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De nuevo en el Camino con
la Filatelia como bandera

ANTONIO UTRERA | Quienes siguen esta serie de artículos conocen de sobra que cuando hablo del Camino me refiero al del Cid, y que, durante casi 1.400 kilómetros de senderos y 2.000 de carreteras, nos conduce desde Vivar, lugar de nacimiento de Rodrigo Díaz, hasta Orihuela, ya en tierras levantinas.

La parcela filatélica la ocupa esa serie de sellos personalizados que Correos viene emitiendo dedicados a cada una de las localidades que encontramos en la ruta y de cuya emisión hemos venido dando cuenta a través de internet, tanto a través de esta pàgina, del Boletín del Camino del Cid o los medios filatélicos especializados.


Algunas de las marcas utilizadas en los pueblos del Jiloca

Desde que a finales de mayo se emitió el primero de estos sellos dos coleccionistas, enamorados como lo son de la ruta, Gerardo Alcañiz, de Zaragoza, sin duda el mayor especialista en este tipo de sellos y que recientemente ha confeccionado un catálogo de los aragoneses que también puede encontrarse en internet; junto con el autor, y acompañados en algunas ocasiones por Víctor, el hijo de éste, han ido cubriendo el recorrido, completándolo pueblo a pueblo, para recoger en sobres preparados al efecto, el matasellos de la oficina postal de que dependen, junto a la marca con la que sellan el salvoconducto del que se pertrechan los viajeros que quieren recorrer el camino y hasta completarlo, en aquellos lugares donde se dispone de ella.

Fueron primero los pueblos de la comarca Comunidad de Calatayud, para seguir por la del Campo de Daroca, ambas en la provincia de Zaragoza. Estamos ahora por la del Jiloca ya en la de Teruel.

Son muchos los días dedicados a la labor, las tres últimas jornadas, dos a finales del mes de septiembre y una en octubre, viajando por tierras turolenses.


Sellando el salvoconducto en el Ayuntamiento de Burbáguena

Calamocha y los pueblos de su alrededor

El viajero, antes de llegar a ella y viniendo desde Daroca, habrá entrado en Burbáguena, donde, en su Ayuntamiento, le sellarán el salvoconducto.

Dice el slogan publicitario que 'Calamocha es jamón' y es este sabroso manjar quien le ha dado justa fama, lo que hace de ella una localidad llena de bullicio cualquier día de la semana.

Quien la visite no debe limitarse, como hacen muchos, a los establecimientos hosteleros y los comercios que jalonan las dos orillas de la carretera nacional, la Sagunto-Burgos, que es la que coincide, casi pueblo por pueblo, con el Camino del Cid, y que la cruza de punta a punta.

Si de verdad quiere saborearla en toda su plenitud tendrá que acceder al centro urbano, bien indicado pero mal señalizado, y recorrer sus amplias calles y avenidas.

Es ciudad que nosotros ya hemos visitado en varias ocasiones y donde, poco a poco, vamos dejando amigos y conocimientos. En el Ayuntamiento, donde está la Oficina de Turismo, le sellarán el salvoconducto. En Correos, si necesita de sus servicios, le atenderán Pilar, que hace las veces de jefa de la Oficina, y Margarita, que lo es de la sección de Cartería.

La primera vez que la visitamos no íbamos para nada preparados. No sabíamos que poblaciones de la ruta dependían de su oficina postal, ni las horas en que acuden a ella los carteros que las atienden. Allí nos enteramos que eran Lechago, Cuencabuena, Ferreruela de Huerva, Cucalón, Badenas y El Poyo del Cid y que los cuños de las distintas carterías -no ocurre igual en otros sitios en que cada cartero lleva el suyo-, los tenían en la propia oficina. Tampoco llevábamos todos los sobres preparados, así que, quisiéramos o no, tendríamos que volver otra ocasión. Lo hemos hecho dos veces más.

Como no habíamos madrugado la hora de la comida nos coge allí y como hacemos siempre preguntamos donde se puede comer bien y barato, o, lo que es lo mismo, donde van los paisanos y donde llevan a sus amigos. En Correos nos encaminan al 'Carlos Arguiñano', justo en la calle de al lado.

Y no. No es que el conocido y televisivo cocinero vasco haya trasladado sus dominios culinarios a tierras de Teruel, es que el restaurante -que también es hostal- lo regenta un sobrino suyo del mismo nombre, por lo que el que ostenta en su fachada lo utiliza con toda propiedad.

En el 'Arguiñano' se come no bien, sino extraordinariamente bien. Y aunque dispone de una más que presentable carta y un cuidada bodega, el 'Menú diario' que es el que nosotros elegimos no le va a la zaga. Por el precio de lo que le costará cualquiera de los ofrecidos en la carta, podrá degustar dos sabrosos y abundantes platos -mas los habituales postre, bebida y ración de pan-, que nada tienen que ver con los que puede encontrar en el resto de los menús diarios con los que podamos toparnos a lo largo y ancho de nuestro país. Valga como muestra la 'Hamburguesa de chuletón' con la que se obsequió Gerardo uno de los días que por allí aparecimos.

Pero lo mejor de la comida, al menos para mi gusto, no son los platos. Es algo que no aparece en el menú: el pan. Tanto es así que no puedo por menos que preguntar donde los compraban.

- No lo encontrarás en ningún sitio, me responden, uno de los panaderos locales lo elabora de manera exclusiva para nosotros.

Carlos ya nos conoce, así que se esfuerza -lo hace con todos sus clientes- en atendernos y agradarnos.

Un consejo. Puede parecer extraño en un restaurante que basa su servicio en el 'Menú diario' pero si desea encontrar sitio para comer y degustar los distintos platos de la oferta antes de que se vayan agotando, acuda pronto o reserve mesa. El comedor del establecimiento está siempre completo. Bien lo merece.


Gerardo y Antonio el pie del monumento
dedicado al Cid en El Poyo (Foto: Víctor Utrera)

Ese día no nos queda tiempo nada más que para visitar El Poyo del Cid, antes de regresar cada uno a su lugar de residencia.

El Poyo es lugar que conozco hace muchos años. La primera vez que me llegué hasta allí fue en junio de 1999, con motivo de la inauguración del monumento a Rodrigo Díaz de Vivar que el viajero encontrará a la entrada del pueblo, y que es obra del escultor bilbilitano Luis Moreno Cutando, acompañando a su autor.


'El polvorero, en Villafeliche, una de las obras del escultor Luis Moreno

Luis es amigo desde la niñez: vecino, compañero de de juegos y estudios… Su obra, en bronce, material de cuyo manejo es un consumado maestro, se reparte profusamente por las plazas de su Calatayud natal. De sus manos han salido figuras -siempre a tamaño real- como la del San Pascual Bailón, de Torrehermosa, o la de 'El polvorero' en Villafeliche, por nombrar a dos de las localidades por las que pasa la ruta cidiana. Sus escenas taurinas, o sus marineros, son conocidas y admiradas por muchos pueblos andaluces, donde también goza de merecida fama.

Si desea sellar el salvoconducto le atenderán en el Bar Esteban, el único de localidad. La persona que lo gestiona se interesa por lo que hacemos y nos pide si podemos hacerle llegar uno de los sobres que hemos preparado. Lo hacemos encantados. El obsequio se lo enviamos por correo.

Por el anillo de Montalbán

Afrontamos la jornada con una nueva visita a Calamocha. Con todos los sobres que teníamos que matasellar preparados y sabiendo que los cuños estaban en la oficina, la cosa resulta sencilla. En unos pocos minutos está finiquitada la faena que nos lleva hasta su oficina de Correos. Hora es pues de iniciar nuestro trayecto hacia Montalbán, con la intención de recorrer la ruta a la inversa, comenzando en esta localidad para volver hacia Daroca y de allí a Calatayud donde debería finalizar el viaje por ese día. No sabíamos lo equivocados que andábamos.

Si la prosperidad a Calamocha se la ha dado el jamón, la de Montalbán le vino en su día por la minería del carbón, industria que hoy se encuentra en horas bajas.

Nos habíamos entretenido en Daroca y llegamos a la localidad pasado el mediodía. En su oficina de Correos nos reciben con amabilidad -nos ocurre en todas las que visitamos- y se ponen a nuestra disposición para lo que deseemos. Primer problema. Los cuños que han de poner el matasellos a nuestros sobres los lleva cada cartero encargado de alguna de las rutas de las varias que de allí parten, y si no tienen correo que entregar para su envío no regresan a la oficina. Así pues solamente podremos utilizar el cuño de la propia oficina y el de una de las carteras que ya ha terminado su cometido.

Toca pues comer en Montalbán y nos indican donde hacerlo. Hay dos lugares, un hotel a la salida de la localidad y 'El Postigo', en el centro del pueblo. Poco amantes del menú que se ofrece en los restaurantes de carretera nos decantamos por el segundo. La elección resulta acertada.

Como en Calamocha, su carta de 'Menú diario' se aparta de lo que se encuentra en la mayoría de ocasiones. Amante como soy de los platos de cuchara en general y de las legumbres en particular, estoy acostumbrado a las consabidas 'Judías con chorizo'. En 'El Postigo' judías también tienen, pero 'pintas' guisadas simplemente con su cabeza de ajos, su cebolla y su hoja de laurel y este sí que es un plato que no se encuentra de manera habitual, por no decir que no se encuentra nunca. Si tiene que comer allí, y las tienen ese día en el menú, no deje de pedirlas. Vale la pena probarlas.

Tras la comida partimos a recorrer los pueblos de la ruta. De nuevo mala elección pues nos encontramos con el segundo problema. Los puntos de sellado, sobre todo si son en ayuntamientos, solamente permanecen abiertos, los días que lo están, por las mañanas. Las carreteras secundarias, fuera de la vía principal, y en esta zona lo son todas, están sin señalizar o escasamente señalizadas. Son carreteras que habré recorrido como mucho una vez y no las conozco, lo que añade dificultad al viaje.

Las localidades de la ruta, en la provincia de Teruel, son muchas, pero las que disponen de marca escasas. Si nos atenemos a la guía de sellado, en el 'Anillo de Montalbán', solamente tres: la propia cabecera, y las de Monforte de Moyuela y Huesa del Común.

Arribamos a Monforte y nos encontramos el bar donde se sella que está en los bajos del Ayuntamiento cerrado, presuponemos que, como ocurre en la mayoría de los pueblos de poca entidad y estos lo son, se cierra tras el café que acompaña a la comida y no se abre hasta media tarde. Habrá que volver en otra ocasión. En la siguiente visita nos enteraremos ue el cierre se debía a que los encargados de atenderlo estaban de vacaciones.

Vuelta a la carretera hacia Huesa. De nuevo nos encontramos sin señales indicadoras a la salida del pueblo, y surge la eterna pregunta: ¿giramos hacia la derecha o hacia la izquierda? Toca pues preguntar y en la báscula municipal dos tractores están esperando para el pesaje de su carga. Paramos para que nos indiquen la dirección. No hacemos nada más que detener el vehículo y sale un paisano que nos llama. Tras las explicaciones resulta que tiene un coche de la misma marca y modelo, del color exacto y de parecida matrícula.

- Creía que me lo habían robado, nos espeta en la cara.

Lo disculpamos. Conocemos de sobra de que esta es una zona donde los robos de productos o maquinaria agrícola son habituales y que, en la vecina Andorra -fue portada en los medios de comunicación regionales y noticia destacada en los del resto del país-, hacía pocos meses un guardia civil y un conocido residente en la localidad fueron asesinados en su huida por un peligroso delincuente al que se venía siguiendo desde Italia.


Junto a Jerónimo Gracia, alcalde de Huesa del Común

En Huesa, como en Monforte, el bar donde se sella está también cerrado. Aquí tenemos suerte. Una pareja que reside en el pueblo -en el que apenas quedan media docena de familias que lo habiten durante todo el año- nos dice que el alcalde vive en la casa de al lado y le van a avisar por si quiere atendernos. Lo hace encantado. Coge las llaves del bar -que, nos explica, abre solamente los fines de semana a pesar de que el compromiso de su encargada con el ayuntamiento sea el de abrirlo todos los días en un horario reducido- y no estampa la marca en los salvoconductos y los sobres que llevamos. Jerónimo Gracia se llama. Nosotros, agradecidos.

Ya que estamos a pocos kilómetros, y aunque se encuentre en la vecina provincia de ´Zaragoza y fuera de la ruta, nos llegamos hasta Moyuela, donde Gerardo tiene casa familiar aunque haga más de seis años que no la visita. Aparcamos en la puerta y 'nuestro gozo en un pozo' que reza el refrán: Gerardo no lleva las llaves y no podemos entrar.

Decidimos regresar. Salimos a la carretera principal, la que lleva de Zaragoza a Alcañiz y pensamos que como venimos desde Calamocha, si giramos hacia la capital aragonesa sin duda encontraremos algún camino o carretera local que nos acerque a Daroca. O vamos muy deprisa y no la vemos, o no está señalizado el desvío. Tras muchos kilómetros y avanzada la tarde cuando lo previsto era emplear solo la mañana, acabamos en Belchite, de allí a Cariñena y de esta a La Almunia de Doña Godina, donde Gerardo cogerá el tren que lo lleve a Zaragoza.

No hemos podido matasellar la totalidad de sobres en Montalbán, solo hemos recogido la marca de Monforte y nos hemos desviado muchos, muchos kilómetros de nuestra ruta y de nuestros respectivos destinos. Un viaje para olvidar. No prometemos a nosotros mismos no cometer el error de nuevo.

Vuelta a Montalbán, pero esta vez vamos preparados

Habíamos fracasado en parte en nuestro anterior viaje y tal como nos prometimos no teníamos ninguna intención de repetir los mismo errores.

Previamente, habíamos enviado un correo electrónico a la oficina de correos de Montalbán diciéndoles que íbamos para allí de nuevo y que les pidieran a los carteros que, pon un día, dejaran los cuños en la oficina.

Hacemos el viaje 'por su natural': de Daroca a Calamocha, recorriendo todos los pueblos del anillo: Lechago, Cuencabuena, Ferreruela de Huerva, Cucalón, Badenas, Loscos, Monforte de Moyuela, Huesa del Común, Plou, Cortes de Aragón y La Hoz de la Vieja, para recalar en Montalbán.


'Navegador manual' en el que se detallan los pueblos que
iremos encontrando a lo largo del viaje

Para no perdernos habia cofeccionado, escrito a lápiz en papel, lo que llamo 'un navegador manual'. Están en él todos los pueblos uno detrás de otro, por el orden en que deberíamos encontrarnoslos. Esta vez no nos despistaríamos.

El bar de Monforte está abierto. Nos ponen la marca y nos entregan las chapa promocional. Apenas quedan por los pueblos donde pasamos, pero en estos, pequeños y poco visitados, todavía tienen alguna.

Inadvertidamente, en el viaje anterior y porque la guía de sellado no lo refleja, nos habíamos saltado el recoger la marca de Loscos. Gerardo recordaba que el 'Heraldo de Aragòn' había publicado la reseña de que se concedía una nueva marca para uno de los pueblos del 'Anillo' y no sabía a cual. En esta ocasión traía apuntado el dato y no pasamos de largo. En el bar del pueblo -el único que hay- aprovechamos para comer un pequeño bocadillo, acompañado de un buen vino -poco porque tocaba conducir- y del correspondiente 'cortado' -descafeinado y de máquina, que la tensión alta aconseja no tomarlo de otra forma-. Allí mismo estampan la marca en los salvoconductos.

No conocía el pueblo, aunque tengo un amiga, Eva, casada con un sedileño (de Sediles, el pueblecito donde resido) cuya familia es originaria del lugar que me había hablado mucho de él. Me llamó -para bien- la atención: cuidado, pequeño pero encantador y que tiene hasta oficina de turismo aunque solo abra algunos días de la semana y en horario de tarde. Le llevaremos uno de los sobres con su matasellos y la marca correspondiente como regalo.

La persona que nos sella salvoconductos y sobres cree recordar que todavía quedan chapas promocionales, pero están en el ayuntamiento. La próxima vez que vayamos por allí pediremos una para la colección.

En la oficina de Correos de Montalbán habían atendido nuestra petición y nos tenían preparados los cuños. Por esa parte misión cumplida. Habíamos madrugado, así que el ayuntamiento se encontraba abierto y podíamos poner la marca.


Iglesia de Santiago, en Montalbán

En la misma plaza donde su ubica el consistorio y al lado mismo, se encontrará el viajero con la iglesia de Santiago el Mayor. Impresiona por sus dimensiones. El muro que da a la plaza tiene una altura considerable. No puedo resistirme a hacerle una fotografía con el móvil. Como no soy buen fotógrafo, para ilustrar el artículo he preferido sacarla de internet.

Como ocurre en otros lugares nos preguntan por la misión que llevamos, toman nota de los números de salvoconducto, hacen fotocopia de los sobres para guardarlos con la documentación del camino e informar a los viajeros que vengan detrás de su existencia… Lo normal, vamos, en personas que se preocupan por promocionar sus localidades.

En Montalbán también quedan chapas. Nos llevamos la nuestra.

Cumplida la misión continuamos el viaje: Martin del Río, Vivel del Río Martín, Villafranca del Rebollar, Torrecilla del Rebollar, Godos, Barrachina, Navarrete y Calamocha. Toca comer de nuevo en el 'Arguiñano'.

Regresamos tras la comida pero dando la vuelta por Gallocanta, de donde, pese a las repetidas visitas, todavía no habíamos podido hacernos con la marca. Sellan en el 'Allucant' el alberque local y un día porque lo encontramos cerrado y otro porque se nos han olvidado los sobres el caso es que aún no contábamos con ella. Tenemos suerte y aunque cierra después de la comida hasta media tarde encontramos a los encargados del mismo terminando de comer.

En Gallocanta también sellan en el Centro de Interpretación de la Laguna, donde está la oficina de Turismo, pero, o se acude a la localidad en época de paso de las grullas, o solo podrá hacerlo en fin de semana.

De Gallocanta a Daroca, de Daroca a Calatayud y de allí a Sediles donde todavía queda tiempo para llevar a las nietas a las actividades de patinaje y zumba que este año se imparten en Villalba. Y, es que, ejercer de abuelo conlleva algunas obligaciones. Satisfactorias todas, claro.

Mientras están allí entretenidas y a cargo de la monitora, acerco a Gerardo a la estación de Calatayud, donde cogerá el tren que lo lleve a Zaragoza.

A modo de nota final

Tenemos preparado el próximo viaje. Empezaremos desde Calamocha y sin abandonar para nada la Sagunto-Burgos visitaremos, uno a uno, todos los pueblos hasta Teruel. Solo Monreal del Campo, Cella y la capital disponen de marca, pero por ello no dejaremos de entrar en el resto de localidades, aunque no formen parte de la ruta.

Reservamos para más adelante las localidades que rodean Albarracín.

Desde Monreal el 'Camino' se adentra ya en la provincia de Guadalajara por tierras del Señorío de Molina, para volver de nuevo hacia la de Teruel por Orihuela del Tremedal. Aparcamos también el recorrido por el 'Anillo de Morella' y por el 'Anillo del Maestrazgo'. De ellos forman parte no solo pueblos aragoneses sino también de la provincia de Castellón y los sellos de Correos todavía no están confeccionados.

Patricia Ansótegui que es la Responsable de Comunicación del Consorcio del Camino del Cid y nuestro contacto con ellos, me ha preguntado en alguna ocasión cuándo tendremos los sellos de los pueblos de Soria y Guadalajara. Como siempre le respondo la cosa no es tan sencilla. Hay mucho que coordinar y varias las personas que intervienen en el proceso. Me explico.

Ricardo López López, de Zaragoza, otro enamorado de los sellos personalizados, es el que se encarga de proponer los temas, seleccionar las fotografías de las imágenes que se representarán en los sellos y del diseño de los sobres.

Jodova -historiador, creador, diseñador, filatélico y un largo etcétera-, cordobés residente en Túnez, se ocupa del diseño definitivo de los sellos, el que ha de remitirse a Correos para su confección, y de dar curso a la solicitud. Su labor en el campo de los personalizados es importantísima. Ha diseñado más de 2.000, en su mayoría dedicados a su Córdoba natal y a Aragón, entre los que se incluyen los correspondientes al Camino del Cid.

Y Gerardo es quien los recepciona y los reparte entre los coleccionistas interesados en ellos.

Un largo camino que vamos recorriendo, como hacemos con los pueblos del la ruta, poco a poco.


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