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El curioso prior

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Miguel Monterde y López de Ansó (1730-1791), desde 1786 prior del Santo Sepulcro de Calatayud, fue el autor de un manuscrito fechado en 1788 titulado: Ensayo para la descripción geográfica, física y civil del Corregimiento de Calatayud, recuperado por José María Sánchez Molledo, muy útil y a la par curioso.

Monterde cuenta en él que al arzobispo de Zaragoza, Lope Ferench de Luna, de camino al santuario de Ntra. Sra. de la Sierra, allá por 1358, le pidió confesión una cabeza separada del cuerpo, que pertenecía a un devoto de San Miguel. En este santuario se conservaba una casulla del Papa Clemente VII, con las armas de los Médicis. En un monte de Moros, llamado la Muela, había una mina a cuya entrada se encontraba el almazarrón o almagre, "del cual se ha abusado para contrabandear el tabaco". Por entonces el santuario de Ntra. Sra. del Prado de Viver, con su casa para hospedaje, había sido reedificado y dotado con lámparas de plata por Juan Antonio Melús. En Torralba de Ribota había buenas piedras de amolar para enlosar hornos. En Ariza hubo otra parroquia con título de arcipreste de Ariza, incorporado a la dignidad de prior de la catedral de Sigüenza. Cetina era la patria de Diego Lafuente, abad de San Victoriano, cuyo cuerpo incorrupto se conservaba en la parroquial. Poco después de ser conquistada Calatayud por Alfonso I, Ntra. Sra. de Jaraba se apareció a unos pastores sobre un alto risco. La mayor parte de los vecinos de Campillo eran arrieros. En los meses de mayo, junio y agosto de 1525, Ntra. Sra. de los Albares de Nuévalos se dejó ver con varios rayos de sol que salían de su corona y se apagaban, aunque también sudó misteriosamente. El Sacramento de Cimballa se conservaba en el Monasterio de Piedra. Godojos era entonces famoso por un eco que se observaba en las paredes de su castillo. En Alhama había una mina de oro y en Ateca peras de donguindo y un esqueleto humano al que, con razón, llamaban La Muerte de Ateca. Las viñas de Castejón, que crecían en los márgenes del Jalón, ya habían sido celebradas por Cienfuegos. Según una tradición, en Terrer habían nacido los padres del conquistador Hernán Cortés. Las monjas de Santa Clara y los mercedarios de Calatayud tuvieron en Munébrega casas de recreo. En Cubel había una mina de arena blanca que usaban las fábricas de vidrio de Alfamén. En Pardos se hallaba un pozo de veinte varas de diámetro, que ni crecía ni menguaba. Era El Ojo de Pardos. Fray Pedro Pérez de Sena, provincial de la provincia reformada de San Francisco de Valencia y natural de Monterde, renunció al obispado de Orihuela y regaló a la parroquia de su lugar las reliquias de San Cenón. Las pilas de los molinos de pólvora de Villafeliche se labraban con piedras sillares de Montón. La vega de Villacadima, que se regaba con el agua de un manantial, de Fuentes de Jiloca, producía los mejores cañamones para siembra. De la cantera de Valdecatín, en Velilla de Jiloca, se sacaban buenos sillares que se utilizaban en puentes, casas y columnas. Las monjas de la Concepción de Tarazona llegaron a fundar a Miedes en 1613 y en 1690 salieron a fundar a Calamocha. La Almunia se surtía de nieve de las neveras de Viver de Vicor. Los olivos royales de Sediles daban el mejor aceite para las mesas. La Alcarria y Madrid se surtían de las ollas cocidas en los alfares de Tobed. En Santa Cruz de Tobed o de Grío se cultivaban los olivos de racimillo, variedad autóctona, que daba las olivas en panojas, como el serbal. En Tobed, San Cruz e Inogés se cultivaba mucha judía verde. Los vecinos de El Frasno vendían en Navarra las flores de un cardo que servía para teñir las sedas. En los cajeros de las acequias de Ricla se criaba mucho palo dulce o regaliz y gran cantidad de cañas que vendían para diferentes usos. En el monte Monegre de Arándiga había una cueva que exhalaba un vaporoso humo que calentaba la cara. En Nigüella se encontraba una piedra negra y pesada, que convertida en polvo, facilitaba la menstruación. En La Cruz del Corredor de Mesones había una boca de cinco palmos de diámetro, que exhalaba en invierno un vapor tan cálido que socarraba los romeros cercanos. En Mesones se encontraban restos de molinos de pólvora. Illueca era entonces famoso por su fábrica de paños bastos y por sus perniles de cerdos. Sestrica lo era por sus tinajas y cántaros que se vendían hasta en Castilla. En Paracuellos de la Ribera se cultivaba mucha coliflor, igual que en Embid de la Ribera, que vendían en Madrid. La pera chata era propia de Embid. En el paraje de La Hoya de Huérmeda, donde crecían buenas viñas, manaban abundantes manantiales y de ahí le vino el nombre de Huerta húmeda, o sea, Huérmeda. Belmonte era la patria del jesuita Baltasar Gracián, "verdadero autor del Criticón". Su iglesia se decía que fue costeada por el papa Luna. En Saviñán se encontraba "el solar de la familia Gracián que ilustró el autor del Criticón". La erudición del prior Monterde tampoco tenía fin.


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