto que, en el siglo X, el primer obispo de Zamora, Atilano, peregrinó a Tierra Santa para purgar sus pecados con el propósito de liberar a la ciudad de la peste.

La gripe se cebó especialmente con los médicos y los religiosos que atendían los hospitales. Afectó a personas de todas las edades, adultos, mayores, niños y jóvenes, especialmente a estos últimos, por la tormenta de citoquinas que ocasionaba en los cuerpos más fuertes. Se cerraron los colegios y teatros, las calles se quedaron desiertas. En Málaga se pedía a los obreros de los cementerios que se lavaran las manos antes de volver a sus domicilios, y se impedía la venta de ropa o muebles de segunda mano sin desinfectar. En Santiago de Compostela hubo jornadas de 40 cortejos fúnebres al día.

En 1918 ya hubo "reclusión" en los domicilios como medida preventiva. El #Quédatencasa está inventado desde tiempos ancestrales para combatir las pandemias. Dios está en todos los sitios y, además, en la aldea global los fieles podemos seguir las ceremonias rezando desde el hogar.

Nueva Alcarria (25-9-2020)


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