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Un contrato de 1731 para fabricar pelotas de viento
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The Oldest Ball
FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Marcial enumeraba cuatro tipos de pelotas en sus Epigramas, llamadas: trigonalis, follis, pagánica y harpasta. Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española, editado en 1611, definía a la pelota como "Instrumento conocido con que se juega. Hay muchas diferencias de pelotas, pero la ordinaria es la que está embutida con pelos, de donde tomó el nombre. Tiene figura redonda y está hecha de quartos. Con ésta se juega en los trinquetes, y por esta razón se llamó trigonal, pelota chica de sobre cuerda. Esta era la pelota cortesana que se jugaba con la palma de la mano abierta. Era a propósito para los moços, por la presteza y ligereza que quiere. Otra era de viento, que llamaban follis; ésta se jugaba en lugares espaciosos, así en la calle como en corredores largos". La pelota pagánica la usaban los villanos en sus aldeas y estaba embutida en pluma. La llamada harpasso o harpasto se jugaba casi como la chueca.
En uno de los enigmas referidos a la pelota, añadidos al Tesoro por Benito Remigio Noydens, en la segunda edición de 1674, se decía:
Soy una hembra preñada
que qüento más de mil faltas,
bastando nueve; ando hinchada,
tráenme baxa y levantada;
me ves por las partes altas.
Covarrubias daba a la palabra pelotero dos acepciones: "el que da pelotas" y "pelotero, la revuelta (revuelta, contienda o riña), particularmente de mujeres que llegan a pelarse los cabellos o hombres a pelarse las barbas".
Con la pelota se jugaba a la palma, a pala y a raqueta. El juego "con la palma a mano abierta", ya se jugaba en 1331 en el convento de los dominicos de Pamplona, según un documento del Archivo de Navarra, por el que se ordenaba pagar a Pedro de Olaiz, carpintero del rey, "que fizo de nuevo so precio taxado en la claustra de los frailes predicadores de Pamplona, un tablado para jugar a la palma". Se jugaba también con pala y raqueta, del francés raquet y quizá de origen hebreo, a verbo raca, extendere, por estar tirantes las cuerdas de la red.
Las pelotas de viento eran unas pelotas vacías, que se hinchaban con aire a presión, para jugar a los diferentes juegos de pelota. Como hemos dicho, los romanos ya las utilizaban. A las más grandes las llamaban follis y a las más pequeñas follicis.
La cámara de aire se hacía con vejiga de animales, frecuentemente con la vejiga urinaria del cerdo. El cura, teólogo y literato, Antonio Scaino da Salo, escribió una obra sobre el juego de pelota, describiendo las pelotas de viento, la forma de la vejiga, del tubo hinchado y de un tipo de válvula anti retorno, a base de estopa, que permitía hinchar la pelota con un fuelle adecuado. También mencionaba la costumbre de añadir un poco de vino en el interior de la cámara, para que las pelotas mantuvieran por más tiempo sus cualidades.
El elemento básico de estas pelotas era la vejiga de un animal, corrientemente del cerdo. Externamente se revestía de cuero y la vejiga se llenaba con aire a presión, hinchándola con un fuelle.
El 1 de agosto de 1731 y ante el notario bilbilitano Manuel de Rada, José Pérez de Celaya, natural de Borja, Antonio Carrasco y Juan del Río, vecinos de Calatayud, señalaron que habían tratado que Carrasco y del Río debían de pagar a Celaya 30 libras, 10 libras aquel mismo día y 20 libras el 8 de septiembre de 1732. A cambio, del Río debía ayudar a Celaya dos días a la semana a fabricar pelotas de viento, hasta el 10 de septiembre de 1731. Por su parte, Celaya se comprometía a enseñar a del Río a fabricar con toda perfección pelotas de viento, enseñándole como se "berigan", se cosen, se adoba el secreto y se hinchan. Al mismo tiempo, del Río se obligaba a enseñar, sin interés alguno, a fabricar pelotas de viento a un hijo de Celaya. Las dos partes aceptaron este trato ante el mismo notario.
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