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Azud de Jumanda


FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | A la entrada de Saviñán, aguas abajo de Paracuellos, encontramos el azud de Jumanda, que alimenta la acequia de este nombre, que nace a la derecha del cauce del río Jalón. Esta acequia cruza el núcleo de Saviñán, de sur a norte, para regar antiguos huertos urbanos, dando en otro tiempo agua al molino harinero del Concejo, a los molinos de aceite del Concejo y de la familia Gracián, a la Central Eléctrica de Saviñán, fundada por José Gracián Gasca, que comenzó a funcionar en enero de 1896, para acabar regando el paraje de Jumanda hasta Morés.

Quizá este mismo azud diera agua a otra acequia a la izquierda del cauce, que alimentaría al antiguo molino harinero, que pertenecía a la familia Heredia. En las Notas para la historia de Saviñán, José Gracián afirmaba que en 1660 el río sufrió grandes avenidas, que rompieron azudes, arrasamientos y acequias, destruyendo los molinos harineros, que se creían obra de los romanos, no dejando ni señal de ellos. Eran propiedad de Juan de Heredia y Rueda, tenían la entrada por Carcenique y se situaban frente por frente al que fuera molino de los Pujadas. Este molino de Joaquín Pujadas y Pujadas, debió pertenecer anteriormente a la familia Martínez, para pasar luego a manos de Juan Ignacio Gracián Marco (1894-1974). José Gracián señalaba que el río Jalón debía tener su antiguo cauce por las huertas de Carcenique, pero a mediados del siglo XVII se encauzó por donde ahora discurre.

Estos molinos de la familia Heredia ya no se recuperaron y los vecinos tenían que salir a moler fuera del pueblo, hasta que el Concejo decidió levantar un nuevo molino, a salvo de avenidas, cerca de la acequia de Jumanda. Se levantó dentro de los límites de la Señoría, en la llamada desde entonces calle del Molino, con permiso y licencia del procurador general de la Comunidad de Calatayud.

Francisco Terrer y Antonia Blas eran en 1714 los molineros de Saviñán. En 1718 se citan a Pedro Manuel y Lucía Vicente, en 1724 a Miguel Velilla y María Aranda, de Villarroya, y en 1736 a José Germán y María Rodrigo, de Morés. En 1739 aparecen Pedro Trigo y Ana Forcén como sirvientes del molino de trigo, en 1747 lo eran Clemente Urgel y Antonia Cebamanos, de Morata de Jiloca, y en 1755 Antonio Oria y Manuela Lausín, de Ricla. En 1761estaban al cargo del molino de harina, Mariano Urbano e Isabel Gómez. En 1766 Juan Antonio Trigo y Joaquina Herrero eran criados del molinero.

En 1778 el molino harinero del Concejo estaba a cargo de Antonio Oliveros. En 1807, el Ayuntamiento de Saviñán procedió contra Andrés Burbano, arrendador del molino harinero, para cubrir un descubierto de 228 cahíces, 5 medias y 4 almudes, subastando todas las fincas del deudor, según había mandado el Intendente del Reino.

Entonces el Ayuntamiento de Saviñán entregaba en arriendo el molino de harina, el molino de aceite, el horno, la posada, el peso y medida, las hierbas y una casa que tenía en la Señoría. En 1846 Pascual Sanz pagaba por el molino harinero del lugar 80 cahíces de trigo y 100 reales en dinero. El molino de harina pasó a manos de la familia Gracián, haciéndose cargo de él la familia Pinilla y por matrimonio pasó a regentarlo la familia Arenas. En 1847 casaban en Saviñán, Santiago Arenas Ciria, de Velilla de Jiloca, con Juana Pinilla Paciencia. Su hijo Pascual Arenas Pinilla (1861-1934) casó en 1886 con Josefa Sánchez Marco (1860-1928), "los molineros".

Pedro Gracián era el arrendador del molino de aceite del Concejo en 1741. En 1821 el Ayuntamiento percibía de este molino 272 reales de mano de Teresa Gumiel, viuda de Juan Lafuente. En 1846, Juan Lafuente pagaba del arrendamiento del molino 272 reales, más 200 reales por la piedra.

Posiblemente ya en el siglo XVIII, la familia Gracián trasladó su molino de aceite, situado en los bajos de su casa solariega, a un nuevo emplazamiento, al lado de la acequia de Jumanda, para utilizar el agua de esta acequia como fuerza motriz. En 1842 Pedro Antonio Gracián Carrascón (1818-1887) entró en pleito con Juan Lafuente Gumiel (1777-1852), por el uso del agua de la acequia Jumanda para sus molinos. Entonces se pactó que Pedro Antonio Gracián debía levantar el nivel de la toma de agua de su molino, colocándola a la misma altura que la que tenía Juan Lafuente. Si el agua no fuera suficiente para trabajar los dos molinos, cada uno de ellos dispondría de doce horas al día, pudiendo elegir turno Juan Lafuente.

En 1477, los regantes de Saviñán y Morés de la acequia de Jumanda, llegaron a un acuerdo con Miguel de Heredia, que era dueño de un ruejo. Los regantes convinieron que Miguel de Heredia podía construir un cosero para dar agua a su molino, desde el día de San Andrés, hasta el último día de febrero. Solamente podía moler olivas un ruejo, o sea, una piedra. El molino contribuiría por cuarenta hanegadas de tierra.

El 16 de mayo de 1591 y ante el notario Pedro Gascón, tenía lugar una concordia para construir y mejorar el azud de la acequia de Jumanda, en el Prado. Convocados en la casa o palacio de Tristán Muñoz de Pamplona, de una parte comparecieron Joan de Sediles y Joan Gracián, jurados, y los herederos de la acequia: Miguel de Heredia, Pascual Ruiz, Joan de Villalba, mayor, Jusepe Villalba, Miguel Gascón, Joan Calavera, hijo de Joan, Miguel Calavera, de la Cándida, Miguel Calavera, mancebo, hijo de Gabriel, Miguel Osen, mayor, Joan de Villalba, yerno de Joan Gascón, Francisco Ruiz, Bartolomé de Borja y Miguel Habas, menor. También estuvieron presentes Lupercio Domalique, justicia de la Señoría, Miguel de Liñán Moreno y Jerónimo Calavera, mancebo, vecinos de la Señoría, además de Diego Ubecar y Diego de Momin, jurados de Morés, Gaspar Arpullar y Francisco Faquil, vecinos de Morés. De la otra parte compareció Pedro Martínez, cantero vizcaíno, vecino de Tarazona.

Acordaron que el azud tendría todas las cajas necesarias, que debían ser de diez pies de largo y cinco de ancho, con cada tres estacas y dos clavos de libreta en cada virote. Antes de colocar las estacas, se limpiaría la arena del cauce, hasta dar con tierra firme. Luego se irían colocando piedras aguas arriba de las estacas de forma escalonada. Aunque no se apunta en esta concordia, la estructura de piedras se emparejaría con una mezcla de piedras pequeñas y tierra. La parte superior del escalonado debía ser homogéneo y liso, para que permitiera el fluir del agua sobre el azud con facilidad, sin oponer resistencia.

En la concordia se decía que la orma junto al río, que debía levantarse sobre cimiento o sobre campea firme, debía encontrarse con la orma vieja de la acequia. Tendría dos varas de ancho en su parte baja, para ir en disminución, siendo en la parte alta de la misma anchura que el cosero. Si a lo largo de estos cinco meses de trabajos, la obra vieja o la acequia sufrieran algún daño, se haría a costa de los herederos. Si los daños fueran causados por los oficiales, la reparación sería a su costa.

Se pactó también que las caballerías utilizadas en el arrastre de material, se apacentarían donde acostumbraban hacerlo las del lugar, guardando el pan y el vino, o sea, los sembrados y las viñas. Las carreteras, caminos y canteras habían ser a costa de los herederos de la acequia.

La obra de este azud se tasó en 18.000 sueldos. Al comienzo de la obra los herederos debían pagar al maestro 9.000 sueldos, a la mitad de la obra otros 4.500 sueldos y una vez acabada y dado el visto bueno, los restantes 4.500 sueldos. Si a los ocho días de acabar la obra y dado el visto bueno, el maestro no recibía el último pago, los herederos debían pagarle doce reales al día, hasta que hicieran efectivo el último pago. La obra del azud debía estar acabada en cinco meses, contaderos del día de la primera paga. Las dos partes dieron fianzas, para que cada una cumpliera con lo convenido. Actuaron de testigos Juan Frayre y Simón Martínez, vecinos de Saviñán.

Este azud debió sufrir en infinidad de ocasiones las avalanchas y riadas del río Jalón, siendo nuevamente reparado. Sabemos que el 7 de abril de 1784, Ramón Gascón, que estaba trabajando en el azud de Saviñán, cayó al río, donde se ahogó. Se buscó el cuerpo varios días, pero no se halló, por llevar el río un fuerte caudal. El 21 de abril se encontró en Épila, donde recibió cristiana sepultura.

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