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Primo de Rivera y el obispo Gomá en la colegiata

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 5 de febrero de 1525 el obispo de Tarazona Gabriel de Ortí, el deán y cabildo de la colegiata de Santa María, contrataban la construcción de la portada con los maestros Juan de Talavera y el francés Esteban de Obray o Veray, por 1.300 ducados de plata, pagaderos en tres plazos. La portada que se trabajó en alabastro de Fuentes de Jiloca, con las puertas, se terminaron en 1528. La portada se cerraba inicialmente por medio de pirámides de piedra unidas por cadenas, que se sustituyeron posteriormente por unas verjas de hierro de poca altura y ceñidas al basamento. Por Real Orden de 14 de junio de 1884 y una vez visto el informe redactado por Vicente de La Fuente de 29 de octubre de 1876, la portada fue declarada Monumento Nacional, ordenando su restauración. La portada fue restaurada en 1886 por el escultor Dionisio Lasuén, bajo la dirección de Ricardo Magdalena. De entonces data la verja actual, donde aún puede leerse: José Engay. Cerrajero. Yedra, 4. Zaragoza.

Se sabe que en 1611, con motivo de las solemnes exequias de la reina Margarita, esposa de Felipe III, se utilizó la iglesia de San Pedro de los Francos, porque se estaba construyendo la cúpula sobre el crucero y abovedando el presbiterio, por lo que el cabildo había mudado su residencia. El 15 de junio de 1614 el obispo electo de Tarazona, Martín Terrer, tomó posesión en una capilla lateral, pues se estaba ensamblando el actual retablo mayor, inaugurado en 1617. Este obispo pensó utilizar la portada como retablo de altar en el interior para evitar su deterioro. Para ello se colocó en este siglo un tejadoz.

Las puertas de la colegiata son de roble y nogal, obra de Esteban de Obray, siendo restauradas en el taller de los Albareda en Zaragoza en 1917 y reinstaladas en 1927. La inauguración de las restauradas puertas de la Colegiata de Santa María de Calatayud, fue reseñada por El Regional de Calatayud, en su número del 10 de agosto, que daba cuenta de la gran cantidad de curiosos que llenaban la Plaza de Maura, la avenida de Santander y las afueras de la ciudad hasta el paseo de Sixto Celorrio. A las 6 de la tarde estaba prevista la llegada del General Primo de Rivera en automóvil, pero lo hizo a las 8 de la tarde. Un poco antes habían llegado el Gobernador Civil de la provincia, Juan Cantón-Salazar, y el alcalde de Zaragoza, Allué Salvador. A la entrada de la ciudad esperaban a Primo de Rivera el Ayuntamiento bajo mazas y demás autoridades civiles, militares y eclesiásticas, los Somatenes en número de 600, al mando del comandante general Vicente Ricarte, la Unión Patriótica, los Exploradores y demás personalidades. El alcalde de Calatayud, Antonio Bardají, dio la bienvenida a Primo de Rivera, que estaba acompañado del ministro de Gracia y Justicia. Debido al retraso se cambió el programa y se marchó a la colegiata de Santa María, para inaugurar las puertas. En ellas esperaban los Cabildos de Santa María y del Santo Sepulcro, con hábitos corales, y el vicario Justo Goñi, con terno blanco bordado en oro. El vicario, antes de descubrir las puertas ocultas bajo un rico paño de raso encarnado, pronunció un discurso. A continuación las autoridades entraron al templo, donde el sacerdote oficiante entonó en Te Deum y la capilla de música dirigida por el maestro Ildefonso Pardos Arrué interpretó una pieza de Pablo Hernández. A la salida del templo Primo de Rivera se trasladó a la Casa Consistorial, donde se celebró una recepción.

El 10 de octubre de 1927 había tomado posesión del Obispado de Tarazona, Isidro Gomá y Tomás, que llegó a Calatayud en el tren rápido el 19 de noviembre por la tarde, siendo recibido por autoridades, clero y gran cantidad de vecinos. Al otro día en procesión se recorrieron las calles principales, donde se habían levantado arcos de triunfo. Abría marcha la banda de cornetas del 12 Ligero de Artillería, con los estandartes y banderas de todas las Hermandades y Cofradías de la ciudad. Asistieron a este acto todas las cruces parroquiales del arcediano, con el clero de la ciudad y del arcediano, luego iba el obispo con autoridades civiles y militares, cerrando la procesión un piquete de artillería. A las puertas de la colegiata el obispo se revistió con vestiduras pontificales, entonando el Te Deum, pieza escrita por el organista de la colegiata Ildefonso Pardos y ejecutada por la capilla de música. A continuación el prelado dirigió unas palabras a los fieles. Acabada la ceremonia, el obispo recibió al clero del arcediano en el Palacio Episcopal y el vicario Ramón Pérez, le hizo entrega de una imagen de la Virgen del Pilar. A las 9 de la noche el Ayuntamiento obsequió al prelado con un banquete en la Casa Consistorial. El periódico local El Regional publicó para aquella ocasión un número extraordinario con las firmas de los más destacados literatos locales.

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