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Fernando VII en Daroca

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El Padre Mariano de San José escribió de puño y letra en el Libro del Secretario de las Escuelas Pías, que el 2 de diciembre de 1808 los franceses llegaron a Daroca, alojándose unos cuatrocientos de ellos en el colegio de los escolapios. En aquella visita los daños se elevaron a mil libras. Los franceses volvieron a Daroca el 9 de enero de 1809, aunque esta vez no se hospedaron en el colegio. El 24 de marzo tres mil franceses llegaron a Daroca. Se alojaron en el colegio unos seiscientos y al día siguiente partieron hacia Molina de Aragón, de donde salieron el día 31, cruzando de nuevo por Daroca, donde volvieron a hospedarse en el colegio. Los daños se elevaron esta vez a doscientas libras. El 8 de abril se recibió una orden del Gobierno de José Bonaparte, para que se despidieran a todos los novicios y donados, y para que no se aceptara en lo sucesivo a ninguno de ellos. Los franceses volvieron a pasar por Daroca el 22 de julio, alojándose de nuevo en el colegio, causando un daño de treinta libras. Regresaron el 12 de agosto y los jefes comieron en el colegio. En octubre se hizo público un decreto por el que se ordenaba la secularización de todos los cuerpos religiosos.

Varios jóvenes de Daroca se alistaron entonces bajo las banderas del guerrillero Juan Pedrosa, y pasaron a Zaragoza para ayudar en su defensa. Entre ellos estaban los Conchas, que pertenecían a la familia del P. Joaquín Campos, Provincial de las Escuelas Pías, además de los Molineros y el tío Marín, que se distinguió en la batalla de las Eras en Zaragoza.

El 20 de marzo de 1814 el colegio de escolapios de Daroca recibió un oficio de las Cortes, por el que se mandaba hacer rogativas públicas por la feliz llegada de Fernando VII, por su gobierno y por la paz. El 20 de julio de 1813 fue proclamada la Constitución de Cádiz en Zaragoza y el 13 de marzo de 1814 Fernando VII abandonó Valençay, pisando tierra española dos días más tarde. Incumpliendo el itinerario fijado por las Cortes y aceptando la invitación de Palafox, el rey llegó a Zaragoza el 6 de abril, siendo recibido con un "entusiasmo indescriptible", según dejaron escrito los cronistas. En Zaragoza permaneció cinco días y el día 11 llegó a Daroca, donde se reunió con su séquito y donde mantuvo una importante reunión en la que se discutió su aceptación de la Constitución. Sólo Palafox y el duque de Frías, aunque de forma menos clara, defendieron el juramento de la Constitución por el rey. Pero una vez en Valencia se dictó un decreto, fechado el 4 de mayo de 1814, en el cual se manifestaba dejar nulos los decretos y la misma Constitución de 1812.

Para aquella ocasión de la visita real, la fachada del colegio de Daroca se adornó con tapices, luminarias y algunas poesías. El rey, al que acompañaba su hermano el infante Carlos, visitó también los Corporales. Agustín Alcaide Ibieca publicó en la Oficina de Miedes de Zaragoza una Memoria sobre las fiestas que Zaragoza había celebrado entre los días 6 al 10 de abril de 1814, con motivo de la visita real de Fernando VII y el infante Carlos, a su regreso de su cautividad en Francia. El Ayuntamiento también publicó un manifiesto en el que daba las gracias a los prestamistas que le habían proporcionado los recursos para recibir y hospedar dignamente a Fernando VII. Matías Ruiz recopiló algunas de las poesías que se habían compuesto con motivo de la visita real a Zaragoza, para cantar en los carros triunfales y coliseo, y para colocar en las fachadas de las iglesias y altares que habían levantado algunos de los gremios de la ciudad. También en este año de 1814 y en la imprenta de Andrés Sebastián se editó un catecismo político sentencioso, o doctrina del buen ciudadano amante de su Religión, de su Patria y de su Rey. El autor firmaba sólo con las iniciales D.A.V.J.

El oficial de húsares M. de Rocca, contaba en sus Memorias editadas en París en 1814, que en un viaje anterior a España había observado lo frecuente que era la exclamación "¡Jesús, María y José!", entre los paisanos. Pero en su regreso a España en 1809 comprobó que éstos habían suprimido el José, sólo por evitar el nombre del hermano de Napoleón.

El 9 de marzo de 1828 Fernando VII y su esposa María Josefa Amalia de Sajonia salieron de Barcelona en un largo viaje hasta Madrid. A Zaragoza llegaron el 22 de abril y en ella permanecieron hasta el 19 de mayo. El documento que narra las fiestas de Zaragoza en honor a los reyes dice que los voluntarios Realistas les rondaron al modo de las rondallas de Zaragoza y que cantaron jotas, en especial la aragonesa. En ningún pasaje del Pedro Saputo de 1844, que se menciona la jota, se le da carácter regional. Sí lo hace José Mor de Fuentes en su novela de 1797 La Serafina, cuando dice: "... la tonada peculiar del país, que se llama jota... la cual sirve para bailar, para enamorar y para descalabrar".


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