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Dos testimonio del notario de Morés
Manuel Enguid


FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 31 de diciembre de 1764, Manuel Enguid dejó escrito un testimonio en su libro de protocolos notariales. Apuntaba que el día 17 de julio pasado, había tenido lugar en Morés una gran tormenta, que había acabado en tempestad de agua y piedra. Había durado más de una hora y había anegado las casas que no habían protegido las puertas con parapetos. Los montes aparecieron blancos, como si hubiera nevado, conservando este color por más de un día. La tormenta se llevó todos los frutos, a excepción de los granos, que ya se habían segado. Los cáñamos estaban todavía sin arrancar, perdiéndose parte de la cosecha. A pesar de todo, el notario afirmaba que se había recogido una más que mediana cosecha de melones. De las matas solamente habían quedado los troncos y los labradores que tenían arrendadas estas parcelas, las habían dejado para sus dueños, perdiendo trabajos y gastos.

El notario señalaba que tenía arrendada una heredad plantada de melones, que había sufrido también los daños de la tormenta. Confiando en la voluntad de Dios, los había escardado y aporcado, cuidando las plantas todo el verano, con lo que consiguió un melonar muy lozano. Manuel Enguid aseguraba que había cogido muchos melones. Como habían florecido tarde, los había recogido al tiempo que se arrancaban las judías, llevándolos a casa, donde fueron madurando poco a poco. El notario señalaba que dejaba escrito este testimonio, para que sirviera de curiosidad y de memoria a los venideros, y para si en adelante, Dios no lo permitiera, sucediera semejante desgracia, los que cultivaran melonares no los desampararan.

Años más tarde, el 16 de enero de 1785, el mismo notario relataba que a principio del otoño de 1783, se habían producido grandes tempestades de agua, que habían ocasionado fuertes avenidas del río Jalón por tres veces, produciendo enormes daños en tierras, puentes y azudes, nunca vistos hasta entonces. Las obras de reparación del azud de las Hermandades se habían arrendado en 800 libras y el de Jumanda en 1290 libras. Los cuatro lugares de Embid, Paracuellos, Saviñán y Morés pidieron al rey la cancelación de la contribución, tasando las pérdidas en 45 000 escudos.

Manuel Enguid escribía que la riada se había llevado por delante todos los puentes sobre el Jalón, quedando solamente el de Morés. Pero el 21 de diciembre, después de estar lloviendo cuarenta y ocho horas sin cesar, se había producido otra gran riada, mayor que las anteriores, que se había llevado por delante las tres arcadas del puente de Morés, inutilizando todos los molinos de los pueblos de la ribera.

Como consecuencia, debieron recomponerse todos los azudes, pero las continuas avenidas impidieron que las obras se pudieran acabar al año siguiente, no produciendo nada la tierra. En las tierras de Jumanda se habían perdido todas las cosechas de trigo, cáñamo y melones, a causa de la tormenta, que se había producido el 12 de junio.

Manuel Enguid apuntaba que, después de tantas desgracias, las gentes habían quedado en una difícil situación, por la pérdida de los frutos y sembrados, debiendo hacer frente además a las obras de los azudes. A los regantes del azud de Jumanda, se había repartido un canon de 28 reales por anegada y 12 sueldos por anegada a los regantes del azud de las Hermandades.

En aquel año solamente había quedado la cosecha de la olivas pero, a consecuencia de unos fríos tempranos, también se había helado la mitad de la producción. Manuel Enguid señalaba que, entrado el invierno, las temperaturas se templaron, con lluvias y nieblas, engordando las olivas, como así lo comprobaron los que habían comenzado tarde su recolección. El notario aseguraba que había incluido este nuevo testimonio en su libro de protocolos, para que nadie desconfiara de la bondad de los frutos.

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