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La vida y las gentes de Ateca
en tiempos de Baltasar Gracián

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Francisco Gracián Garcés casará en segundas nupcias en Santa María de Calatayud con Ángela Morales Torrellas el 21 de enero de 1597. El día de San Juan de 1596 pudo ser el comienzo de su actividad como médico en Belmonte, tras su marcha de Saviñán, donde murió su primera esposa Mariana de Andura en 1595. En Belmonte nacerán: Manuel en 1597, Magdalena en 1599, Baltasar en 1601 y Francisco en 1602. El 11 de junio de 1602, en la torre de Gaspar de Sayas de Calatayud, Francisco Gracián firmará un contrato con los jurados de Ateca por un período de seis años, que daría comienzo el día de San Pedro, con un salario anual de 5.600 sueldos jaqueses, pagaderos por trimestres, libre de contribuciones, pechas, zofras y hospedajes de soldados. Según este contrato, Francisco Gracián debía visitar a los enfermos dos veces al día, a la mañana y a la noche, acudiendo a cualquier hora del día en caso de accidente. Podría ausentarse ocho días al año, poniendo un sustituto por su cuenta, debiendo pernoctar en el pueblo seis días a la semana, bajo pena de 20 sueldos. Este contrato se renovó en 1605 por otro de doce años (1608-1620), con una retribución anual de 5.760 sueldos. El Ayuntamiento, por medio de sus jurados Miguel Cejador y Miguel Panadulce, aseguraba sus responsabilidades ante el pueblo mediante una comanda, por la cual el médico se obligaba con Ateca por 22.000 sueldos o 1.000 escudos, de tal forma que si Francisco Gracián incumplía su trabajo, se podían servir de ella. Al renovarse el contrato tres años antes de la conclusión del anterior, podemos pensar que las dos partes se mostraban satisfechas. En este nuevo contrato, muy parecido al anterior, se introdujo un ligero aumento en la cantidad destinada al alquiler de la casa, que eran 160 sueldos, por lo que se deduce que la familia Gracián-Morales no vivía en casa propia. Francisco Gracián, parroquiano de San Andrés de Calatayud desde 1592, tenía casa en esta ciudad, donde murió en 1620, un mes antes de acabar el contrato con el Concejo de Ateca.

Por estas fechas se documentan en Ateca otros médicos cirujanos. Juan Pérez en 1609, Jerónimo de Zúñiga en 1602, Martín de Alvarado en 1605 y 1609, Miguel Blanco y el joven Juan de Cardós, mancebo cirujano, ambos en 1616, y Juan de Arueta en 1606, 1612 y 1619, "infanzón cirujano" y habitante de Ariza en 1606.

En Ateca nacieron los restantes hijos del matrimonio Gracián-Morales. Felipe lo hizo en 1604, Pedro en 1607 y Raimundo en 1616, que son nombrados por Baltasar en sus libros. Lorenzo, el "hermano imaginario", cuyo nombre utilizó Baltasar para firmar sus libros profanos, nació en 1614 y aún tuvo el matrimonio tres hijos más, Juan que nació en 1605, Ángela en 1609 y Francisco en 1612, que debieron morir a corta edad. En 1616 y en Ateca casó Teresa Gracián Andura, hija del primer matrimonio de Francisco, con Miguel de Vera y Álvarez, vecino de Calatayud, pasando a vivir a Villalengua.

Baltasar Gracián estudiaría primeras letras en la escuela pública de la plaza del Hortal, en las casas del Concejo, donde también tenía el maestro la vivienda. Juan de Morlanes se ocupó del "magisterio de los niños del pueblo" de 1603 a 1605 y de 1610 a 1613, compartiendo la docencia en 1613 con Matías López, que enseñó de 1605 a 1610. A partir de 1613 Julián de Valera se ocupó de enseñar a los niños a leer, a escribir, a contar y a decir la doctrina, además de buenas costumbres, según se apunta en el Libro de la Receta del Concejo. Al acabar los estudios primarios, Baltasar Gracián marchó de Ateca para estudiar al lado de "el licenciado Antonio Gracián, mi tío, con quien yo me crié en Toledo", según confiesa el escritor en Agudeza y Arte de ingenio.

Cuando en 1624 se establecieron los padres capuchinos en Ateca, el Concejo les cedió estas casas, mientras edificaban el convento en el barrio de San Martín. La escuela y la vivienda del maestro se trasladaron hasta que, con la marcha de los frailes en 1628, se rehicieron en el mismo edificio. Estas casas albergaban también la capilla de Ntra. Sra. de los Ángeles, el hospital de peregrinos, la fragua y la cárcel. En 1613 y 1614, recién acondicionada la capilla, se decía misa en ella el día de San Miguel y a su término se renovaban los miembros del Concejo, procediendo después a la subasta de los arrendamientos de pastos y otros asuntos de su competencia. Estas antiguas casas del Concejo ocupaban la parte sur de la plaza pública. Al norte la plaza del Hortal confrontaba con los huertos del Arial, al este con el río Manubles, el macelo y la herrería, y al oeste, donde se sitúa la actual Casa Consistorial, con las tiendas del Concejo. A la plaza se accedía desde la calle Real o Mayor a través de la puerta de las Fraguas, y en ella se llevaban a cabo las corridas de toros el día del Corpus y el de la Asunción de Nuestra Señora. Alrededor de la Puerta de las Fraguas, llamada también Puerta del Hortal, se localizaban las herrerías, las fraguas y el peso municipal, lugar de cita de los comerciantes en ferias y mercados. En 1560 el Maestre Domingo realizó en ella trabajos menores. En 1615 se empedra un trozo de calle a su altura y en 1619 se adecenta de nueco la Puerta, mientras se "repara y cubre el granerillo que está encima del Peso del Hortal", ocasionando al Concejo un gasto de 188 sueldos y 4 dineros. En 1606 el Concejo había dado a treudo unas casas en la Puerta de las Fraguas, actitud que se repite en 1638, obteniendo por ello 180 sueldos anuales. La Puerta del Arial o de San Miguel cerraba Ateca por el norte, donde nacía el camino que acercaba a los pueblos de la ribera del Manubles. En 1609 un matrimonio tenía a treudo una torre en la Puerta del Arial, que vuelve a arrendarse en 1638 por 180 sueldos anuales. Desde la Puerta de Carralmazán o de Carradeza, hoy desaparecida, partía el camino que conducía a Deza y a Almazán. En 1548 trabajó en ella Maestre Domingo. En 1564 se arrendó esta Puerta a Domingo Pariente y Domingo Ximeno, menor, en 150 sueldos. Por el poniente cerraba la Puerta de Ariza, en el camino real hacia Madrid. Ya en 1567 se levantaron junto a ella unas tapias de cal y piedra, para evitar que las crecidas del Jalón entraran dentro del casco urbano. En 1604 el Concejo arrendaba sus casas con torre en la Puerta de Ariza y en 1638 este arriendo ascendía a 180 sueldos anuales. Estos arriendos confirman que las puertas habían perdido su antigua función militar, y es entonces cuando se pone a la Puerta del Arial bajo la protección de San Miguel, la Puerta de Ariza bajo la protección de la Virgen del Rosario y la Puerta de las Fraguas bajo la protección de la Virgen de los Ángeles.

Las primeras diligencias para construir la actual Casa Consistorial, de estilo aragonés, datan de 1626. En 1628 se formó una comisión para redactar las capitulaciones con los guipuzcoanos Andrés de Vicuña y Domingo de Múxica. La obra, de la que fue veedor el obrero de villa y vecino de Calatayud Francisco Aguirre, fue contratada en 5.000 escudos. Duró de 1629 a 1634 y en ella tuvieron cabida los granos del Concejo, la sala capitular, las oficinas, el local del peso y de la medida del aceite, y la carnicería. Una vez terminado el edificio, se paga al empedrador Domingo Navarro 2.100 sueldos "por el estajo que se dio en la Plaza del Hortal".

A principios de siglo XVII se levantó el nuevo puente sobre el Manubles con piedra de Alhama de Aragón, dando traza los canteros Aguilera. Este puente se reparó en 1611. Queda documentado que el día 1 de agosto de 1584 cayó una gran pedregada. Debido a la tormenta, el agua del Manubles se llevó por delante el puente. Había ocurrió otra pedregada el 24 de junio de 1560. En 1612 se pagarán 40 sueldos por limpiar el tarquín que había dejado la crecida, desde la herrería hasta la Puerta de las Fraguas. En 1623 se paga por lo mismo 100 sueldos a unos portugueses, por el destajo realizado la semana de San Lucas.

En el fogaje de 1495, Ateca aparece con 178 fuegos. Bartolomé Joly, que viajó por España a principios del siglo XVII, escribía que las tierras de Ateca componían "el más bello valle que se pueda ver con trigo, huertas, árboles frutales y azafranes". Y anotaba: "Ateca, pueblo de seiscientas casas, habitado por gentes honradas". Labaña, que pasaría de camino a mitad de febrero de 1611, con el encargo de confeccionar el mapa de Aragón, dice que Ateca, con su caserío apiñado en "una ladera de un otero humilde", contaba con 400 vecinos. Por tanto con la expulsión de los moriscos, Ateca había perdido unos 1.000 habitantes. En 1650 contaba con 299 fuegos y a finales de siglo con 350 vecinos. Todo el que quisiera ser vecino de Ateca en 1606, además de ser buena persona, debía pagar al Concejo 500 sueldos y comprar bienes inmuebles por valor de 1.000 sueldos.

En 1643 Felipe IV le concedió el privilegio de villazgo y la prerrogativa de usar como blasones propios los de la dinastía aragonesa. A lo largo del siglo XVII se documentan en la villa varios zapateros, sogueros, alpargateros, papeleros, ensambladores, tejedores, calceteros, esparteros, talegueros y hasta un "naipero" o fabricante de naipes. Ateca también tenía "una botiga de boticario con todos sus potes, redomas y negocios y cosas tocantes y concernientes al uso", que se situaba en la calle Mayor, dentro de la casa de María Gómez, viuda de Luis de Sayas. En 1604 la regentaba Tadeo Marco, que ese mismo año la traspasa a Alonso de Ciria Ximénez por 6.000 sueldos. Juan de Sayas era boticario en 1606 y Juan Ruiseco en 1610 y 1617. Hacia mitad de siglo Ateca contaba con dos boticas y a final del XVII el boticario se contrataba sin salario, con la condición de suministrar todas las medicinas necesarias al hospital, dándole el Concejo por este concepto 50 libras jaquesas.

Entonces las dos principales actividades de Ateca eran la agricultura y la ganadería. Por entonces Ateca producía alrededor de un millón de litros de vino, siendo su riqueza principal. Por eso mismo los clérigos salían a las heredades a combatir las plagas de las viñas y a "excomulgar el gusano". El Concejo solía dar el pan, el vino y los peces para comer el día del conjuro. Además, cada año se traía desde Sorlada, en Navarra, el agua que había sido pasada por la cabeza relicario de San Gregorio de Ostia, para bendecir los campos. En el Libro de Cuentas del Concejo de 1604 aparece la oración con que se acompañaba la aspersión de viñas y frutos con el agua bendecida de San Gregorio. Y como la faena de la recogida de la uva era la principal, el Concejo pagaba 8 reales como limosna al vicario general, por la licencia para vendimiar. Jouvin escribe en su viaje de 1672 que el vino tinto era entonces muy barato. Y añadía: "no se puede beber un vaso de vino sin agua que no embriague al que lo ha bebido".

Dentro de las obligaciones de los beneficiados de la parroquia estaba el acudir a la iglesia al toque de nublado, el acompañar al Santísimo a casa de los enfermos y el asistir a las defunciones, a las novenas y a los oficios del coro. Cuando amenazaba alguna tormenta, se subían las reliquias a la torre, donde se iluminaban con lámparas, pagando los tenderos la media libra de aceite. Se sabe que en 1623 hubo una plaga de arañuela y el Concejo pagó 21 sueldos a un obispo de Armenia para hacer un conjuro.

En las parcelas cerca del pueblo se sembraba cereal, que se destinaba a la alimentación del ganado. En Ateca eran entonces muy preciados los aceites de Saviñán, Morés y El Frasno.

En 1592 el Concejo limitó a 6 el número de cabras por cada rebaño de 800 ovejas. Los vigilantes estaban autorizados a degollar aquellas cabras que sobrepasasen el cupo.

La dula de verano comprendía desde el azud de San Blas hasta el mojón de Terrer, en tierras de la vega del Jalón, y la de invierno se situaba sobre el Manubles, en el paraje de las Suertes, que constaba de once parcelas o suertes. En 1697, tras la queja de algunos vecinos al Concejo, se contrató a un dulero para que cuidara de los animales de labor.

Los pastores guardaban el ganado en la dehesa Vieja, que debía estar cerrada desde el día de San Andrés y por todo el mes de marzo. La víspera de San Andrés cada ganadero debía declarar las ovejas que tenía para parir, para asignarle paridera y tierra.

En las Ordinaciones del Concejo de Ateca del siglo XVII, se multaba la entrada del ganado lanar y cabrío en la vega con 200 sueldos, la corta de leña de chopo o de álamo con 100 reales, la entrada de una caballería de noche en las viñas con 20 sueldos, la siega de alfalfas y el hurto de fruta u hortalizas con 100 sueldos, el apacentar en las lindes ajenas o segar hierba en ellas con 100 sueldos, la entrada en la vega del ganado vacuno con 10 sueldos por cabeza, la entrada de los cerdos en las eras con mies o parva con 10 sueldos y el acarreo de noche, de ocho de la tarde al nuevo día, con 20 reales. La multa se dividía en tres partes, una era para el denunciante o prendedor, otra para el dueño de la propiedad y la tercera se repartía entre el Concejo, los jurados y el bolsero, que nombraba el Concejo anualmente. También se tomaba prenda por echar fiemos en sitios indebidos, por pescar, por meter ganados en las heredades antes de tres días de haber llovido y del "aguavá" que se lanzaba a la calle, siendo la recaudación para el bolsero.

El suministro de la carne lo arrendaba el Concejo anualmente, desde el día de San Juan al mismo día del año siguiente. En 1596 el arrendador pagaba 22.000 sueldos en calidad de préstamo. Por su parte el Concejo le cedía la dehesa cerrada de San Asensio y el herbaje de la Torrecilla. En la dehesa del Talao podía tener 30 cabrones. Por estos aprovechamientos de hierbas, el arrendador pagaba entonces 3.000 sueldos en dos veces, el día de Santo Tomás y el día primero de junio. El arrendador también podía aprovechar el pasto de los prados del común, siempre que no dañara los cereales ni las viñas, donde podía engordar 80 carneros durante el tiempo de la Cuaresma.

El arrendador nombraba a un tajante al servicio de la tabla o mostrador, que debía estar bien abastecido. Debía tener carnero a la venta durante todo el año, carne de cordero desde el día de la Cruz de Mayo y carne de oveja y de cabra desde el comienzo de la vendimia hasta después de sacados los vinos. Desde el día de San Juan hasta el día de San Miguel, debía "pesar cada semana una baca macho que sea bueno y de buen servicio gordo", y así hasta doce reses. También debía suministrar sebo para las cubas de vino, para el gasto de cada casa y para las velas de los pastores. En tiempo de invierno no debería faltarle carne al por menor, para que la pudiera comprar la gente pobre. El día de San Miguel debía suministrar a los vecinos pellejos para hacer cueros o botos, con los que sacar los vinos, al mismo precio que los tenía contratados con el pellejero. También podía vender carne que le suministraban los particulares, que debían pagar 1 real al arrendador y otro al tajante por expenderla. Si alguna vaca se desgraciaba se podía vender en la carnicería, previo pago de 3 reales al arrendador y 2 reales al tajante. El Concejo velaba para que durante la Cuaresma no faltara la carne de carnero para los enfermos. El tajante debía prestar juramento que no pesaría carne sospechosa "y que si obiere de las tales carnes las tenga afuera de la tabla y de parte y que si lo contrario hiziere tenga pena cada vez veynte sueldos".

El abasto a las tiendas de abadejo y de congrio curado, se hacía mediante arrendamiento por parte del Concejo durante un año, que comenzaba y finalizaba el día de Todos los Santos. En 1596 una libra de congrio costaba 2 sueldos y 6 dineros y la libra de abadejo 9 dineros.

El azud de San Blas, llamado de Alcocer y Carracompén, por nacer allí ambas acequias, sufrió reparaciones en 1552, 1581 y 1617. En 1581 se hizo prácticamente nuevo, obra del vizcaíno Martín Gallarda, costando 29.500 sueldos. El arreglo de 1617 ascendió a 2.300 sueldos. En 1660 sufrió otra reparación, levantándose en esta ocasión escritura pública de concordia entre los regantes de Ateca y Terrer. En el azud de San Blas había un abrevadero para los ganados de la sierra.

En 1630 se reparó el azud de la Solana o Valdelahuerta, que daba riego a la margen izquierda del Jalón. Según una concordia de 1660, el Concejo que era propietario del molino de harina de la Solana, debía pagar las tres quintas partes de los gastos del arreglo del azud y de la acequia.

El azud de la Carravieja se reparó en 1608. Así, ante el notario Manuel Cejador comparecieron Martín Luzón de Pasamonte, Diego Benito Simón y Juan de Sos Mayor, propietarios del Heredamiento de Carravieja, y Juan García de Remacha, vecino de Ateca, para capitular el arreglo del azud. El 1620 vivía en Ateca Pedro Luzón de Pasamonte, baile de Calatayud.

En enero de 1623 varios terratenientes quisieron ampliar sus regadíos, construyendo una acequia desde Castejón de las Armas. Para ello otorgaron poderes a García de Ateca, Juan Andrés Pérez, Miguel de Sayas y Martín de Sos, que eran terratenientes y regantes. Para la toma se eligió la margen derecha del río Piedra, a la altura del pueblo de Castejón. En 1629 ya estaba terminada la obra, con condiciones y pactos con los vecinos de Castejón. Con el agua de este azud se movía el molino de harina de San Martín y la fábrica de papel blanco.

Para la concordia de la vega y Heredamiento del azud de San Blas, que lleva fecha de 16 de septiembre de 1660, se reunieron ante el notario de Calatayud Iñigo Gerónimo de Carreras, Juan de Huerta, que era procurador del Concejo de Ateca, Francisco Tomás Navarro y Juan Ramírez, que representaban a los herederos, terratenientes y Capítulo de regantes de las acequias Losa-San Julián y Bebedero-Manantiales, y el vicario Juan Briz. Para la concordia del azud de la Solana comparecieron en 1660, ante el notario Miguel Cejador y Cano, Gerónimo Gil García y Francisco Belamazán, jueces ordinarios, Juan de Huerta, procurador, y los consejeros Gerónimo García y Diego Minguijón, que lo hicieron de parte del Concejo. De parte de la vega estuvieron presentes Alonso de Aniñón y Liñán, infanzón, y José Pérez, procuradores de los terratenientes, Capítulo y Heredamiento. Todos ellos acordaron una serie de puntos para hacer un nuevo azud en el Jalón, a la altura de Castejón de las Armas.

Como ya se dijo, el convento de capuchinos se levantó en el barrio de San Martín. Ya en enero de 1621 se habían trasladado a Ateca unos frailes de la Victoria de Zaragoza, frailes Mínimos de la Orden y Religión de San Francisco de Paula, para tratar de la fundación de un convento. En mayo de 1621 llegaron los capuchinos a Ateca, bajo la protección de Alonso Marcilla, quien les ofreció unas casas para fundar un oratorio para decir misas y hospicio, pero no convento. Al año siguiente los síndicos del procurador general de la Comunidad de Calatayud, Jaime Castejón y José Yus, se desplazaron a Ateca para conceder el permiso para poder construir el convento. Pero el Capítulo eclesiástico de Ateca, para salvaguardar sus intereses patrimoniales, impidió el asentamiento, tanto de los frailes Mínimos como de los capuchinos. Pero Pedro Marcilla propició en enero de 1624 la llegada de los capuchinos a Ateca, con una rápida negociación entre los frailes, el Concejo y el Capítulo eclesiástico. Las obras comenzaron en octubre de 1624, costeadas por el Concejo y los vecinos de la villa, entre ellos Pedro Marcilla, caballero de la Orden de San Juan, comendador de Ambel y luego de Villalengua, y su hermano Alonso, que donó la huerta, además de todas las puertas, ventanas, tarimas y encerados. Al lado del convento se levantó la iglesia de San Francisco, vulgo San Martín, construida entre 1628 y 1630 por el obrero de villa Juan de Arrueta, vecino de Ateca, quien dirigió también las obras del convento. El retablo mayor, bajo la advocación franciscana de la Porciúncula, fue terminado en 1638, trabajando en él los pintores José Horoz y Juan Antonio Florén. En 1641 se pagaron 960 sueldos al escultor Fabián Gaspar de Meneses, para que realizara los escudos con las armas de los capuchinos y de la villa, que se colocaron sobre la puerta de entrada. Al lado de la iglesia, lugar que ocupa actualmente la plaza Costa, conocida también como plaza del Cortijo, se encontraba una huerta de Manuel Muñoz de Pamplona, conde de Argillo, muerto en 1803, que vendió al barón de Llumes. A finales del siglo XVII Juan de Jayme, barón de Llumes, tenía en Ateca una casa-palacio. Los Muñoz de Pamplona también tenían en este barrio una casa-palacio y en 1597 obtuvieron autorización para celebrar misa en su capilla.

A mediados del siglo XVI tenían culto en Ateca las ermitas de San Cristóbal, Santa Catalina, San Roque, San Martín, San Sebastián, Santo Toribio, San Blas y Santa Lucía. En la partida de Manubles se situaban las ermitas de Ntra. Sra. de Manubles, de la Santa Cruz y de la Ascensión.

El Capítulo eclesiástico de la parroquia de Santa María estaba compuesto por un vicario y ocho o nueve beneficiados. Uno de ellos hacía de sacristán y otros dos entraban por turno de semaneros. Se sabe que en 1597 el Concejo nombró sacristán de por vida a Miguel Cejador, con la obligación de limpiar, conservar y vigilar la iglesia. Percibía anualmente todas las rentas, además de 4 cahíces de trigo y 5 fanegas de centeno para la Virgen de Agosto, 5 alqueces de vino y 260 sueldos para Todos los Santos, un cordero para la Cruz de Mayo y las limosnas que se acostumbraban a dar en los ofertorios, entierros y cabos de año. En el siglo XVII la iglesia tenía más de 200 hanegadas de tierra e ingresaba 10.000 sueldos al año, sin contar lo que recibía en especie.

En 1618 se mandó hacer la Sala capitular de la parroquia, que se acabó en 1628. En retablo mayor, realizado entre 1650 y 1657, es atribuido a los escultores Pedro Virto y Bernardino Vililla, ambos de Calatayud, siendo policromado por el pintor Juan Florén. En 1660 se reparó el campanario. En este mismo año se funda la Hermandad de la Soledad, encargada de la organización de los actos de Semana Santa. Así, la procesión de Viernes Santo data de 1661. La encabezaba el pendón con el emblema de la Soledad y la cerraban los Jurados y Prebostes con túnicas negras y encapuchados. La cofradía de San Lorenzo se fecha en 1648. La Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús ayudaba a los enfermos pobres. En 1596 mosén Pedro Marco, presbítero y beneficiado de Santa María, legó dos pensiones a la Cofradía y compró a Blas Sos e Isabel Domínguez unas casas por 3.100 sueldos. Allí estuvo el Hospital de Jesús para acoger a los enfermos pobres. En 1588 el obispo Cerbuna solicitaba al Concejo para el hospital de peregrinos, que se encontraba en las casas viejas del Concejo de la plaza del Hortal, "a lo menos quatro camas con la ropa necesaria y decente". En 1613 y 1614 regía el hospital, por contrato del Concejo, Roque Ciria, que ganaba un salario de 32 sueldos anuales, aunque también era nuncio o vocero, cobrando por ello 24 sueldos, y otros 24 sueldos por tocar la campanilla de las ánimas del purgatorio.

Tenemos noticias de la Cofradía de la Sangre de Cristo por un protocolo de Juan Morlanes de 1593. Por aquel entonces se nombraron a diez hermanos para que acompañaran a las procesiones al santuario de la Virgen de la Sierra de Villarroya. Los gastos de cabalgaduras y hospedaje corrían a cargo del Concejo. Entonces era abad de la Cofradía el doctor mosén Pedro Ullán, siendo contemporánea de las Cofradías del Santísimo Nombre de Jesús y de las Almas del Purgatorio. Sabemos que en 1622 hubo procesión al santuario de la Virgen de la Sierra y en 1680 se fue de rogativa a la Virgen de Cigüela, en Torralba de Ribota, a causa de la sequía.

La Cofradía de San Pedro se fundó en 1680 con 29 miembros eclesiásticos. Excepcionalmente Miguel Cejador fue admitido como secretario y Juan Pedro de Ciria Beteta y Catalán, que era Caballero de la Orden de Calatrava, lo fue por gozar de privilegios eclesiásticos. Ostentó también el cargo de visitador y gobernador de la Orden en Aragón y Valencia.

Entonces las fiestas más importantes de Ateca eran la Asunción de la Virgen, el Corpus y San Blas, hasta que se estableció la Virgen de la Peana. En 1605 se celebró el nacimiento de Felipe IV con un gasto de 92 sueldos y con ruido de tambores. En 1617 se corrieron toros en la plaza para las fiestas de agosto. El 3 de febrero de 1644 el Concejo nombró oficialmente a San Blas como Patrón de Ateca, mediante un acto público ante el notario Jesús Ferrer. La primera noticia de su culto en Ateca data de 1460. Sabemos que en 1618 se hundió su ermita y al año siguiente se colocó su altar en la capilla de la plaza del Hortal. Pero en 1622 ya estaba en pie la nueva ermita. A partir de entonces se destinan para la fiesta de San Blas fuertes sumas de dinero, que se gastaban en música, cantores y salvas de pólvora.

En el Libro de Cuentas del Concejo de 1560 a 1570 se dice que "se pagó a Domingo, bordador, 500 sueldos en los cuales debe dar cuarenta para comprar seda y terciopelo para el dosel de la piana". La Virgen de la Peana, que se veneraba como Virgen del Rosario, estaba colocada en el siglo XVII sobre un altar portátil. Y es poco después de asentarse los capuchinos en Ateca cuando su devoción cobra auge. En 1661 Isabel Estefanía deja en su testamento 20 sueldos a la Peana. En el mismo año Josefa Burgada, mujer de Pedro Arraiza, deja "a la Virgen Santísima del Rosario, llamada de la Peana, una Virgen del Pilar de oro que tengo y un corazón de cristal". En 1662 Alonso de Montoya deja 20 sueldos.

Las obras de la capilla de la Virgen se comenzaron en 1698. El 6 de enero de aquel año el Concejo, el Capítulo eclesiástico y los vecinos acordaron ayudar a los gastos, abriendo un libro de limosnas, actuando de cajero y depositario mosén Martín García. Como perito y sobrestante se nombró al padre Francisco Belamazán.

La familia Ciria era patrona de la capilla de Santa Isabel de la parroquia de Santa María. Alonso de Ciria Ximénez murió en 1631, dejando a Ntra. Sra. de la Sierra de Villarroya 400 sueldos para hacerle un joyel. En 1630 había concertado con el pintor de Calatayud Juan Florén, el dorado y pintura del desaparecido retablo de San Ildefonso para la iglesia parroquial. Juan de Ciria, caballero del Hábito de Santiago, murió en 1634. Juan Pedro de Ciria Beteta y Catalán dejó a su muerte, ocurrida en 1681, 200 escudos a la Virgen de la Soledad, que aumentaría a 3.000 si se hacía capilla.

Los Pérez García y los Cabrerizo eran familias infanzonas radicadas en Ateca. Antonio Remírez, oriundo de Ateca, era en 1629 vicario general de la ciudad de Zaragoza. En 1625, Alonso Aniñón y Liñán, familiar del Santo Oficio de la Inquisición, era cofrade honorable de la Cofradía de San Roque.

En 1680 la Hermandad de la Soledad hizo una nevera junto a la iglesia de San Martín, para recaudar fondos con la venta de nieve. Se hizo a zofra entre los cofrades o esclavos de la Soledad, aportando cada uno una carga de uvas. En años de escasez la villa se surtía de nieve de Aniñón. En 1655 Malanquilla se ofreció para traerla por seis años "sin obligación de tomarla si un año nevara o tuviese hielo". En 1609 el Concejo ya había arrendado el servicio a un vecino de Peña de Alcázar, provincia de Soria.

Tras la muerte de Francisco Gracián en Calatayud, el 28 de mayo de 1620, su viuda Ángela Morales vivió en esta casa de la parroquia de San Andrés de Calatayud, en un principio con sus cuatro hijos menores, Felipe, Pedro, Lorenzo y Raimundo, hasta su muerte, acaecida el 20 de diciembre de 1642. Lorenzo Gracián Morales también murió en su casa de la parroquia de San Andrés de Calatayud el 11 de marzo de 1666.

BIBLIOGRAFÍA

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