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Rogativa en Calatayud

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El último monarca de la Casa de Austria, Carlos II el Hechizado, murió en 1700, sin engendrar a varón ni hembra. En su testamento legaba sus reinos a Felipe de Anjou, nieto del rey Luis XIV, familiar también del rey español, pues había casado con una sobrina del rey francés. Y así Felipe V, IV de Aragón, fue jurado rey de Aragón en las Cortes de Zaragoza de 1702, estando representado por la reina María Luisa de Saboya, que fue nombrada lugarteniente general del reino. Pero Felipe V no será reconocido por Leopoldo I de Austria, que defendía los derechos al trono español de su hijo el archiduque Carlos de Habsburgo. En 1705 Aragón se alza en armas contra Felipe V, en favor del austriaco, pero la victoria del Borbón en la batalla de Almansa, en 1707, decide a Felipe V a derogar todos los Fueros, privilegios, usos y costumbres de carácter político y administrativo de los reinos de la Corona de Aragón. Zaragoza restablecerá los Fueros de Aragón tras la victoria del archiduque Carlos en Almenara, aunque a la postre la victoria definitiva caerá del lado de Felipe V.

Entre los nobles que defendían al archiduque Carlos estaban el conde de Sástago, Cristóbal de Córdoba y Aragón, el marqués de Coscojuela, Bartolomé Isidro de Moncayo y Pafalox, y el marqués de Castro Pinos, Antonio de Benavides. En el mismo bando estaban Pedro Villacampa, Esteban Esmir, Bartolomé Ciprián y Jerónimo Antón y Sayas, quienes se vieron favorecidos con títulos nobiliarios.

Cuando las tropas filipinas recuperaron Zaragoza en 1707, la Real Junta de Secuestros y Confiscaciones, nombrada por Felipe V, condenó a muerte y confiscación de sus bienes, al marqués de Camporreal, Fernando de Sada, al conde de Guara, Juan de Azlor, al señor de Canduero, Juan de Ayerbe, y a otros más.

En la Historia de Calatayud de Vicente de la Fuente, que se imprimió en Calatayud en la Imprenta del Diario en 1881, se dice que en 1706 la reina gobernadora mandó hacer rogativas en todas las iglesias, para pedir la victoria de Felipe V y como desagravio a las tropelías que cometían los protestantes que ayudaban al archiduque Carlos. Para tal efecto se bajó a Nuestra Señora de la Peña a Santa María. La procesión, cuenta don Vicente, se llevó a cabo por el puente Seco, entrando a la ciudad por el postigo de Dominicos, hasta la parroquia de San Martín, siguiendo desde allí el mismo recorrido que llevaba la procesión del Corpus. Cerca del postigo de Dominicos se levantaba San Pedro Mártir de Verona, iglesia del convento de dominicos, donde se encontraba el sepulcro de Juan Martínez de Luna, padre del Papa Luna. La familia Muñoz de Pamplona fue benefactora de la iglesia de San Martín, que se levantaba en la Rúa, ocupando el espacio de la plaza de Primo de Ribera, antes de San Martín. Vicente de la Fuente cuenta que la Virgen de la Peña se colocó en el altar mayor y las comunidades de los diez conventos de la ciudad se turnaron en la novena, tras la cual se subió de nuevo a su iglesia.

Tras la toma de Zaragoza por los austriacos en 1706, gran parte de los vecinos de Calatayud se alzó en favor del archiduque, derrotando y expulsando a los nobles que defendían a Felipe V. Hicieron preso al Justicia de Calatayud Juan Bautista Ramiro, que fue conducido a Zaragoza con el vicario, Antonio Peralta.

Sabido es que las tropas francesas que apoyaban a Felipe de Borbón, llegaron a Illueca, asaltando el castillo de los Luna y golpeando la momia del Papa Luna, quizá para robarle el Pontifical. Sólo pudo salvarse el cráneo de Benedicto XIII, conservado hasta fechas recientes en el caserón de los condes de Argillo de Saviñán.

Pero los seguidores del archiduque también dejaron huella de su paso por estas tierras. En la imprenta madrileña de Mateo Blanco, en la calle del Olivo Alta, vio la luz un curioso volumen, donde se recogieron los sacrilegios y las profanaciones que las tropas del archiduque Carlos habían cometido en el reino de Castilla en 1706 y 1710. Este libro se había compuesto con las numerosas informaciones recibidas de los diferentes lugares, que habían sido requeridas por los obispados de Sigüenza, Cuenca, Osma y el arzobispado de Toledo.

En el apartado de los pueblos que pertenecían al obispado de Sigüenza, aparecen los pueblos zaragozanos, ya en la raya de Castilla, de Ariza, Embid de Ariza y Torrehermosa.

En la villa de Ariza las tropas del archiduque se llevaron algunas cosas de valor, que no se especifican, de la casa rectoral. En Embid los soldados se llevaron con violencia los granos que había en la cilla de los diezmos, para alimentar a sus caballos. Se dice que a mosén José Camaras lo llevaron a empellones a su casa, donde le hurtaron algunos granos. Otro tanto ocurrió en Torrehermosa, donde los soldados se llevaron la cebada y avena que había en el granero y cilla común de los diezmos.

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