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Los últimos campaneros

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 14 de agosto de 1963, a la hora del Angelus, tuvo lugar la inauguración del sistema eléctrico de volteo de campanas instalado en el Pilar de Zaragoza, realizada por los hermanos Alonso, según la técnica de Vidal Erice de Pamplona. El trabajo de dos meses costó al Cabildo de la catedral ciento sesenta mil pesetas. El 11 de octubre de 1969 se inauguró la segunda instalación eléctrica, poco antes de dar comienzo la presentación de la reina de las fiestas, llevada a cabo por la casa Guixá de Monistrol de Montserrat.

El último campanero del Pilar, Simeón Millán, fallecería el 25 de agosto de 1965, dos años después de la primera electrificación de las campanas. Había nacido en Nombrevilla, cerca de Daroca. El 1917 se hizo cargo de las campanas de San Pablo, trasladándose entonces a Zaragoza, con su mujer y sus hijos mayores. Los hijos menores del matrimonio nacieron en esta parroquia. En 1929 le ofrecieron el cargo de campanero del Pilar y tocando sus campanas estuvo hasta 1962, con más de ochenta años de edad. Los campaneros del Pilar vivían debajo de la torre de las campanas, encima de la denominada Puerta Alta. El campanero del Pilar gozaba de esta vivienda y de un pequeño sueldo anual.

Simeón Millán, además de ser el campanero del Pilar, llevaba también La Seo, en caso de no tener campanero titular, además de San Cayetano, Santa Engracia y San Pablo. En alguna ocasión, para fiestas o funerales, tocaba en San Felipe, el Arrabal y la Magdalena, y revisaba las pequeñas campanas de muchos de los conventos de la ciudad. En una ocasión le ofrecieron la plaza de campanero de la catedral de San Isidro de Madrid, pero no aceptó.

A las cinco de la mañana en verano y a las seis en invierno, comenzaba a tocar la campana grande del Pilar el toque de oración, al que seguían los toques para la misa de infantes. El toque a coro duraba media hora y para la consagración de la misa conventual se daban unos golpes con la campana grande. Por la tarde se tocaba a vísperas y después a maitines. Luego seguía el de oración y los últimos toques del día. El toque de verano comprendía desde la Cruz de Mayo a la de Septiembre, y desde septiembre a mayo regía el horario de invierno. El 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, el campanero comenzaba a tocar las campanas a las cuatro de la mañana. A las doce volvían a repicar, y luego a las tres, a las cinco y a las siete. Era un día grande.

El último campanero de La Seo fue el soriano Felipe Gómez, que hacia 1931 había pasado con su familia a vivir a Zaragoza, haciéndose cargo de las campanas de la Magdalena, donde fue campanero por espacio de once años. Hacia 1943 la plaza de campanero de La Seo estaba vacante. Felipe Gómez, que no se atrevía a pedirla, fue recomendado por Simeón Millán, quien le enseñó los toques "como los hacían en La Seo". Felipe Gómez ocupó la plaza de La Seo veinticinco años. Vivía con su familia en unas habitaciones sobre la Parroquieta de San Miguel, a las que se accedía a través de la puerta de la torre, desde la plaza. Felipe Gómez también era silenciero del templo y tenía a su cargo los relojes de la catedral del Salvador. Al reloj de la torre tenía que darle cuerda una vez a la semana y al otro, muy antiguo y situado en una habitación, encima de la sacristía mayor, todos los días. Felipe Gómez siguió tocando las campanas de La Seo hasta 1968, falleciendo en 1970, a los ochenta y nueve años de edad.

En San Felipe tocaba las campanas Dionisio Luna, que vivía en la misma torre. Todos los domingos interpretaba un repiquete con las dos campanas pequeñas, toque que había aprendido en El Frago, su pueblo. Los últimos campaneros de Santa Engracia fueron los hermanos Moreno, hijos del sacristán y oriundos de Ávila. José Gil ocupó los cargos de sacristán y campanero en la parroquia de la Santa Cruz de Zaragoza desde 1959 a 1966. En San Pablo fue sacristán y campanero José María García Camañez, que falleció en 1977. En esta torre hay una inscripción que reza: "El día tres de febrero del año 1871, falleció el campanero Mariano Botaya". Quizá fuera de accidente, tocando para la fiesta de San Blas.

Según Blasco Ijazo los últimos campaneros de San Miguel fueron: Andrés García García, desde 1890, a partir de 1930 Joaquín Sánchez Catalán, posteriormente Alejandro Laborda y desde 1937 Eusebio Gómez Rubio.

Para la guerra civil las sirenas y las campanas de Zaragoza tocaban alarma. Los campaneros daban unos toques de campana rápidos, con las de repicar, y enseguida las escaleras de las torres se llenaban de gente, pues decían que las torres eran uno de los lugares más seguros que había. Igual ocurría en la torre de la colegiata de Santa María de Calatayud, donde se refugiaban los escolares que estudiaban con los maristas, que ocupaban el edificio contiguo al templo, un palacio perteneciente a la familia Pujadas de Vezlope o Berospe.

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