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El apeadero de Saviñán


FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 1 de agosto de 1861 llegaría a Zaragoza el primer tren procedente de Barcelona, vía Lérida. En el número 11, correspondiente a la segunda quincena de mayo de 1863, de la Revista de Obras Públicas, se informaba de la inauguración de las tres últimas secciones del ferrocarril Madrid a Zaragoza el pasado 16 de mayo. De esta noticia ya se había hecho eco toda la prensa, que había descrito el viaje de ida y vuelta de los invitados y políticos, que acompañaban a los ministros de Fomento y de Marina. Los invitados a esta inauguración habían salido en un tren especial de la estación de Atocha de Madrid a las 7 de la mañana. El tren paró en Alhama, donde se sirvió el almuerzo, y en Calatayud, donde fueron obsequiados con un refresco, perdiendo casi dos horas en estas dos paradas. Por la noche, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Zaragoza invitaron a todas estas personalidades a un magnífico banquete. El viaje de vuelta duró también doce horas, saliendo de Zaragoza al día siguiente a las 10 de la mañana, parando en Alhama y en Sigüenza, con igual objeto. La longitud total de la línea era de 340 Kilómetros, por lo que resultaba una media de 40 Kilómetros por hora, "lo cual no debe extrañarse en un primer viaje, estando la vía recién sentada y no completos aún todos los elementos de un servicio regular y ordenado".

El tramo de Arcos de Medinaceli hasta Alhama ya estaba abierto al público, inaugurándose otro tramo de esta 5ª sección, que comprendía de Alhama a Calatayud. Se inauguró también la 6ª sección, de Calatayud a Ricla, y la 7ª sección, de Ricla a Zaragoza, con un total de 124 kilómetros. Estas tres secciones estarían abiertas al público a partir del 25 de mayo. La sección 6ª, de Calatayud a Ricla, con 36 kilómetros, contaba con 16 puentes sobre el Jalón y con 11 túneles. "Esta sección es sin duda la más interesante de la línea, tanto por el número y consideración de sus obras como por lo pintoresco del valle del Jalón, que se sigue en toda su longitud". También era la más peligrosa, pues la vía era única para ambos sentidos.

Desconocemos la razón por la que Saviñán no contó en un principio con estación. Para facturar había que ir a Paracuellos y entonces todas las mercancías, fueran árboles, frutas o aceite, se enviaban por tren. Tampoco paraban los trenes de viajeros en Saviñán. El 23 de diciembre de 1880, El Liberal informaba que los contribuyentes de Saviñán estaban gestionando activamente, para que se estableciera un apeadero próximo al pueblo.

Según recoge el acta municipal del 25 de octubre de 1937, se comisionó al alcalde, Iñigo Gracián, para que indagara los medios utilizados por el Ayuntamiento de Purroy, que había conseguido de la Compañía de Ferrocarriles Madrid-Zaragoza-Alicante la concesión de un apeadero. El 24 de noviembre, el alcalde informaba al pleno que en varias ocasiones se había pedido a la Compañía de Ferrocarriles un apeadero para el pueblo, sin ningún resultado. Todos convenían que el lugar más conveniente para el apeadero era el kilómetro 260 de la vía. Como cada día era mayor esta necesidad, debido a las actividades agrícolas, industriales y comerciales del pueblo, el pleno acordaba solicitar el apeadero al jefe del Servicio Militar de Ferrocarriles, para que elevara la solicitud a la autoridad competente, comprometiéndose el Ayuntamiento a pagar todos los gastos necesarios para la construcción de un andén, la instalación del alumbrado eléctrico y el pago del fluido, garantizando a la Compañía 3.000 pesetas de ingresos mínimos por billetes al año.

El contrato entre el Ayuntamiento de Purroy y la Compañía de Ferrocarriles Madrid-Zaragoza-Alicante, sobre el apeadero, se firmó el 8 de diciembre de 1937. La Compañía de Ferrocarriles se encargaría de la conservación del andén de 60 metros, que iba a construirse en el kilómetro 266'330, todo con cargo al Ayuntamiento de Purroy, que debía correr también con los gastos de la línea eléctrica, alumbrado público y reemplazo de bombillas. Los viajeros contarían con dos trenes de viajeros ascendentes y otros dos descendentes. El Ayuntamiento de Purroy garantizaba un importe mínimo de 1.000 pesetas por billetes al año. Entonces era alcalde de Purroy, Ricardo Cabello.

El 13 de junio de 1938, el alcalde dio cuenta de una comunicación del subdirector de la Compañía de Ferrocarriles, en la que manifestaba la concesión del apeadero a Saviñán, que se habilitaría en el kilómetro 259,549, previo pago, como así lo había manifestado el Ayuntamiento, del coste de las obras, que ascendían a 3.218'10 pesetas. Esta cantidad debía ingresarla el Ayuntamiento en la caja de la empresa ferroviaria. El pleno acordó ingresar esta cantidad y para evitar más demora, algunos concejales propusieron adelantar el dinero. Iñigo Gracián adelantó 1.000 pesetas, Francisco Pina Pérez, Pascual Sanjuán Mené, Enrique Gómez Maestre y Francisco Uriol Barra, adelantaron 500 pesetas cada uno. El secretario Miguel Lafuente adelantó las 218,10 pesetas que faltaban. Por su parte el Ayuntamiento se comprometía a reintegrar a los donantes las cantidades adelantadas. Se acordó que el alcalde representara a la Corporación en la firma del contrato con la Compañía, en el que constaría el compromiso del Ayuntamiento de pagar las obras y colocar el alumbrado eléctrico, garantizando 3.000 pesetas por billetes al año.

El pleno daba públicamente las gracias a Luis Gómez Lafuente, por su "valiente y decidido apoyo, gracias al cual principalmente hemos conseguido tan beneficiosa reforma para el pueblo", sin olvidar tampoco el interés de Vicente Blanco y de Fernando Gómez Lafuente, "que han apoyado con calor y decisión, los deseos del pueblo, que este último con su amistad estrecha con D. José María Rivero de Aguilar, influyó decididamente".

El 18 de julio se acordó formar un presupuesto extraordinario para cubrir las 17.000 pesetas a las que ascendían las expropiaciones y las obras que debían realizarse para poner en marcha el nuevo apeadero. Para ello la Comisión de Hacienda y el secretario estudiarían los ingresos para dotar este presupuesto, de acuerdo con el Estatuto Municipal y el Reglamento de Hacienda. El 25 de julio la Comisión de Hacienda presentó su presupuesto, en el que se gravaba toda la riqueza del pueblo, pues toda ella iba a beneficiarse, y a los vecinos, que podían redimir este gravamen por prestación personal. Por unanimidad se aprobó el 1 de agosto el proyecto del edificio del apeadero, debido a Domingo Buendía, pues satisfacía las necesidades para las que era destinado, requiriéndose una parte de la finca de Luis Gómez Lafuente, entonces vecino de Ariza. A causa del plazo exigido y de la falta de obreros en el pueblo, el Ayuntamiento acordó el 8 de agosto contratar el edificio del apeadero con Salustiano Blanco, de Calatorao. Una semana más tarde, el 15 de agosto, se daba cuenta de la inauguración del apeadero de Saviñán, a la que habían asistido todas las autoridades locales y alto personal de la Compañía. En representación del Delegado Militar del Estado, había estado presente el Comisario de Guerra, Luis Gómez Lafuente, descendiente de Saviñán, "el que tanto interés y cariño ha puesto para la consecución de la mejora, factor principal en la concesión".

El 17 de abril de 1939 se informaba que el pasado día 12, Manuel Amilburu había presentado las cuentas de cobro del reparto extraordinario para el apeadero. El Ayuntamiento las halló conformes, siendo aprobadas por unanimidad, aunque todavía quedaban por cobrar 209,16 pesetas.

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