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Cama Real

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Tras el fallecimiento y muerte de tres infantas, hijas de Isabel de Borbón y Felipe IV de Castilla, nació el 17 de octubre de 1629 el príncipe Baltasar Carlos. En La Seo tuvo lugar un Te Deum el día 22 y las dos noches siguientes toda la ciudad de Zaragoza se embelleció con luminarias. Ustarroz cuenta en su Obelisco histórico, Zaragoza 1646, que el príncipe era "buen conversador en materia de aprovechamiento y ejercicios virtuosos". Dicen que aprendió a leer en un mes y a escribir en veintitrés días. La reina muere en Madrid el 6 de octubre de 1644 y al verano siguiente el rey quiso que su hijo fuera jurado príncipe en Zaragoza. A causa del luto por la reina, el rey mandó que el príncipe no entrara en Zaragoza con palio, ni que el arzobispo de Zaragoza, fray Juan Cebrián, vistiese de brocado. Prohibió que el justicia, los diputados y los vecinos saliesen a recibirlos a la puerta mayor de La Seo, esperando en el templo. El domingo 20 de agosto de 1645, a las cinco de la tarde, salieron del palacio de la Diputación los diputados vestidos de brocado carmesí de Damasco, precedidos de seis porteros con ropas del mismo color. En La Seo se colocaron en un tablado que se había dispuesto en el presbiterio. Baltasar Carlos bajó del palacio a la capilla del Arcángel San Miguel, acompañado de criados y gentiles hombres. Todos vestían de tafetán negro y el príncipe llevaba el hábito y collar de Toisón de Oro. Desde el momento del juramento, Baltasar Carlos sería "príncipe de Girona, Gobernador General de Aragón, duque de Montblanc y Señor de la ciudad de Balaguer". Zaragoza tuvo luminarias durante tres noches, aunque no hubo fiestas ni toros, pues no las permitió el rey. La ciudad obsequió al príncipe con dos mil doblas, que fueron llevadas en una fuente por el mayordomo de la ciudad, Pérez Burguil. El juramento de fidelidad que los Cuatro Brazos del Reino de Aragón prestaron al príncipe, se llevó a cabo en la Sala Real de la Diputación de Zaragoza, el 11 de octubre de 1645. El juramento fue redactado por el doctor Juan Francisco Andrés Ustarroz, que había sido nombrado recientemente cronista oficial del reino.

Y es el mismo Ustarroz el que nos cuenta que el 2 de octubre de 1646, estando de nuevo en Zaragoza, el príncipe sintió decaimiento y flaqueza. El día de San Francisco se confesó y comulgó, y por la tarde fue con su padre a ganar el jubileo al convento de San Francisco. Al día siguiente asistió con su padre en la capilla real, a las vísperas por el segundo aniversario de la muerte de su madre. Allí mismo sintió frío y después una calentura maligna. Ustarroz cuenta que aquella noche el príncipe sufrió fuertes dolores en los riñones y en la espalda. Al día siguiente ya no pudo asistir a la misa de cabo de año por su madre. Se le sangró tres veces, pero ni ventosas ni remedios pudieron sanarle. Los médicos explicaban al rey que "si su Alteza sudaba y las viruelas se hinchaban, podría quedar libre de la enfermedad". Tras una noche muy dura, al amanecer "vino el sudor y las viruelas cubrieron su cuerpo". El príncipe pidió la confesión. A las ocho de la mañana del martes, el Cabildo llevó el viático al príncipe. Toda la ciudad participó en las rogativas y una procesión con todas parroquias y religiones fue hasta el convento de Jesús, donde se había llevado la imagen de Cogullada. Con muchas hachas encendidas se llevó esta imagen a La Seo bajo palio, colocándose en el altar mayor. Pero no hubo remedio, pues el príncipe murió aquel martes 9 de octubre, a las ocho y tres cuartos de la noche, a los 17 años de edad. En el Libro de Gestis de La Seo se dice que a las ocho de la noche el Patriarca y don Fernando de Borja, ayo del príncipe, "traxeron las partes menores en una caxuela de carmesí con galón de oro y enterraronse en el presbiterio, bajo una piedra de mármol negro". Ustarroz dice que el cuerpo del príncipe estuvo veinticuatro horas en la cama "de la suerte que había expirado y después lo embalsamaron y lo interior del cuerpo, en una caja de plomo, se enterró en la parte del evangelio en el presbiterio de la iglesia metropolitana". Dos días después de su muerte el cadáver se colocó en el salón grande del palacio Arzobispal, aunque no estuvo al descubierto, porque en Zaragoza no había cama real y la breve enfermedad no dio tiempo para traerla de Madrid. En todos los conventos se dijeron misas y el 16 de octubre se colocó el cuerpo sobre unas andas de brocado carmesí. En el cortejo, detrás de la casa de su Alteza, iban cuarenta y ocho religiosos de las Órdenes de Santo Domingo, de San Francisco, del Carmen y de San Agustín. Después de la misa, el cortejo comenzó su viaje al Escorial, a costa del arzobispo de Zaragoza, pasando por Muel, Longares, Cariñena, Daroca y Used, donde aguardaban los guardias de Castilla. En Zaragoza se levantaron dos capillas ardientes, una en La Seo y otra mayor en la Plaza del Mercado. Gracias al príncipe Baltasar Carlos, Zaragoza cuenta con una vista de la ciudad pintada por Mazo, yerno de Velázquez, tomada desde el convento de Jesús, con el puente de piedra destruido por la avenida de 1643.


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