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Zapata y Cajal

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Marcos Zapata Mañas nació en Ainzón el 1844, aunque Ramón de Lacadena da el año 1842 y Castán Palomar el de 1845. Era hijo de José Zapata, de Illueca, y de Joaquina Mañas, de Ainzón. Según escribía pasó "tres años en Escuela Pía/ y en el Instituto, cinco/ y siete estudiando Leyes./ Total: quince años perdidos". Zapata siempre prefirió, según confesión propia, la lectura de Lope a la de Quintiliano, aunque el que le marca definitivamente es su amigo y contemporáneo Zorrilla. Zapata fue el último bohemio romántico español. Su primer drama fue La Capilla de Lanuza, que leyó en el café La Iberia a un grupo de bohemios. Tanta fue la emoción, que el camarero le invitó a cenar. Julio Parreño le animó a que diera a conocer este drama, pero Zapata marchó a Madrid en 1868 con seis pesetas y sin ninguna recomendación. Pasados cuatro largos meses, entró como redactor en La Discusión, que dirigía Bernardo García, un señor muy tímido para el pago. Zapata, cansado de trabajar meses y meses sin cobrar, publicó en La Correspondencia esta nota. "Nuestro querido compañero en la prensa D. Marcos Zapata se ha separado de la redacción de La Discusión, por no estar conforme con la marcha administrativa del mencionado periódico". Él mismo escribió de sus penurias de aquellos años: "Dábame un perro calor,/ y un banco del Prado cama./ ¡Y ahora sienta usted la llama/ de la Patria y del Amor!".

Zapata y Parreño volvieron a encontrarse en 1871. Entonces Parreño formaba parte de la compañía teatral de Antonio Vico, quien estrenó La Capilla de Lanuza con gran éxito en el teatro de la Alhambra de Madrid, el 20 de marzo de 1871. Parreño interpretó a Argensola. Zapata recibió 500 pesetas. Su amigo Manuel Palacio le dirigió una reprimenda en forma de epigrama, que recibió pronta contestación de Zapata: "Oye, pedazo de tal, /cuando no se tiene un real,/ no digo yo una capilla, /se vende una catedral…". Esta obra se estrenó con éxito en Zaragoza, en el teatro Lope de Vega de la calle de San Miguel, aunque no con el entusiasmo de Madrid.

En 1873 estrenó El castillo de Simancas y Antonio Vico estrenó en 1877 El solitario de Yuste. Zapata escribió también dos dramas líricos, El anillo de hierro, de 1878, y El reloj de Lucerna, de 1884, a los que puso música Miguel Marqués. En 1890 el gobierno prohibió el estreno de La Piedad de una reina y Zapata decidió emigrar a Argentina, colaborando en revistas literarias. Aunque algunos aseguran que regresó en 1898, Eduardo de Lustonó, quien escribió un artículo en El Liberal dedicado a Zapata, el 6 de diciembre de 1900, decía que el escritor pasó once años en América. Lustonó, siendo director del Almanaque Hispano-Americano, había pedido la colaboración de Zapata.

En 1902 la librería de Fernando Fe editó un libro de poesías de Zapata, con prólogo de Santiago Ramón y Cajal. Zapata escribió una nota. "A mi cómplice/ Por ti alentado llevé/ a término mi faena;/ creo que te arruinaré./ ¡Dios nos la depare buena,/ amigo Fernando Fe!".

Ramón y Cajal escribía en su prólogo: "Este ritmo de escribir amargo y del hablar alegre -y al revés- equivalente en el orden afectivo a la eterna alternativa del dolor y del placer, del llanto y de la risa, es comunísimo en nuestros escritores cómicos, novelistas y dramaturgos". El que viva una vida alegre escribirá dramas y elegías, y el que su vida sea un drama, hallará consuelo en los versos alegres y picantes. "Cada cual finge lo que necesita por compensación de lo que tiene". Cajal decía que el científico, el filósofo y el estadista, que vivían enfrascados en serios asuntos, buscaban una literatura amena, conversaciones ligeras y juegos inocentes. El artesano, fatigado con el trabajo manual, buscaba el folletón pasional y el drama tremebundo. El burgués ocioso gustaba del drama sangriento. Por tanto, salvando excepciones, el pueblo y la burguesía deberían ser el obligado público del dramaturgo. Ramón y Cajal pensaba que el hombre primitivo era completo, aunque sencillo, pues ejercitaba por igual todas sus potencias. El hombre moderno sólo cultivaba intensamente una de sus actividades, la que correspondiera con su oficio o destino social desempeñado. Las células cerebrales en barbecho, encargadas de funciones no aprovechadas en el trabajo diario, demandaban su turno, recordando su derecho a la vida. Así, los pueblos desgraciados olvidaban sus penas cantando, conversando con la gracia y el encanto del chiste. Ramón y Cajal firmaba este prólogo el 5 de julio de 1902.

Después de su vuelta de América, Zapata ya no regresó al teatro y escribió muy poco. Vivió de un empleo en la Casa Nacional de Moneda y Timbre. Castán Palomar escribe: "Cuando desempeñaba, por cruel paradoja, un importante cargo en la Casa de la Moneda, quien tan reñido había estado con ella durante toda su vida, murió en Madrid el insigne vate aragonés". Fue en 1914.


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