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Fuentes y balnearios

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Se puede decir que los balnearios en general y los aragoneses en particular, lograron su máximo esplendor en el siglo XIX. En 1884 y en el diario democrático El Eco Bilbilitano, que tenía la redacción, administración e imprenta en el antiguo convento de las descalzas de la plaza de San Torcuato, se anunciaban las aguas del balneario de Marmolejo, en Jaén, con fondas, casas de huéspedes, casino y recreo. La temporada oficial comprendía desde primeros de abril hasta mitad de junio y desde mitad de septiembre a finales de octubre. En La Derecha, diario republicano de Zaragoza, y en 1885 se anunciaban los Baños de Gaviria, en Guipúzcoa, con temporada del 15 de junio al 25 de septiembre. La habitación y la cama costaban de 2 a 8 reales, y la mesa de primera 6 pesetas diarias. Se informaba también que en los caseríos inmediatos al balneario hospedaban a buen precio. Las aguas de Gaviria curaban enfermedades cutáneas, reumatismos, flujos de las señoras y hasta restos de sífilis. En La Derecha también se anunciaban los Baños de Panticosa, que tenía un servicio de diligencias desde Huesca. A Panticosa iban sobretodo los tuberculosos. Hacia 1870, época en la que Panticosa gozaba de un gran prestigio, el gasto medio por bañista y temporada era de 100 pesetas y 40 pesetas el acompañante. Casi tan caro como el de Panticosa era el de Cestona, con un gasto medio por bañista y temporada de 80 pesetas. En el Diario de Zaragoza y en 1885 se anunciaban los Baños de Panticosa de Miguel Lacasa, donde los bañistas podían elegir entre restaurante a la francesa y a la española, con un completo surtido en vinos.

En 1876 Alhama de Aragón superó la cifra de 4.000 bañistas, que alcanzaron pocos balnearios españoles. Manuel Matheu, que curó casi milagrosamente en Alhama, compró en 1862 los Baños de San Fermín, antes Baños Nuevos, creando en 1865 Termas Matheu, adquiriendo nuevos terrenos que albergarían la Gran Cascada y el lago de agua termal, del que "nacen cinco mil reales fontaneros de agua termal a 34º C". En este año de 1865 Matheu publica en la editorial madrileña de R. Labajos su Reseña de las termas y establecimientos de baños. Otro balneario de Alhama fue abierto en 1875 por José Tello, padre del discípulo de Ramón y Cajal, Jorge Francisco Tello (1880-1958), quien lo traspasó a Ramón Guajardo en 1893. Este balneario tenía un carruaje dispuesto a la llegada de todos los trenes a la estación de Alhama. Sus aguas curaban reumatismos, enfermedades nerviosas, histéricas, del aparato circulatorio, respiratorio y urinario. La mesa de primera, por persona y día, costaba 6 pesetas y la habitación de primera 2 pesetas. El balneario contaba con oratorio, jardines, salones de lectura, tresillo y baile, pianista, luz eléctrica y "water closets".

En la Guía de Zaragoza de 1898 se publicaba un anuncio de los Baños de Segura, en Teruel, que estaban abiertos del 15 de junio al 15 de septiembre y eran indicados especialmente para las enfermedades de la vista. En la Guía de 1903 se informaba que el viaje se podía realizar en tren, desde Calatayud a Caminreal, y luego en coche hasta el balneario.

El médico director de las aguas de Jaraba, Alejandro de Gregorio y Guajardo, en sus Estudios hidrológicos, publicados en las prensas del Hospicio Provincial en 1882, informaba que estaban indicadas para el mal de piedra o mal de hijada, reuma, gota y para calmar nerviosismos especiales. La mesa de primera clase costaba 5 pesetas y la de segunda 3 pesetas. El desayuno constaba de chocolate, té o café con leche, a elegir. A las doce y media se comía a base de sopa, cocido a la española con gallina y jamón, dos platos fuertes, postres y entremeses. Para la merienda chocolate, dulce o refresco y para la cena se servía sopa, verdura o legumbres, dos platos fuertes, postres y entremeses. Los jueves y domingos se servía un plato más y los domingos, si era posible, había helado. Los coches, que llevaban a los bañistas desde la estación de Cetina hasta Jaraba, con 25 kilos de equipaje, cobraban 3 pesetas. Los Baños de Jaraba, o sea, Serón, disponía de un pabellón en la estación de Cetina, para descanso de sus clientes. Los Baños de Paracuellos de Jiloca curaban especialmente afectos escrofulosos y herpéticos. Algunos bañistas se hospedaban en Calatayud y se desplazaban a los baños cada mañana, para recibir su cura. En el Monasterio de Piedra se localizaba la Fuente de la Salud, en otro tiempo utilizada para enfermos de riñón. Nos habla de ella Víctor Balaguer, en su libro referido al Monasterio de Piedra y publicado en Barcelona en 1882. Entonces, la piscina donde fluía este manantial estaba "rodeada de bancos de piedra y sitiales de paja que brindan al descanso bajo la sombra abundosa de unos centenarios fresnos". También la citan Arturo Daza de Campos, en sus Recuerdos del Monasterio de Piedra, editado en la tipografía zaragozana de Blasco y Andrés en 1891, y M. Taboada en su libro publicado en Madrid en 1884, titulado Aguas mineromedicinales de la Peña en el Monasterio de Piedra.

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