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1134: El curioso testamento de
Alfonso I 'el Batallador'

PEDRO GARCÍA LUACES | 7 de septiembre de 1134 moría Alfonso I el Batallador a causa de las heridas recibidas en combate. El gran caudillo aragonés había arrebatado Zaragoza a los almorávides y llegado con sus tropas a las puertas de Granada y Córdoba. Sitió Bayona y Valencia, entró a sangre y fuego en Galicia y combatió al clero castellano que le fue desleal. Después de tres décadas acero en mano, caía al fin herido tras un largo asalto a la fortaleza de Fraga, cuando armaba una flota fluvial para asediar el curso del Ebro. Su vida plena de batallas y victorias, devota de la cruz y la guerra, dejaba una última sorpresa en forma de extraño testamento que nadie supo ni quiso cumplir. El sobrio caballero cruzado dejó su reino en herencia a las órdenes militares del Santo Sepulcro, templarios y hospitalarios, que se batían en Tierra Santa contra el infiel.

Los nobles aragoneses reunidos en Jaca decidieron obviar el insólito testamento de su Rey y coronar a Ramiro II, hermano de Alfonso, que había llevado una notable carrera eclesiástica. Ramiro no parecía un candidato estable y el rey castellano Alfonso VII aprovechó para entrar en Zaragoza y presentar sus credenciales al trono vacante de su padrastro. En respuesta, Ramiro abandonó los hábitos y casó con una dama francesa, Inés de Poitiers, con quien tuvo una hija, Petronila, que garantizaba la sucesión de la corona. Quiso entonces Alfonso VII pactar con su tío el matrimonio de la heredera con su hijo Sancho y unir de nuevo las coronas de Castilla y Aragón, pero el buen Rey tomaba ya sus propias decisiones. Como el poder pontificio exigía el cumplimiento del testamento de Alfonso, Ramiro dio un giro a su política de alianzas y prometió a su pequeña, de apenas dos años, con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, caballero de la Orden del Temple. El joven conde cumplía el requisito exigido por su hermano al ser depositario de los derechos de la orden, pero además insuflaba sangre nueva al linaje aragonés. Salvado el reino de su hermano, Ramiro ingresó de nuevo en clausura. El fecundo enlace que había patrocinado sería protagonista de la expansión de Aragón por el Mediterráneo, y origen de reyes tan notables como Jaime el Conquistador. Es de señalar que el primer hijo de Ramón y Petronila renunció al nombre habitual de su linaje para llamarse sólo Alfonso, adoptando en adelante la nominación típica aragonesa. El condado catalán aportó savia nueva, pero no lo hacía en nombre de su reducida región, sino del poderoso reino de Aragón.

Almanaque de la Historia de España (7-9-2011)

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