La Comarca de Calatayud
Archivo Bibliográfico - Enciclopedia - Directorio de Empresas - Páginas de Calatayud - Noticias - Tienda - Foro - Tablón de Anuncios

Inicio/ Noticias de Calatayud

Páginas de Calatayud
GEOGRAFÍA E HISTORIA
PATRIMONIO ARTÍSTICO Y MONUMENTAL
LITERATURA
FERIAS, FIESTAS, TRADICIONES
ARTE Y ARTISTAS
BIOGRAFÍAS
TURISMO
HOTELES Y RESTAURANTES
VIAJES
ECONOMÍA
DATOS ESTADÍSTICOS
INDUSTRIA Y COMERCIO
ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
SALUD
DEPORTE
TRABAJO
ENSEÑANZA
INFORMÁTICA
ASOCIACIONES Y COLECTIVOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
VARIOS

Búsqueda de información
Google
PUBLICIDAD

Don Juan de Palafox:
un hombre de poder y de bien

JORGE L. NAVARRO | Hace unos cuantos meses Juan de Palafox apenas pasaba de ser un nombre, una estatua, una calle, una biblioteca "palafoxiana" con libros que casi nadie conoce; en realidad era un hombre desconocido. Hoy, a causa del proceso de beatificación, circula más información sobre él, su vida su obra. Pero apenas hemos dado los primeros pasos para conocerle y apreciar su grandeza histórica, pero sobre todo su estatura humana.

Lo que más me ha impresionado, no han sido sus roles como funcionario del Rey o como eclesiástico, sino su recia bondad humana. Pero decir que fue un hombre bueno, aparte de sonar cursi, puede provocar malentendidos. Los hombres buenos en la mentalidad corriente se tienen por ñoños (sosos o de poca sustancia, apocados) y ciertamente Palafox no lo fue, por el contrario estamos ante una personalidad fuerte, de una energía poco común, es sabido que concluyó la construcción y consagró la Catedral de Puebla, creó tres colegios, uno de ellos para niñas y otro fue dotado con una espléndida biblioteca (la Palafoxiana) erigió el Seminario Conciliar para la formación de los sacerdotes (aún existe y lleva su nombre), promovió la construcción de muchos templos a los que dotó de hermosos retablos e imágenes que aún alientan la (tan barroca) piedad popular. Fue un hombre de leyes y promotor de la legalidad tanto en el orden civil como eclesiástico lo que también significa ser enemigo de la corrupción -tan socorrida en el México de entonces y de hoy-. Promotor del arte. La música en especial, ocupa todo un capítulo. Y todo esto ¡en nueve años!, el tiempo que permaneció en el territorio de la Nueva España.

Palafox, según nos ha recordado don Ernesto de la Torre (1997). fue un "animal político". No se explicaría su relevancia histórica si se omite esta faceta que resulta particularmente interesante. Y esto hace más difícil de explicar ¿cómo un hombre con tanto poder y en medio de tan grandes ambiciones e intrigas, puede sencillamente ser calificado como "hombre bueno"? Antonio de Guevara escribió, el siglo anterior al de Palafox, esta sentencia describe bien el temple palafoxiano: "Poco aprovecha blasonar de las virtudes con la lengua, si la mano en las obras es perezosa, porque uno es uno justo no porque desee la justicia, sino porque suda y trabaja de ser justo" (Jackson, 1996, 23).

Gobernó con tino las villas heredadas de su padre, fue descubierto por el "valido" del rey Felipe IV, el Conde-duque de Olivares, (émulo y enemigo de Richeliu) quien lo introdujo a las Cortes españoles para favorecerlo en su carrera política; de ahí (sin negar las peculiares dotes intelectuales y la enorme capacidad de trabajo) el ascenso de don Juan al Consejo de Guerra y al de Indias. Actúo como consejero de la hermana del Rey, quien llegará a ser Reina de Hungría.

Si es verdad, hoy como ayer, que "el poder absoluto corrompe absolutamente", estamos precisamente asistiendo a uno de esos momentos en la historia en que el poder político estaba rozando las "glorias" del poder absoluto. El modelo regalista español a la par -y en lucha- contra el galicano (Richelieu) compiten por afianzarse como modelos de absolutismo monárquico: es decir la concentración del poder político y eclesial en uno solo, con todas las tensiones y distorsiones que esto acarreará. Palafox, no hay que negarlo, fue un funcionario del Rey español; también su cargo de Obispo -salvadas las necesarias instancias pontificias y la autenticidad de su vocación religiosa- prácticamente pasó por la voluntad real. Un partidario del regalismo, se dirá. Ciertamente Palafox es un hombre leal al Rey y a las convicciones políticas que asimiló de su tiempo. Pero más que un hombre de partido es un hombre de conciencia, un "anti-maquivelo" no de gabinete y en teoría, sino en la acción.

Llegado a la Nueva España como obispo de Puebla, traía también instrucciones y tareas como "visitador" del Rey para abrir juicio contra el Virrey Lope Díaz de Aux y después fue comisionado para someter al sucesor de este el virrey Diego López de Pacheco y enviarlo a España, motivo por el cual Palafox ocupó interinamente la función de Virrey. Y se granjeó enemigos que en su momento le cobrarán los agravios. Dejo en suspenso el conflicto con los jesuitas. En ese terreno hay que "hilar más fino".

Acostumbrados como estamos a leer la política en "clave maquiavélica", que en definitiva es la clave de la política moderna, Palafox no parece cuadrar precisamente en ese molde político, que hace del poder, su conservación y aumento, la norma única de acción. Para nuestro personaje no es la bondad un adorno del poder, sino su sentido más auténtico: el mismo escribirá: "de los hombres que no gobiernan, la mayor culpa es obrar mal; de los que gobiernan, no obrar el bien. De aquellos la de comisión y de estos la de omisión". El bien, es decir, la buena voluntad, la disposición a la justicia, la dedicación y protección del más débil, el respeto a la ley -más exigente para el que tiene que aplicarla-; también el realismo de la acción, la fortaleza de ánimo, la austeridad de vida, la laboriosidad y la disciplina, el autodominio para evitar destinar los bienes públicos para el beneficio propio (o de los familiares), la generosidad para dar al menesteroso no de manera episódica sino establemente, la suspicacia ante la adulación (y los aduladores), así como esa faceta emprendedora en lo educativo, cultural, y arquitectónico a la que nos referimos arriba, parecen constituir exigencias muy claras y precisas a sus tareas tanto eclesiales como civiles. Palafox con certeza no vino a "hacer las Américas" que es otra manera de decir "hacer dinero"; vino a hacer en América, a gastarse, a emplear su ingenio y su poder… y su peculio.

Hay quien ha visto en Juan de Palafox una de esas figuras renacentistas. Cada una tan singular. Hombre culto y multifacético. Su obra escrita es todo un capítulo de su entera obra que aún está por acabar de reconocer y justipreciar. Su acción y su pasión, ya no acontecen en los rigores y las estrecheces propias del Medioevo, pertenece a una época y a una sociedad que se ha expandido, no sólo geográficamente, sino que se ha llenado de nuevas e insospechadas posibilidades y se ha colocado en un nuevo nivel histórico. Es propio de las grandes personalidades vivir a la altura de su tiempo y Palafox (aunque apenas lo estemos descubriendo) vivió intensamente comprometido con las posibilidades que le ofreció su tiempo. Baltasar Gracián, el gran humanista español, contemporáneo y admirador de Palafox, elevó este pensamiento en el cual seguramente también estaba presente el santo obispo de Puebla y Osma: "Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían y muchos, aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrle. Fueron dignos unos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre: tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso; pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si este no es su siglo, muchos otros lo serán". (Jackson. 1996, 442)

El gran Palafox, como tantos nobles y cortesanos de su tiempo, también conoció la desgracia, especialmente a raíz de que su protector el Conde -duque de Olivares perdió el favor del Rey. En Puebla tuvo que huir y ocultarse de sus enemigos. Pero esta circunstancia más que oscurecer su grandeza hizo brillar más su sentido de justicia y su rectitud de conciencia. No es una nota menor el hecho de haberse enfrentado, ya pera entonces, como obispo de Osma, al mismísimo Rey, quién intentaba seguir exigiendo el pago de ciertos impuestos a las diócesis, cuando su plazo para hacerlo estaba prescrito. Palafox, como hombre de conciencia, supo defender la Libertas Ecclesiae del poder al que había servido.

REFERENCIAS
a Torre, E. (1997) Juan de Palafox y Mendoza. Pensador político. UNAM. 1ª. Edición.
son Clásicos (comp.) (1996) Moralistas castellanos. Jackson Editores. México. 2ª. Edición.

e-Consulta (1-7-2011)

Altas/Modificaciones - Contacto - Información
© Calatayud.org 1999-2011