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Soldados de la Guerra de Cuba

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 24 de febrero de 1895 comenzó la definitiva guerra de la independencia de Cuba, conflicto al que el gobierno español mandó a miles de reclutas inexpertos, mal equipados, desmoralizados y mal dirigidos.

Se calcula que entre 1895 y 1898 fueron trasladados a Cuba doscientos veinte mil, doscientos ochenta y cinco soldados, además de las tropas que se movilizaron dentro de la propia Cuba. Ya en 1895 se trasladaron a Cuba ciento doce mil novecientos veintiún soldados y oficiales, y en 1896 llegarían más de ochenta mil. Entre 1887 y 1898 se contabilizaban trescientos cuarenta y cinco mil, seiscientos noventa y ocho, entre jefes, oficiales y soldados trasladados a Cuba. Pero solamente se tiene constancia del regreso de ciento cuarenta y seis mil seiscientos ochenta y tres. La elevada cifra de doscientas mil bajas, puede incluir a los muertos, desaparecidos, desertores y a los que se ocultaron para no ser repatriados y prefirieron quedarse en Cuba. Según documentos oficiales, solamente setecientos ochenta y dos soldados murieron en combate y ocho mil seiscientos veintisiete por heridas. Más de cuarenta mil fueron aquejados de un tipo u otro de enfermedades, entre ellas la fiebre amarilla, que se cebó en catorce mil soldados.

Desde el 4 de mayo de 1895 hasta el 30 de junio de 1898, España se gastó casi dos mil millones de pesetas en esta guerra. Se cumplía así la promesa de Cánovas, de permanecer en Cuba "hasta el último hombre y la última peseta". Los anarquistas gustaban transformar esta frase: "Hasta el último hombre que no tenga los 300 duros para redimirse".

Ya en 1889 se anunciaba en el periódico zaragozano La Derecha, la Agencia de Quintas Juan Lagunas, sucesor de Vancells, que tenía su domicilio social en la calle Azoque. Según anunciaba, era la más antigua y acreditada de la provincia, encargándose de sustituir en todas las zonas a los reclutas destinados al ejército de Ultramar, a precios y condiciones convencionales. En 1898 se anunciaba en el Diario de Avisos la agencia de sustituciones de Eduardo Izquierdo, que tenía sus oficinas en la plaza de san Pedro Nolasco.

En 1898, toda la prensa abogaba por la abolición de la redención del servicio militar, pero en sus páginas se anunciaban estas agencias. El 74'6% de las sustituciones y el 47'3% de las redenciones correspondían a labradores y artesanos.

El 16 de enero de 1898, en el Teatro Pignatelli de Zaragoza, se celebró un mitin convocado por el Partido Federal republicano, para abogar por la paz y pedir al Gobierno que derogase la redención por metálico mientras durase la campaña de Cuba. El 25 de abril el diputado por Zaragoza Joaquín Gil Berges, presentó en el Congreso una Proposición de Ley que no fue aprobada. El artículo 1º decía: "Se suprime la redención por metálico del servicio militar activo tanto para el ejército de la Península, como para el de Ultramar".

El militar Honorato de la Saleta, en un artículo publicado en el Diario de Avisos de Zaragoza el 1 de enero de 1897, daba una lista de jefes y oficiales de la guarnición de Zaragoza muertos en la guerra de Cuba, afirmando que en menos de dos años y en dieciocho expediciones militares, habían salido de Zaragoza para las campañas de Cuba y Filipinas, más de once mil militares, entre generales, jefes, oficiales, clases y soldados, habiendo pasado por sus estaciones de ferrocarril, más de cien mil hombres.

En las páginas de los periódicos locales se reseñaba la solidaridad civil con los soldados movilizados. El 13 de agosto de 1895, el Café París de Zaragoza obsequió con café, cigarros y licores a los jefes, oficiales y soldados del escuadrón de Lanceros, que marchaban a Cuba. El 22 de agosto se publicaba que la sesión del día 23 del teatro Pignatelli, estaría dedicada al batallón Galicia, que marchaba a Cuba, interpretándose "Cuba española" y el "Tambor de granaderos". Los soldados, que se alojaban en la Aljafería, saldrían en tren hasta Barcelona. También fueron obsequiados por el Gambrinus y por el señor Orús. Antes de partir, los soldados oían misa en el Pilar y se proveían de escapularios y medallas. El 22 de agosto de 1896 se publicaba que las compañías Galicia y Gerona, que marchaban a Cuba, habían sido obsequiadas en el Café París. El Ayuntamiento daría asimismo donativos en metálico para las clases y soldados expedicionarios, y tabaco para los capitanes y subalternos. El 27 de agosto el Café París también obsequió a las compañías del Infante y de Cazadores. Dos días más tarde, las compañías del Infante y de Alba de Tormes pasaron dos horas en el Café París. A petición de todos se interpretó la popular marcha de Cádiz y el "¡Viva España!". El representante de la fábrica de pasamanería de Munich, "Martín M. Neuburger", invitó a los mozos a un cigarro habano por su cuenta.

El coronel del regimiento del Infante había dispuesto pagar de su bolsillo a los soldados de las compañías expedicionarias, dos libras de chuletas, dos chorizos, un kilo de pan y un litro de vino, para la merienda en su viaje a Barcelona.

No faltaban tampoco los artículos patrióticos, como el del canónigo Florencio Jardiel (1844-1931), publicado en el Diario de Avisos el 1 de enero de 1897. "(...) cuantos en Cuba y en Filipinas se levantaron contra la madre patria, y mantienen enhiesta la bandera de la rebelión separatista no salieron de los templos cristianos, ni del seno de las familias cristianas. La masonería los engendró; en sus logias abominables se formaron y de allí fueron vomitados al campo de la insurrección donde luchan desenfrenados contra nosotros.

Afortunadamente ni la fe se ha extinguido en la mayor parte, ni faltan hombres de corazón, que puestos los ojos en el cielo aman la patria y por ella se sacrifican. Allí están peleando con los traidores, en los campos de uno y otro hemisferio, confiados en el escapulario o en la medalla que pende de su cuello y en los votos y en las oraciones de su madre... ".

En otra dirección apuntaban las palabras de Sellés, publicadas en El Liberal de Madrid y reseñadas en Heraldo de Aragón el 28 de marzo de 1896. "El meridionalismo es el entusiasmo pronto, y el cansancio fácil: el pasar rapidísimo del holocausto al olvido, y del amor a la injuria; el juzgar a tenazón, y el hablar sin hacer, el descuido de lo porvenir y las precauciones a destiempo: la opinión movediza y la inquietud permanente: todo eso es el meridionalismo, fiebre agarrada a la sangre latina".

Hasta el Santísimo Cristo de La Seo se sacará en diciembre de 1896 en rogativa pública, para implorar la pacificación de España. Al día siguiente de la rogativa se logró la victoria de Punta Brava, por el batallón de San Quintín, donde murió Antonio Maceo Grajales (1845-1896), general mulato, conocido como el "Titán de Bronce".

En 1898, año del desastre, los zaragozanos no faltaban a los bailes durante los carnavales, celebrados en casinos, clubes y sociedades. Festejaban el Cinco de Marzo con meriendas y más bailes, aunque también asistían a todas las celebraciones religiosas importantes y guardaban la Cuaresma. En la vida zaragozana no faltaban las tertulias en los cafés, los toros, el teatro, la ópera, la zarzuela, las comedias y los dramas, representados en los tres teatros de la ciudad: Principal, Circo y Pignatelli. En la plaza de Salamero se daban varias sesiones de cinematógrafo, a treinta céntimos el asiento de preferencia y quince céntimos la general.

Tres días a la semana se ofrecían audiciones de gramófono con bocina. Para las fiestas del Pilar, que tendrían lugar del 11 al 20 de octubre, se anunciaron gigantes y cabezudos, toros de fuego, rondallas, fuegos artificiales, feria de ganado y jotas. La luz eléctrica alumbró las plazas de la Constitución, del Pilar y de La Seo.

Desde la prensa también se seguían los acontecimientos de la guerra. En ella estaba en juego el honor nacional. Se desprestigiaba a los norteamericanos y se cantaba al entusiasmo y a la dignidad de la patria. En esa misma dirección apuntaba la circular del arzobispo Alda, publicada en el Boletín eclesiástico oficial. Pero pronto comenzarán las críticas en voz alta contra Sagasta, agudizadas por la implantación de la censura de prensa y el estado de sitio el 8 de mayo. Heraldo de Aragón decía: "Tenemos fe profunda en los destinos de España, aunque no la tengamos en quienes la dirigen". De los primeros entusiasmos se pasa al desencanto, a la autocrítica. Heraldo escribe el 10 de junio: "Uno, no; todos. Son todos, los responsables del desastre. Todos los Gobiernos de la Restauración, con su incompetencia; los carlistas y los republicanos, con su política equivocada y partidista. La masa neutra, con su inacción; todos". Y continuaba: "Lo que ahora se anhela es transformación de hábitos, corte de corruptelas, moldes nuevos, juventud de alientos". La Derecha decía el 23 de julio: "No somos un pueblo viejo, decadente, gastado; somos mas bien una nación apasionada como ninguna y apática como pocas". Ante el inevitable armisticio, Heraldo escribe el 16 de agosto: "Ya hemos dado la última prueba de nuestra incapacidad. España va siendo urna funeraria destinada sólo a guardar cenizas de recuerdos brillantes y grandezas pasadas". Y ante el viaje a París de los plenipotenciarios, para concretar la paz, Heraldo escribe el 28 de septiembre: "Son los sepultureros de la España del Quijote".

Tras la derrota siguieron las largas listas de muertos y los repatriados, a los que ayudará una Comisión municipal presidida por Juan-Antonio Iranzo. Con cerca de un año de retraso iban apareciendo los soldados españoles muertos en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, aunque con bastantes erratas.

El Café de La Iberia cedía a los repatriados el gasto de dos reales, o lo que es lo mismo, un chocolate, un vaso de leche y un bollo. La Sociedad "El Ruido" y la Cruz Roja también socorrían a los soldados.

"El Ruido" era una comparsa que se había formado para los carnavales de 1896, dedicada a captar donativos para ayudar a los soldados aragoneses que regresaban heridos o enfermos de la guerra de Cuba. Una carta, con membrete de "El Ruido", que se encuentra en el Museo-Biblioteca-Balaguer de Vilanova i Geltrú (Barcelona), fechada el 19 de febrero de 1896 y dirigida al político y escritor catalán Víctor Balaguer (1824-1901), muy relacionado con Zaragoza, dice:

"Excmo Señor D. Victor Balaguer.

Muy señor nuestro y de nuestra consideración mas distinguida. Aprovechando la actual epoca del carnaval se ha formado en esta ciudad una comparsa denominada `El Ruido' con el único obgeto (sic) de allegar recursos para socorro y alivio de los soldados de Zaragoza que resulten heridos en la campaña de Cuba y sus familias.

Deseosa esta sociedad de "El Ruido" de aumentar aquellos fines, acudimos á V.E. suponiendo que ha de acoger con entusiasmo el pensamiento, pidiendo a su caridad inagotable una limosna para nuestros hermanos que defienden allende los mares la integridad de la patria. Con tal motivo y anticipandole las gracias mas expresivas, reiteran á V.E. el testimonio de su mas distinguida consideración sus afmo s.s. q.B.S.M."

Y firman Mariano Gracia y Mariano Navarro Rivas.

El 29 de mayo de 1896, Mariano de Cavia escribe a Víctor Balaguer una carta que se conserva en la Biblioteca-Museo-Balaguer. En ella se dice: "Excmo. Sr. Don Víctor Balaguer Mi respetable y siempre querido amigo: Como zaragozano neto y como admirador de Vd. me doy la enhorabuena (antes de dársela á Vd. mismo) por los muy merecidos agasajos y pleitesías que han tributado á Vd. mis paisanos, que son también los suyos, y á mucha honra el nostre realme.

Con el parabien presento á Vd. dos soberanos y auténticos ejemplares de descendientes de Diego de Heredia, señor de Bárboles.- Son D. Mariano Gracia y D. Manuel Lacruz, capitanes de la famosa comparsa El Ruido, de Zaragoza, cuyos fines no son otros que los conducentes al alivio de los soldados aragoneses heridos en la guerra de Cuba. Propónense, por ahora, organizar una gran rifa de caridad, tombola, ó como quiera llamársela. Usted, que es tan patriota, tan generoso de corazón, y tantos y tan buenos libros tiene, ¿favorecerá á `El Ruido' con una colección de los qe. tantos y tan justos laureles le han valido á Vd.?

Sin aguardar la respta., doy á Vd. un millón de gracias, y espero sus órdenes como admirador, amigo y S.S, que le b.l.m.".

Efectivamente, Balaguer había recibido un homenaje en mayo de las autoridades e instituciones culturales zaragozanas, con diversos nombramientos: Hijo adoptivo de la ciudad y presidente honorario y socio de mérito de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, del Ateneo Científico, Literario y Artístico y del Centro Mercantil, Industrial y Agrícola.

"El Ruido" debió de escribir incontables cartas a personas, empresas y sociedades, pidiéndoles su colaboración para la causa. Por la prensa sabemos que el político Segismundo Moret regaló un busto en barro para la tómbola, el pintor Francisco Pradilla quería enviar un cuadro o un donativo, los reyes también enviaron el suyo, el general Azcárraga regaló un objeto de valor. Ignacio María Tintoret, de Barcelona, ofreció una caja de bombones metálicos, cien litros de petróleo los señores Deotsch y Cía., de Santander, un busto de barro de Betegón el gerente de la Papelera Aragonesa, cincuenta pesetas Eduardo Méric y Cía., "La Colonial" de Barcelona, veinticinco pesetas Pascual Erráiz, de Barcelona, y doce docenas de barajas Torras y Lleó de Barcelona. Con todo, los donativos fueron muy abundantes. El 11 de septiembre se publicaba un donativo que constaba de sesenta pañuelos de jaretón, veintidós corsés, brillantina, jarabe, camisetas, camisas, un reloj y veinte docenas de calcetines. Con todo ello "El Ruido" montó una tómbola en el paseo Independencia, previo permiso del Ayuntamiento, coincidiendo con las fiestas del Pilar de 1896. Así, el 16 de octubre se publicaba que en cinco días "El Ruido" había conseguido recaudar siete mil trescientas seis pesetas, con setenta y cinco céntimos, con las que ayudaba a los soldados que regresaban de Cuba, heridos, enfermos o inútiles.

En el número de La Derecha del 14 de marzo de 1896 se podía leer que el Montevideo había llegado al puerto de Cádiz, en viaje directo desde La Habana, tras doce días y catorce horas de travesía, en la que no faltaron los huracanes. Llevaba en aquella ocasión ochenta y nueve pasajeros para Cádiz y veintiocho para Barcelona. Entre los primeros figuraban tres sargentos y cuarenta y seis soldados inútiles y enfermos. El resto eran deportados de la insurrección.

A partir de agosto de 1898 se inició la retirada del ejército de Cuba y Puerto Rico en barcos españoles y en otros contratados de otros países. En unos seis meses fueron repatriados entre cien y ciento cincuenta mil hombres. El 23 de agosto de 1898 llegó al puerto de La Coruña el barco-hospital Alicante, donde fue sometido a unos días de aislamiento. En dos días murieron once soldados y otros cien seguían en grave estado. La llegada de algunos de estos repatriados a Madrid, coincidió con la de los políticos que llegaban de vacaciones. El 31 de agosto se podía leer en el Diario de Avisos: "Formando rudo contraste con toda esta pléyade de políticos de todos los matices y tamaños, que han regresado de sus excursiones veraniegas muy gordos y muy satisfechos y repuestos de los quebrantos de las pasadas campañas parlamentarias, ha llegado hoy a Madrid la primera expedición de repatriados. Vuelven estos infelices soldados escuálidos, extenuados por los padecimientos y por las penalidades de una campaña terrible y desgraciada y por las molestias de un viaje hecho en pésimas condiciones. Han llegado a la estación del Norte en muy mal estado, abandonados, sin ningún socorro oficial".

Los barcos Satrústegui, Colón y san Agustín trasladaron a un total de cuatro mil quinientos treinta y tres soldados. Sólo en el embarque murieron ya ocho soldados. El pasaje para los jefes y oficiales, que se acordó con la Compañía Transatlántica, ascendía a cincuenta y cinco dólares, y veinte dólares el pasaje de la tropa. El Covadonga, que llegó a Santander el 1 de septiembre, llevaba a bordo más de dos mil soldados enfermos, setecientos de ellos graves. En la travesía fallecieron setenta y dos.

Luis del Río, catedrático de la Facultad de Medicina de Zaragoza escribía en el Diario de Avisos: "... Basta recordar en que condiciones se hace hoy la repatriación; el hacinamiento en los buques, denunciado por la prensa e impuesto por la nación menos noble del mundo; la repatriación del repatriado enfermo vestido con traje de rayadillo en las postrimerías del mes de noviembre, sin orden ni concierto alguno pasando de un clima cálido a otro frío; ... llevando en el viaje una manta insuficiente apenas para rodear su cuello, lo propio que la distribución de meriendas iguales para el tuberculoso, disentérico y oligocitémico, y debidas tan solo a la caridad. La confusión de estos enfermos en trenes y carruajes en los que siembran la infección con sus esputos o al compartir sus meriendas con sus compañeros de viaje; todo esto y algo más que pudiera apuntarse, denuncia el desbarajuste en materia de repatriación, y la causa evidente de que la iniciativa particular o de ciertas corporaciones tome cartas en el asunto para tratar de enmendar los errores del Estado".

A lo largo del año 1896 la sociedad "El Ruido" socorría a los soldados de la guerra de Cuba con cincuenta o setenta y cinco pesetas, según. El nombre del soldado, su procedencia, su enfermedad y la ayuda que recibía, se reseñaba en los periódicos locales. Unos eran declarados inútiles por la vista, por afección pulmonar, por tener inutilizada una mano o por catarro crónico. En el último trimestre de 1897, "El Ruido" había socorrido a ciento treinta soldados por valor de dos mil ochocientas veinte pesetas. En 1898, "El Ruido" socorría a los repatriados con diez pesetas. Muchos eran catalogados como inútiles y otros disfrutaban de una corta licencia, tras la cual, debían pasar a servir en el ejército de la península.

Difícil era entonces no mostrarse solidario con los soldados españoles que regresaban heridos o inútiles para cualquier trabajo. Ya en 1896, Heraldo recogía donativos para los heridos zaragozanos. Muchas de las veladas que se organizaban en los teatros de la ciudad, eran a beneficio de los soldados aragoneses heridos en Cuba. El periódico republicano La Justicia, de Calatayud, abrió asimismo una suscripción, que destinó a partes iguales a "El Ruido" y a la Cruz Roja.

En 1898, Eduardo Gimeno, dueño del cinematógrafo de la plaza de Salamero, frente a la calle de Cinco de Marzo, entregaba el importe de la taquilla del día 6 de noviembre para "El Ruido".

Queda constancia en La Derecha, el 26 de noviembre de 1896, que la Cruz Roja había entregado al soldado Gregorio Gimeno Rubio, de Cariñena, procedente del Hospital Alfonso XII de La Habana, dos calzoncillos de cotón, faja, chaleco de Bayona, un par de calcetines, camisa de franela, camiseta, un par de calzoncillos de punto, americana, chaleco, pantalón y gorra.

A finales de 1898 tendrá lugar en Zaragoza la Asamblea de Cámaras de Comercio, de la que saldrían favorecidos Alba, Costa y Paraíso. En febrero de 1899 se celebrará en Zaragoza la Asamblea Nacional de Productores, donde Costa pretende plasmar su experiencia política, adquirida desde principios de la década. En el teatro Circo y ante más de mil quinientas personas, Costa declara: "Aquí puede decirse a los políticos que se vayan, que se retiren a la vida privada porque el pueblo será capaz estos días de tristeza nacional de renovar las glorias pasadas contribuyendo a la regeneración de la patria". Y a los nuevos dirigentes aconseja: "A los hombres que ocupen el poder hay que exigirles que estén dispuestos al sacrificio, con la vista fija en los 15.000.000 de hermanos hambrientos, presos repatriados, anémicos y emigrantes, todos en fin, en los que sufren en el silencio. Que no es posible, señores, apartar de la memoria un hecho espantoso: no han sido centenares. Ni unos miles los que han fallecido en Ultramar, y conste que ello ya sería mucho; han sido 80.000 los que quedaron en los campos de Cuba: los unos porque España les obligaba a batirse en un clima lluvioso descalzos o con zapatos de cartón a perseguir de esta suerte a la caballería insurrecta; los otros porque no les dieron ni pan ni vino, y murieron de inanición y anemia".

Por todos ellos se había preocupado y trabajado incansablemente la sociedad "El Ruido", desde su fundación en 1896.

En La Derecha, el 22 de agosto de 1898, se informaba que en Saviñán se había detenido al soldado José García Pascual, natural de Gotor, repatriado de Cuba por inútil, acusado de hurto y deserción. El 20 de octubre se reseñaba el regreso de Mariano Asensio Asensio, de Saviñán, repatriado de Cuba, con licencia, aunque debía incorporarse después al ejército de la península. En igual situación se encontraba el soldado de Saviñán, Guillermo Palacín Joven. Cada uno de ellos recibió diez pesetas de "El Ruido". Mi buen amigo Mariano Amada, ha encontrado en La Derecha a otros tres soldados de Saviñán: Benito Garza Moreno, Anacleto Calvo Villalba y Aniceto Aznar Val, que regresaron de Cuba en el verano de 1899, recibiendo diez pesetas de "El Ruido".

Mariano Asensio Asensio, nacido en 1875, era hijo de Domingo y de Mariana. Sus abuelos Francisco Asensio y Josefa Villalba, ya fallecidos en 1875, y Mariano Asensio y María Valpuesta, eran todos de Saviñán.

No he encontrado en el Archivo Parroquial a Aniceto Aznar Val, ni vivía entonces en Saviñán ninguna familia apellidada Aznar-Val. Sí, en cambio, he encontrado la partida de nacimiento en san Pedro de Saviñán de Aniceto-Vicente Val Aznar, por lo que pudo ser una errata del redactor del periódico o del informante, que cambió el orden de los apellidos del soldado. Aniceto Val Aznar nació en 1873. Era hijo de Domingo y de Juana. Sus abuelos paternos se llamaban Vicente Val, de Saviñán, entonces ya fallecido, y Joaquina Ibáñez, de Purroy, que fue su madrina de bautismo. Sus abuelos maternos eran Vicente Aznar, de Saviñán, y Manuela Rodrigo, de El Frasno.

Anacleto Calvo Villalba, nacido en 1875, era hijo de Pablo y de Isidora, de la Señoría. No conoció a ninguno de sus abuelos llamados Judas Calvo y Valeriana Nonay, y Juan-Antonio Villalba, de la Señoría, y Manuela Mingotes, de Embid de la Ribera.

Benito Garza Moreno, nacido en 1862, era hijo de Lucas y de María. De Purroy eran sus abuelos Guillermo Garza y María Ibáñez. Manuel Moreno era de la Señoría y María Gumiel de Morés.

Guillermo Palacín Joven (1865-1939) era hijo de Manuel y de Joaquina. Su madrina de bautismo fue su bisabuela María Vallejo. Sus abuelos eran todos de Saviñán y se llamaban Hilario Palacín y Babila Ibáñez, y José Joven y Rosa Sánchez. Guillermo Palacín Joven casó con Cipriana Gómez. Murió en Saviñán en 1939 de bronquitis. En 1931 aparece como enterrador del pueblo.

También estuvo en la guerra de Cuba Anastasio Boned Cubero (h.1875-1962), que era natural de Inogés. Era hijo de Ramón Boned Cubero y de Concepción Cubero Hernández. Anastasio casó en Saviñán y en 1900 con Feliciana Val Aznar. Fue peón caminero. Sus hijos Concepción y Víctor Boned Val nacieron en la Aldehuela de Tobed.

El Ministerio de Hacienda propuso colocar a casi cuatro mil oficiales repatriados de Cuba y sin destino en la península, en la realización del catastro de las fincas urbanas. La propuesta se aceptó, a pesar de la oposición de algunos generales.

En la prensa se recogía también la muerte en Saviñán del soldado Pedro Andrés Rabadán, víctima de una disentería crónica. El Ayuntamiento de Saviñán corrió con los gastos del funeral, al que asistió todo el vecindario. Con este joven, habían fallecido en la guerra de Cuba ocho soldados de Saviñán, siete fuera de su patria.

En la partida de defunción de Pedro Andrés Rabadán, que se encuentra en el Libro undécimo (1896-1924) de difuntos de la parroquia de san Pedro de Saviñán, se dice que murió el 17 de enero de 1898. Tenía dieciocho años y era hijo de José Andrés y de Nazaria Rabadán. A la familia Andrés-Rabadán le persiguió la desgracia. En 1874 moría Fernando Andrés Rabadán, de dos años. En 1881 moría José Andrés Rabadán, que contaba doce años. En 1884 moría Josefa Andrés Rabadán, que tenía nueve años. Y en 1898 moría el soldado Pedro Andrés Rabadán, con dieciocho años. El padre, José Andrés murió en 1906, a los sesenta y tres años. En 1914 murió Nazaria Rabadán, que era natural de Cervera de la Cañada y contaba sesenta y ocho años.

Pedro Andrés Rabadán fue bautizado en san Pedro de Saviñán el 20 de mayo de 1879. Era hijo de José Andrés Dusen y de Nazaria Rabadán Lorente. Su abuelo paterno era natural de Morés y su abuela paterna de Saviñán. Su abuelo materno, llamado Francisco, era sevillano, y Josefa, su abuela materna, era de Cervera.

Por la muerte de un soldado se concedía a sus familiares más cercanos la pensión anual de ciento ochenta y dos pesetas, con cincuenta céntimos. Si se trataba de un cabo la pensión ascendía a doscientas setenta y tres pesetas, con setenta y cinco céntimos, y si era un sargento la pensión era de quinientas cuarenta y siete pesetas, con cincuenta céntimos.

Por aquellos tiempos y en Zaragoza el litro de aceite de oliva costaba una peseta con veinte céntimos, cuarenta y cinco céntimos el pan, diez litros de vino común costaban dos pesetas cincuenta, una caja mortuoria para adultos cincuenta pesetas y veinticinco para niños. En la oferta se incluía una corona floral de regalo.

Los soldados veteranos de la guerra de Cuba no pagaban entrada en el salón de cine y de teatro de Saviñán, del tío Paco "el gallego".

Bibliografía

Archivo Parroquial de Saviñán.
Hemeroteca Municipal de Zaragoza.
Rafael BARDAJÍ PÉREZ: Costa y la prensa. Una turbulenta y apasionada relación, Ibercaja, Zaragoza, 1996.
Luis HORNO LIRIA: Zaragoza en 1898. La vida zaragozana en 1898 a través de su prensa diaria. Discurso de ingreso en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza en 1961, con un discurso de contestación del académico Ramón Lacadena y Brualla, marqués de La Cadena, Editorial Caesaraugustana, Publicaciones de la cátedra "Zaragoza" de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1961.
Luis SERRANO PARDO: "Aragoneses en la Guerra de Cuba", Trébede, nº 11, febrero 1998.
- "De héroes a mendigos", Trébede, nº 12, marzo 1998.
Francisco TOBAJAS GALLEGO: "La Sociedad el Ruido y la Guerra de Cuba", Primer Premio Leopoldo Lasala 1998, Boletín del Colegio de Farmacéuticos de Zaragoza, febrero 1999.

De Cosas de mi pueblo, 2007

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