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Francisco de Val, vida, poesía y música


Portada del libro

JAVIER BARREIRO | La reciente cultura popular española ha estado radicalmente olvidada por los estudiosos, especialmente, en lo referido a sus aspectos musicales. Repetidamente se ha puesto de relieve que la música que se interpretó durante el franquismo, por más que en sus primeras décadas fuera prácticamente idéntica a la que se interpretó durante la República, pareció contaminada a ojos doctrinarios que se profesaban de izquierdas y eran más reaccionarios que el cardenal Plá y Stalin juntos. Hubieron ser los franceses, con su atención al imaginario los estudios sociales, quienes comenzaran a poner las cosas en su sitio y, de rebote, se comenzara a atender a estas cuestiones en las que hay que reconocer a Manuel Vázquez Montalbán su calidad de pionero aunque, como es natural, su tiempo fuera demasiado cercano como para profundizar.

Sin embargo, en cierto modo, para España era demasiado tarde y, así, se perdió buena parte de un riquísimo patrimonio (archivos, catálogos, partituras, libretos, fotografías, cancioneros, programas de mano, carteles, postales, cromos, publicidad, pliegos sueltos, discos, cintas magnetofónicas, contratos, correspondencia, revistas especializadas, filmaciones…). Sólo algunos coleccionistas particulares supieron entender la importancia de este acervo y ellos han sido quienes han surtido a los archivos musicales, fonotecas, o institutos de música popular que funcionan en las comunidades autónomas más afortunadas.

Sin embargo, ya hace años que se advierte un interés, más popular que institucional, por todas estas cuestiones y, pese a los esfuerzos de las administraciones porque los administrados entraran en la dinámica de las danzas javanesas, el teatro NO, la música de Malí y la cultura popular búlgara, puede decirse que ya van abandonando y, aunque las generaciones se sucedan, no han podido proscribir, la jota, el tango, la canción española…, en suma, la música popular, que siguen sonando en fiestas, televisiones, verbenas y soportes particulares de reproducción musical. Cito esos tres géneros y no otros, que igual pudieran componer la enumeración, porque fue en ellos en los que se desenvolvió Francisco García de Val, objeto de la atención de los autores de este trabajo.

Y, efectivamente, también han sido más los ciudadanos particulares que las instituciones académicas a quienes correspondería, quienes han investigado, cada cual en la medida de sus fuerzas, el mundo de la música popular española en el siglo XX. No es este el lugar para hacer una relación pero figuras de tanta influencia social en la España del siglo XX como la Fornarina, Pastora Imperio, Raquel Meller, Conchita Piquer, Angelillo, Imperio Argentina, Celia Gámez, Juanito Valderrama, Pepe Blanco, Juanita Reina y tantas más, si han recibido alguna atención ha sido por parte de ciudadanos que -con mejor o peor fortuna y resultado- han gastado su tiempo, su dinero y sus neuronas en ofrecer a la sociedad una documentación de la que carecía.

Este es el caso de Pepe Ramón, que, por una suerte de incidencias que él mismo relata, se encontró con la figura de Francisco de Val, compositor de muchos títulos afamados, especialmente, en la España de los cincuenta, pero cuyo protagonismo en el mundo del espectáculo ocupa más de medio siglo. Aunque, como se sugería, la carencia de documentación acerca de todo este mundo es clamorosa, hace tiempo que ya me había sorprendido la escasez de noticias acerca de este compositor, del que sabía que era aragonés pero muy poco más. Quedó la cosa ahí pensando que algún día podía llegar más a fondo y dedicarme a averiguar datos sobre él, cuando apareció por el habitual camino de la red electrónica Pepe Ramón, que me escribía a ver si podía orientarle en el camino que había emprendido en pos de la vida y obras de tan singular personaje.

Alegría de compartir inquietudes y alivio de ser relevado de una misión, tan autoimpuesta como pospuesta, sintió el firmante que ayudó en lo poco que pudo al intrépido investigador, que venía de mundos lejanos a la investigación pero que ayudado por el profesor Pachi Mendiburu en la vertiente documental han compuesto el volumen que tiene delante de los ojos. Escrito con sencillez y amenidad es muy meritorio el esfuerzo de compilación por parte de ambos investigadores ya que, por experiencia propia, sé de lo arduo que resulta conseguir datos y referencias, dada la escasez de información consultable sobre nuestra música. Por eso he abogado a menudo por acometer esa recogida de material que, dada su dispersión y rareza y su fragilidad física, no puede demorarse más. Como ha sucedido con tantos testimonios del mundo de la cultura popular, dentro de muy pocos años, será en gran parte imposible y se habrá perdido ineluctablemente un testimonio único de nuestro pasado cultural.


Francisco de Val

La importancia como compositor de Francisco García de Val (Villafeliche, 1987) se manifiesta con sólo la mención de sus composiciones más famosas que Pachi Mendiburu ha fijado con exactitud: Mercedes (1932), Viajera (1947), Campanitas de la aldea y Una lágrima (1949), Qué bonita que es mi niña (1950), Torito bravo (1951), Será un rosa (1955), Las palomas del Pilar (1956) y Sierra de Luna (1958). Como se ve, la mayoría están fechadas en el periodo 1947-1958, al que podríamos llamar: Segunda Posguerra, que junto al de la República y la Primera Posguerra, constituyen el periodo de oro de la canción popular española.

Por otra parte, también Francisco de Val fue un considerable intérprete, que, probablemente, por carecer de dotes escénicas y ante su éxito como compositor, no persistió en su empeño. Pero, tanto las interpretaciones que se conservan de su última etapa, como las jotas que interpretó, junto a la muy conocida Lola Cabello para los viejos discos de pizarra La Voz de su Amo, dan cuenta de una voz muy bien colocada que aprecian los buenos coleccionistas. Nuestra educación sentimental está repleta de referencias emocionales traídas por estas viejas canciones que, en mi niñez propagaban, por un lado la radio y, por otro, las voces más inmediatas, generalmente femeninas: madres, chachas, vecinas… Ese aire de huapango que, alguien como Francisco de Val, que nunca estuvo en América, pudo crear de forma tan convincente: "torito bravo, capitán de la manada, torito de Piedras Negras, el de la frente rizada…", que cantó José de Aguilar. O ese hermosísimo bolero, "Viajera", que creó la incomparable Lolita Garrido pero que grabaron entre otros, el olvidado y excelente barítono murciano García Guirao, la aflamencada Gracia Montes, el delicadísimo y circunspecto Jorge Sepúlveda y, en tiempos más recientes, Los Sabandeños, Blanca Villa o El Consorcio. Como nos recuerda Pachi Mendiburu, forma parte del fondo musical del film Tiovivo 1950 (José Luis Garci, 2004) y de alguna otra película.

En Aragón, la tierra que vio nacer y que tanto quiso Francisco de Val, quizá son "Las palomas del Pilar". "Ay, ay, ay, volando van por el Ebro por las torres, las palomas del Pilar", que popularizaron Los Bocheros y Antonio Machín y, sobre todo, "Sierra de Luna", las canciones más conocidas. En sus emisiones de discos dedicados, las emisoras de la capital del Ebro: Radio Zaragoza, Radio Juventud y, algo después, Radio Popular, las lanzaban al aire con la machacona insistencia con la que hoy sufrimos "Los 40 principales" en una emisora, que ya ni siquiera se llama Radio Zaragoza. La edad, ya provecta y sin embargo, esplendorosa, me hace estar en una facción, que, casualmente, es la de la música. Libros como este se agradecen en el yermo investigador de la música popular española. Haría falta que abundasen más.

El Periódico de Aragón (1-5-2012)


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