La cascada de la Cola de caballo, uno de los saltos de agua
del jardín histórico
MARTA GONZÁLEZ-HONTORIA | Fue en 1218 cuando el pequeño grupo de monjes cistercienses llegados a este lugar a orillas del río Piedra consagraban el templo de su nuevo monasterio. Hoy, 800 años después, este recinto monacal abrazado por jardines que parecen surgidos de 'El Señor de los Anillos' se ha convertido en uno de los destinos turísticos imprescindibles de Aragón.
Ya no hay hábitos por el lugar, ni aroma a cacao -dicen que fue aquí donde se hizo por primera vez en Occidente el chocolate tal y como hoy lo conocemos-, pero gracias a la familia Muntadas, que compró el Monasterio de Piedra en 1843 salvándolo de la ruina, este conjunto catalogado como Bien de Interés Cultural es capaz de transportarnos en el tiempo y en el espacio a un mundo a muchos años luz del ajetreo de Madrid.
El lago del Espejo
La razón la encontramos en sus saltos de agua, cascadas, arroyos y grutas que salpican un jardín aparentemente natural diseñado a mediados del siglo XIX. No es de extrañar que en este vergel hayan encontrado inspiración artistas, escritores y cineastas sin nada en común. Desde Carlos de Haes, el paisajista romántico, a Paulo Coelho o el director Terry Gilliam, que filmó aquí parte de su última película El hombre que mató a Don Quijote. Tampoco sorprende que los fans más entregados de series como Juego de Tronos o la saga de Harry Potter elijan este escenario para celebrar sus bodas, por supuesto con atuendos ad hoc por parte tanto de novios como de invitados.
Jonathan Pryce y Terry Gilliam durante el rodaje
de 'El hombre que mató a Don Quijote'
Uno de los rincones más solicitados para casarse es, cómo no, la cascada Cola de caballo, que supera los 50 metros de altura y esconde una gruta tras la caída del agua. La desviación del río Piedra es la culpable también de la cascada de la Trinidad, donde acuden a beber los mirlos. Otros rincones oníricos de este jardín es el salto de más de 30 metros de la Caprichosa, el lago de los Patos y el del Espejo.
De vuelta en el convento, hay que visitar el claustro, la sala capitular, la cocina monacal, el refectorio, el calefactorio..., todo sigue más o menos igual que en los tiempos de los fieles de la máxima del ora et labora. Los monjes habitaron la abadía durante más de seiscientos años, renovándola y ampliándola, hasta que fueron víctimas de la desamortización de Mendizábal. Las antiguas celdas del claustro nuevo acogen hoy las 62 habitaciones del hotel, que cuenta con una espectacular escalinata renacentista, y en la huerta de los frailes crecen hoy viñas de la D. O. de Calatayud.
La portada de San Inocencio, parcialmente restaurada
El monasterio acaba de concluir su último lavado de cara, una restauración parcial del templo gótico que guarda una extraordinaria semejanza con las iglesias de Santa María de Huerta y las Huelgas Reales de Burgos. En concreto se ha recuperado el presbiterio y la portada de San Inocencio, que vuelve a lucir la policromía original. Pero pese a los retoques, la abadía conserva el protagonismo de la ruina, que para el arquitecto Ricardo Marco, encargado de las obras, "forma parte consustancial del edificio".
La Sala Capitular del monasterio
Con motivo del 800 aniversario también se ha inaugurado la exposición 'Ex Petra Lux: Reencuentro con la Historia', comisariada por Herbert González. La muestra exhibe algunas de las "obras y objetos que, por estar en un lugar tan aislado y recóndito, se dispersaron por la comarca con la desamortización", explica González. Además de facsímiles del documento de fundación del monasterio, por ejemplo, la exposición recoge curiosidades como la dedicatoria ilustrada de Dalí, que forma parte del libro de firmas del lugar.
El Mundo (14-5-2018)
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