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Homenaje a Pedro Montón Puerto, cronista bilbilitano

JAVIER BARREIRO | Este martes, 27 de noviembre de 2012, se cumplían 20 años de la muerte de Pedro Montón, cuya figura recuerdo en este texto, leído en el homenaje convocado por la Biblioteca de Aragón el 23 de enero de 1995. Lo completo con su ficha, extraída de mi Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos (1885-2005), Diputación de Zaragoza, 2010, pp. 755-756.

El cierto tufo entre retórico y decimonónico que transmiten estos homenajes queda compensado en el caso de Pedro Montón, por el necesario reconocimiento a alguien que poco lo alcanzó en vida. Las peculiaridades de nuestra “cultura” -lo pongo entre comillas- propician que los valores oficiales se dictaminen con criterios que tienen más que ver con la capacidad del artista (palabra que también habría que poner tantas veces entre comillas) para la autopublicidad y el medro que con la altura de su obra. Este fue el caso de Pedro que desde siempre lo supo y jamás le dio importancia: “No se puede vivir de la literatura si no estás con las fuentes del poder”, declaraba en una de las últimas entrevistas que se le hicieron. Y allí manifestaba también que su ciudad, a la que tanto amaba y de la que quería ser su cronista siempre, “no sabe apreciar mi esfuerzo en ocasiones”. De algún modo, y dentro de mis escasas posibilidades, quise impartir mi pequeña justicia y contribuir mínimamente a solventar ese olvido incluyéndolo en la antología de narradores Estrategias de la memoria, dedicada a escritores que hubieran situado sus escenarios en la provincia de Zaragoza y que, junto a Ramón Acín, publiqué en 1990.

Culto sin ostentación, amante de su terruño sin complicidad con los tópicos, jaranero sin desplantes, amigo sin intereses, Pedro Montón era representante de un modelo de hombres en extinción. Rodeados por un entorno ajeno, eran capaces de vivir en la sensibilidad y en la estética sin desdeñar, sino todo lo contrario, la inmiscución en el pueblo, el trato con las gentes de todo pelaje que muestran un mosaico variopinto de ese mundo del que no va quedando más que el recuerdo.

Creo que conocí a Pedro a principios de los años setenta. Tenía amigos bilbilitanos, como él proclives al libro y al morapio, y en uno de mis viajes a Calatayud coincidimos en el viejo barrio de Santo Domingo. Poco después, allá por el 79, pasé un año destinado en la capital del Jalón y el contacto se incrementó. Nos juntábamos muchas veces en la taberna del Patas Cortas, un entrañable zamorano que sólo servía vino, tomate crudo y sardinas rancias. Era una de esas tabernas que ya no quedan, con un banco corrido frente al mostrador y un cubículo interior con cuatro mesas sin desbastar. A Pedro solía acompañarle Larrea, otro especie de erudito local y, al calor de nuestros disparates, se agrupaban Justico, el basurero jubilado que vivía en una cueva cerca de la ermita de San Roque -”Ojalá no vos murais nunca” era su despedida invariable-, siempre de ojillos chispeantes, sonriente e incrédulo con su suerte: quien había trabajado setenta años como una mula no concebía que se pudiera cobrar una pensión sin hacer nada. Venían también, Frutos, el trajinero; Norberto el pastor, que, de vez en cuando, mataba un cordero que merendábamos al aire libre, Ampedio, un viejo profesor de Peñafiel con doce hijos y que, a los 59 años, había conseguido su plaza de funcionario con su primer destino en Calatayud, uno de los bebedores más constantes y finos que me ha sido dado conocer y al que jamás vi descomponer la figura y muchos otros que recuerdo en nebulosa. Allí se pasaba de Galdós a la jota teórica y práctica; del chiste grueso a La montaña mágica; del repaso a los magníficos escritores baturros como Blas y Ubide o Crispín Botana a los novelistas “raros” del primer tercio de siglo fueran Eugenio Noel, Fernando Mora o Vidal y Planas; de la sesuda reflexión sobre el puteque a las técnicas de escansión poética o de la ruda y práctica disquisición antropológica -todo y todos los que nos rodeaban eran un hontanar de folklore y etnografía- a la cháchara descabellada, gratuita y turulata. Risas, voces, cantos, recitales espontáneos y celéricos, diversidad, intensidad y armonía eran los centros. No recuerdo una bronca, un insulto, una reticencia. Ni siquiera aparecía allí el consabido y maledicente repaso -por otra parte tan gratificante- a los colegas de oficio literario.

Pedro Montón era profesionalmente carbonero y su dedicación a la cultura una necesidad que emanaba su sensibilidad y su pasión por la estética. El mercado literario no podía tener sitio para él porque no calculaba sino que dejaba expandirse su corazón y sus necesidades no eran las del reconocimiento sino las de aquél que vive, necesaria pero no vicariamente, en la literatura. Pedro consiguió conjugar intensidad y pasión por lo que hacía -quiénes lo conocieron saben bien lo cierto de esta aseveración- con el debido distanciamiento respecto a la trascendencia o intrascendencia social de aquello que constituía el foco central de sus intereses. Distanciamiento y convicción de que nada, y sobre todo uno mismo, debía tomarse demasiado en serio, lo que propiciaba la ausencia de una de las pulsiones más típicas de nuestro medio: el resentimiento.

De cualquier modo, si tengo que resumir de algún modo la personalidad de Pedro me quedaría con su magnífica forma de mezclar sensatez e insensatez. La sensatez en los juicios y en la visión de la vida y la insensatez para vivirla gozosamente y sin sujeción a los criterios de la mediocridad, el convencionalismo y la mojigatería. Cuatro cosas definen para mí la categoría espiritual de un hombre: la independencia de criterio, el sentido de la justicia, la vivencia de la amistad y su biblioteca. Quienes conocieron a Pedro saben de la cantidad y calidad en que poseía todas ellas. El mejor y único homenaje que puedo dispensarle -ahora que le hace tan poca falta- es haberle conocido y el deseo de encontrarme muchas veces con gente parecida a él.

MONTÓN PUERTO, Pedro, Calatayud (Zaragoza), 18-03-1925 / Calatayud (Zaragoza), 27-11-1992

Autodidacto, ejerció varios oficios para, finalmente, dedicarse al negocio de almacenista de carbón. Su vocación literaria, además de sus primerizas obras de teatro y la factura de coplas, se tradujo, sobre todo, en sus colaboraciones en la prensa regional y en la corresponsalía de varios diarios zaragozanos. Como prosista, el periódico El Español publicó, en 1957, su novela corta Superstición y, más tarde, La Estafeta Literaria reprodujo su drama en un acto La luna es de la familia. En cuanto a la poesía, su dedicación más constante, recogieron sus versos numerosas revistas y, ya en su edad madura, dio a la imprenta varios libros de poemas. Estudioso, gran amante de su comarca y hombre muy representativo de la misma en su talante, cultura y personalidad, fue nombrado Cronista Oficial de Calatayud.

OBRAS

-Una noche de Calatayud (guión escénico), estr. en 1950.

-Los principios de la Orosia (sainete), estr. en 1958.

-La cosecha de septiembre (acto alegórico mariano), estr. en 1963.

-La casa del molino (novela breve), Zaragoza, IFC, 1966.

-Puertas de Zaragoza (crónicas periodísticas), Calatayud, Autor, 1971.

-Casi toda una vida y parte de la muerte (antología poética), Zaragoza, IFC, 1980.

-Manual del corazón (poesía), Zaragoza, IFC, 1985.

-Cuerpo de hombre (poesía), Bilbao, Comunicación Literaria, 1987.

-Experiencias y miserias de un escritor de regadío (memorias), Zaragoza, Ateneo-Cuadernos del Ateneo nº 10, 1988.

-Himno local (poesía), Calatayud, CEB, 1992.

BIBLIOGRAFÍA

-BARTOLOMÉ, Mario y Andrés CESTER, Cancionero de coplas aragonesas. Historia de un concurso, 1981-1987, Zaragoza, Ayuntamiento, 1987.

-LÓPEZ DE ZUAZO ALGAR, Antonio, Catálogo de periodistas españoles del siglo XX, Madrid, Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, 1981, p. 700.

-LUESMA CASTÁN, Miguel, “Reseña” de Manual del corazón, Heraldo de Aragón, 9-V-1985.

-MATEO BLANCO, “Notas sobre Pedro Montón Puerto”, IV Encuentro de Estudios Bilbilitanos, Calatayud, CEB, 1997.

-MINISTERIO DE CULTURA, INSTITUTO NACIONAL DEL LIBRO, Quién es quién en las letras españolas, Madrid, 1979 (3ª ed.), p. 313.

-PASCUAL DE QUINTO Y DE LOS RÍOS, José, Relación General de Señores Académicos de la Real de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza (1792-2004), Zaragoza, Real de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, 2004, p. 298.

-RAMÍREZ, Elisa (coord.), Diccionario de escritores en lengua castellana, Madrid, CEDRO, 2000, p. 293.

-SÁNCHEZ PORTERO, Antonio, Noticia y antología de poetas bilbilitanos, Zaragoza, Imp. Tipo Línea, 1969, pp. 337-347.

-, Segunda noticia y antología de poetas bilbilitanos, Calatayud, CEB-IFC, 2005, pp. 215-226.

-VERÓN GORMAZ, José, “El testamento poético de Pedro Montón Puerto” (Reseña de Himno local), Heraldo de Aragón, 22-IV-1993.

-VV.AA., El periodismo en Calatayud-Miscelánea-El Regional (ed. facsímil), Zaragoza, Asociación de la Prensa de Aragón, 1993.

-, IV Encuentro de Estudios Bilbilitanos. Calatayud y comarca, Zaragoza, IFC-Centro de Estudios Bilbilitanos, 1997.



Javier Barreiro (27-11-2012)

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