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Verano de cólera

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Juan Moneva y Puyol contaba en sus Memorias que Marsella aceptó un cargamento de trapos viejos con cólera morbo asiático, siendo en parte expedido a Valencia, pasando de aquí a buena parte de la península. El cólera alcanzó gran virulencia en el verano de 1884, siendo Zaragoza la provincia española más castigada con 13.526 muertos.

El 2 de julio el Gobernador envió una circular en la que aconsejaba evitar las reuniones de muchas personas y en la que se mandaba cerrar las escuelas municipales. En Ricla y en el Jiloca faltaban brazos para levantar la cosecha. La Derecha contaba que un segador de Calatayud que había marchado a la siega a Ricla y Salillas, había muerto de cólera, y su mujer lo esperó en balde en la estación de ferrocarril. El Diario de Calatayud relataba que María Navarro, natural de Aniñón y sirvienta en la casa de Hidalgo de Calatayud, había visto morir a tres señoritas de la familia y a la señora. Su madre había ido para llevársela a Aniñón, pero la criada prefirió quedarse para ayudar a la señorita que quedaba enferma. La Comarca, que comenzó a publicarse en Calatayud el 2 de julio, contaba que había entrado en funcionamiento un servicio de fumigación de equipajes y personas en la estación del ferrocarril de Calatayud. Se elogiaba la labor del capellán del hospital de coléricos de la ciudad, mosén Francisco Cantarero. Los dependientes del comercio bilbilitano entregaron a este hospital 62 sábanas y 7 fundas de alhomada. El Diario de Calatayud destacaba el desolador aspecto del mercado. El alcalde de Sestrica prohibía a los vecinos ir a Morés a por medicinas, con lo que resultaba peor el remedio que la enfermedad. El Diario de Avisos había publicado que algunos vecinos de Saviñán habían impedido que vecinos de Morés fueran allí a por medicinas. La Derecha lo negaba. Julián Díaz, médido de Tosos de 65 años, no había cesado en ocho días de prestar asistencia. El veterinario del pueblo, José Castán, se había ofrecido para ayudarle. Fructuoso Muñoz, alias Calcillas, cargaba en Tosos con los muertos, pues nadie quería hacerlo. En Paniza los forasteros que llegaban debían guardar la cuarentena y los vecinos que regresaban al pueblo sólo cinco días. El conductor del coche La Zaida-Belchite había muerto de cólera, dejando incomunicados a los dos pueblos. En Aniñón se hacían hogueras con romero, quemando en ellas seis o siete libras de azufre. Las hogueras servían de distracción en Almonacid de la Sierra. Los vecinos de Brea no dejaban pasar por la travesía del pueblo a ningún viajero, obligándole con palos y escopetas a seguir otro camino. El alcalde de Torrelapaja tampoco admitía a ningún carretero ni trashumante en la venta. El Gobernador multó por ello a Brea. La Comisión Provincial acordó dar las gracias al jefe de la estación de Morés Alejandro de la Torre, al párroco Rafael Todo y al vocal de la Junta de Sanidad Santiago Jiménez, por los servicios prestados. Durante la epidemia murieron algunos alcaldes, como el de Épila y el Morés, y muchos maestros, como los de Calatayud, Belmonte, Moros, Villanueva de Jiloca, Muel, Épila, Lumpiaque y Pastriz. El corresponsal de La Derecha en Saviñán escribía que las acequias que cruzaban el pueblo dejaban bastantes charcos por las calles.

En un libro de vecindad de 1878, el párroco de Saviñán daba un total de 1.549 almas. En 1885 el pueblo contaría con unos 1.500 vecinos aproximadamente. Aquel año murieron en el pueblo un total de 132 personas, siendo la causa del cólera 104. De ellos 65 fueron mujeres y 39 hombres, lo que correspondía al 7% de la población. Murieron 36 niños de corta edad, la mayoría de pocos meses. De ellos 21 eran varones y 15 hembras. De 20 a 40 años murieron dieciocho mujeres, de 40 a 60 años se contabilizaron diecisiete defunciones y quince fallecidas mayores de 60 años. De hombres sólo murieron tres de 20 a 40 años de edad, de 40 a 60 años fallecieron ocho y mayores de 60 años siete defunciones. En las partidas de defunción las causas de muerte que más se repiten son las de enteritis coleriforme, cólera morbo y cólera indiano. Los meses con más defunciones fueron julio con 52 muertes y agosto con 28.

Desde antiguo siempre hubo un hospital en Saviñán, donde curaban sus males los transeúntes. El nuevo hospital de Saviñán se concluyó el 15 de julio de 1901, a expensas de la entonces condesa de Argillo, Ana Garcés de Marcilla. Su sobrino Luis Garcés de Marcilla, futuro conde de Argillo, aportó 30 pesetas para la suscripción oficial de la provincia para socorrer a los más necesitados, que eran también los más invadidos por el cólera. En Saviñán murió un hermano de mi abuela, llamado Domingo Juan Aznar Lahuerta de cino años y Victorina Puerta Rodríguez de cuarenta y seis años, que era la esposa del notario Federico Crespo, oriundo de Maluenda, dejando por su alma 40 pesetas.

En Saviñán se celebró la fiesta religiosa de las Hijas de María, dedicada a la Purísima, el 8 de diciembre en la que participó la Capilla del Sepulcro de Calatayud y La Unión Bilbilitana, celebrándose a continuación las fiestas de San Roque, suspendidas a causa de la epidemia.


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