La Comarca de Calatayud
Archivo Bibliográfico - Enciclopedia - Directorio de Empresas - Páginas de Calatayud - Noticias - Tienda - Foro - Tablón de Anuncios

Inicio/ Noticias de Calatayud

Páginas de Calatayud
GEOGRAFÍA E HISTORIA
PATRIMONIO ARTÍSTICO Y MONUMENTAL
LITERATURA
FERIAS, FIESTAS, TRADICIONES
ARTE Y ARTISTAS
BIOGRAFÍAS
TURISMO
HOTELES Y RESTAURANTES
VIAJES
ECONOMÍA
DATOS ESTADÍSTICOS
INDUSTRIA Y COMERCIO
ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
SALUD
DEPORTE
TRABAJO
ENSEÑANZA
INFORMÁTICA
ASOCIACIONES Y COLECTIVOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
VARIOS

Búsqueda de información
Google
PUBLICIDAD

Benedicto XIII, un antipapa de leyenda


La escultura de Benedicto XIII, obra del cantante Sergio Blanco,
junto al castillo de Peñíscola

ÓSCAR CALVÉ. Valencia | Don erre que erre. Este sobrenombre le hubiera venido como anillo al dedo al protagonista de esta semana. Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gótor (1328-1423) encarnó a la perfección el discutible estereotipo del maño obstinado. Nacido en Illueca (Zaragoza), el asunto que focalizó su terquedad fue, nada más y nada menos, que el liderazgo de la Iglesia, ostentado en buena medida durante más de dos décadas. Sin embargo, su contumacia le llevaría a un amargo ocaso de su longeva vida. Para entonces ya había entrado en la historia y la leyenda. Pongan una buena cantidad de las socorridas intrigas de poder, condiméntenlo con el atenuante religioso y el apoyo explícito de un futuro santo valenciano, añadan la creación de una sede papal de la noche a la mañana en una localidad del antiguo reino de Valencia y báñenlo todo con unas infusiones milagrosas para frustrar intentos de asesinato a nuestro protagonista. La receta es infalible. Los guionistas de 'El ministerio del tiempo' presentarán pronto su elaboración. Quizá estas líneas sean un óptimo aperitivo, al menos en lo tocante al calendario: el próximo martes, 23 de mayo, será la efeméride del fallecimiento del papa Luna, acontecido ese mismo día 594 años atrás.

Sin duda, sus lazos con nuestro territorio son múltiples y estrechos, mereciendo un trato preferencial en esta sección. ¿Un botón? El papa Luna fue el auténtico director entre bambalinas del Compromiso de Caspe, resultado del cual fue la llegada de los Trastámara a la Corona de Aragón. Su amistad y colaboración con San Vicente Ferrer y con su hermano Bonifacio, la sede papal peñiscolana, y las visitas a Valencia (enlace real incluido) son otras muestras.

En aras de una mayor objetividad, se antoja indispensable una advertencia que usted, perspicaz lector, habrá intuido. Atiende al carácter cismático de nuestro personaje. Para la historia de la Iglesia, el papa Luna es en realidad un antipapa: no fue canónicamente elegido, pero sí pretendió ser reconocido como sucesor de San Pedro. De hecho, para disipar cualquier duda sobre el carácter heterodoxo de su pontificado, ya en el siglo XVIII, un religioso italiano ascendió al solio pontificio con el nombre de Benedicto XIII, el mismo que había empleado Pedro Martínez de Luna. Una sutil actualización de la 'damnatio memoriae', práctica de la antigua Roma que condenaba el recuerdo de un enemigo.

El pequeño Pedro, futuro pontífice, era miembro de un ínclito linaje. Como hijo segundón que fue, siguió los pasos habituales de la época y se encaminó a una carrera eclesiástica que desarrolló con gran brillantez. Un momento cumbre de esa trayectoria se produce en 1375 cuando, a instancias del rey Pedro IV de Aragón, obtiene el título de cardenal de Aragón. El nuevo cardenal se traslada a Aviñón, donde se halla entonces la única curia pontificia, la de Gregorio XI. La muerte de este dio pasó al Cisma de Occidente. La Iglesia quedó fragmentada en dos a causa de las irregularidades cometidas durante el primer cónclave, de las que fue testigo el propio Pedro Martínez de Luna. Así que parte de Europa reconocía la legitimidad de un papa con sede en Roma y otra parte obedecía a un pontífice residente en Aviñón. En este último grupo se hallaba el cardenal de Aragón, que elaboró una resolutiva campaña propagandística por toda la península ibérica y otros lugares europeos en favor de Clemente VII, claro, el de Aviñón. Para esta tarea contó con la ayuda inestimable de San Vicente Ferrer. Pedro Martínez de Luna fue sumando importantes éxitos que le valieron el reconocimiento de Clemente VII. En 1394 moría Clemente VII y Pedro Martínez de Luna se convertía en el nuevo papa con sede en Aviñón, adoptando el nombre de Benedicto XIII. En aquel momento instituciones como la Universidad de París ya trabajaban arduamente en la solución del Cisma. De hecho, aquellos órganos contaban en inicio con el beneplácito del papa Luna. Pero Benedicto XIII, no sabemos a ciencia cierta si por convicción espiritual o por sed de poder, ejemplificó a la perfección el 'Donde dije digo, digo Diego'. Las consecuencias no se hicieron esperar y los reinos comenzaron a retirarle la obediencia. Sí, aquella que él mismo había defendido para su predecesor en la sede aviñonesa. En primer lugar los franceses, reacios casi desde la elección a un pontífice de procedencia extranjera. Como a las buenas no conseguían nada, el ejército francés sitió repetidamente Aviñón.

Ni San Vicente lo convenció

El Papa Luna, todavía auspiciado por buena parte de la cristiandad, era en realidad un preso en su propio palacio a expensas de la voluntad negociadora o batalladora del francés, que durante 4 años racionó la provisión de víveres a Benedicto XIII. La salvación requería de emociones fuertes. En 1403, el papa Luna, disfrazado de fraile carmelita, se escapaba por un túnel creado exprofeso, para alegría de sus todavía fieles súbditos escoceses, sicilianos, castellanos, aragoneses, catalanes, y cómo no, valencianos. Portugal y Navarra ya habían abandonado al pontífice aragonés, pero su liberación renovó la fe del papa aragonés en liderar la cristiandad de manera exclusiva, así como algunos apoyos, incluso entre los franceses. Tras un concilio celebrado en Pisa (1409), las cosas se complicaron. Un tercer papa allí elegido fragmentaba aún más la cristiandad. El poder de Benedicto XIII se resquebrajaba y su corte, itinerante desde algunos años así lo mostraba. El remedio fue establecer su nueva sede pontificia en la ciudad de Peñíscola en el verano de 1411, cuando reacondicionó el castillo usado por los templarios algo más de un siglo antes.

De la noche a la mañana, la población castellonense se convertía en un nuevo foco de la cristiandad, sólo equiparable históricamente a Roma y Aviñón. Intuyo que es algo inexplicable con palabras, así que les propongo una imagen: Peñíscola colapsada a causa de la "mudanza" del aragonés y de sus cardenales, con innumerables bienes materiales y gran pomposidad de movimiento. Mientras tanto, nuevos movimientos de elevados poderes se encaminaban a solventar el litigio. El emperador germánico Segismundo convocó el concilio de Constanza (1414-1418). El rey de la corona de Aragón Fernando I y San Vicente Ferrer sabían de la improbabilidad de un Benedicto XIII dando su brazo a torcer, así que en un intento desesperado, se reunieron los tres en Morella, con resultado infructuoso. A los pocos meses, en el citado concilio, Benedicto XIII era calificado oficialmente como hereje y antipapa. Pero él no cedía a las presiones ni a la imparable decadencia, que alcanzó su cenit en 1416, cuando la corona de Aragón, su feudo por naturaleza, le retiraba también su fidelidad. En realidad, su obstinación contaba con un doble aval. Por un lado, aunque de manera oficiosa, seguía siendo el 'Sanct Pare' para muchos cristianos. Por otra parte, era el único activo que había obtenido el cardenalato antes de la explosión del Cisma casi cuatro décadas atrás. Es decir, el único que podía defender su primigenio cargo -ulterior paso previo al papado- sin atisbo de corrupción alguna.

Así se explicaría que tras su defenestración, e incluso en su condición de nonagenario, Benedicto XIII fuera considerado por la incipiente Iglesia oficial como una amenaza para la restitución de la normalidad. En 1418, en su castillo de Peñíscola, el Papa Luna fue envenenado con rejalgar, una mortal combinación de arsénico y azufre incorporada veladamente en su menú. Tras el intento de asesinato se hallaba en última instancia un cardenal al servicio de Martín V, el pontífice unificador surgido del concilio de Constanza.

La misión de aquel legado era hacer entrar en razón a Benedicto XIII. Por las buenas, con ofertas materiales y espirituales, o por las malas. Por fortuna para el papa Luna, un reconocido médico hebreo detectó con presteza el mal, y a continuación elaboró el legendario 'Pulveris Papae Benedicti', según algunos, inspirado en una receta de otro prestigioso galeno, valenciano de adopción, Arnau de Vilanova (1240-1311). Otros autores han señalado la ineficacia del preparado venenoso: la llamada tisana de Benedicto XIII simplemente favoreció su pronta recuperación. Si van a Peñíscola pueden probarla. Nunca se sabe.

A Martín V le salió el tiro por la culata. En lugar de acabar con el asunto, reforzó la postura del aragonés, quien se sabía todavía una autoridad suficientemente digna y relevante para ser víctima de tan vil acto. El papa Luna generaría una expresión que todavía resuena en nuestro día a día: mantenerse en sus trece, en clara alusión a su inquebrantable contumacia en la renuncia del cargo. Pues eso. Don erre que erre.

Las Provincias (20-5-2017)

Altas/Modificaciones - Contacto - Información
© Calatayud.org 1999-2017