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La Casa de la Condesa

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Dentro de las actividades del Simposio sobre Gracián, celebrado en Calatayud el pasado octubre de 2001, tuvo lugar una interesante visita a Belmonte de Gracián. Belén Boloqui nos puso al corriente de un edificio conocido como el palacio, hoy en ruinas en la calle de San Miguel, la iglesia con el enterramiento de los Franco de Villalba, el castillo, relacionado con los Muñoz de Pamplona, y la casa de la condesa, un interesante caserón situado en la subida al castillo y a la ermita de la Virgen del Castillo, que sería la primitiva parroquia. En otro cerro próximo se levanta una torre cilíndrica de vigía, de tapial enlucido, que está rodeada por una cerca de traza irregular. Otra torre de vigilancia encontramos en Villalba, aunque de forma rectangular. En el antiguo puerto de Morata todavía se mantiene en pie otra torre rectangular, desde la que se vigilaría el camino hacia Morata y La Almunia, por un lado, y hasta el puerto de El Frasno por el otro, divisándose también el río Grio, la sierra de Vicor, el camino que conduce a Saviñán, con un monte cercano al torreón de las encantadas, y la plaza de los moros de Morés.

Entre los documentos que componen el Archivo de los condes Argillo, se encuentran unos cuadernos que tratan sobre la administración de la hacienda que poseían los Muñoz de Pamplona en Belmonte, en el siglo XVIII. Este caserón de Belmonte pertenecía a la condesa de Samitier. El bilbilitano Rafael Ram de Víu y Pueyo, barón de Hervés y conde de Samitier, fue un militar destacado en la Guerra de la Independencia. Fue corregidor de Valencia entre 1828 y 1833, pero a la muerte de Fernando VII, tomó partido por el pretendiente Carlos y con su rango de comandante de infantería, presidió la Junta Carlista de Morella, que proclamó a Carlos de Borbón rey de España. En esta primera Guerra Carlista, Rafel Ram de Víu fue pasado por las armas en Teruel. Sus hijos Rafael, conde de Samitier, y José, barón de Hervés, siguieron apoyando la causa carlista, formando parte del Consejo de Carlos VII, con otros aragoneses como el conde de Fuentes, Juan Vicente de Cabanillas y Pablo Morales. Para la segunda Guerra Carlista tuvieron que emigrar a Francia. Luis Ram de Víu (1864-1906), conocido como el "poeta de los muertos", era hijo de José Ram de Víu y Navarro. Quedó pronto huérfano y desde los veinte años fue cardíaco crónico. Como periodista colaboró en La Ilustración Española e Hispanoamericana, en El Correo Catalán y en El Gato Negro, además de hacerlo en el Ateneo de Zaragoza.

De 1887 es la primera edición por Ramón Miedes, de Flores de muerto, libro de poemas inspirados en las tumbas del cementerio zaragozano, que le dieron un cierto renombre de poeta maldito. Faustino Sancho y Gil, amigo y protector literario, firmó el prólogo en Zaragoza el 21 de marzo de 1887. Se reeditó en París en 1890, en la Editorial Garnier, y más recientemente en La Val de Onsera, en 1996. De este primer libro destacan los poemas Amparo y El desván, leído con éxito en el Ateneo madrileño en mayo de 1889, pero del que renegó en el prólogo de Horas de luz.

En 1892 se editaron Dos guitarras, más de doscientos cantares originales de Ram de Víu y de Luis Royo Villanova (1866-1900). Faustino Sancho publicó en La Derecha un artículo el 24 de marzo, en el que comentaba este libro. Hacia 1890, Ram de Víu sufre una profunda crisis religiosa, que dará lugar a su libro Horas de luz, publicado en 1894, con censura eclesiástica. En este libro criticará el naturalismo, el positivismo y otras doctrinas alejadas de sus creencias religiosas. En 1908 y en edición póstuma se publicó Del fondo del alma. Su muerte movió a Antonio Royo a publicar en el Diario de Avisos de Zaragoza un artículo en el que glosaba la calidad humana e intelectual del barón de Hervés, pues "era un creyente sincero y un poeta admirable; para él la fe no era sólo consuelo del alma sino fuente de inspiración". Y continuaba: "su fe era muy grande y era muy grande e inmenso también su amor a la belleza y a la poesía".

El 16 de diciembre de 1907 se celebró en su memoria una velada necrológica en la Academia de San Luis Gonzaga de Zaragoza, de la que el mismo Ram de Víu había sido presidente de la Sección de Literatura. El Ateneo participó a través de sus socios Mariano Baselga, Hipólito Casas, Esteban Fernández y González, Manuel Lassa, Ricardo Guijarro y Eduardo de Ory. En 1931 la Real Sociedad Económica Aragonesa propuso que le fuera dedicada una calle en Zaragoza. La calle todavía mantiene el nombre de este poeta, cerca de la plaza de San Francisco.

Carlos Ram de Víu, conde de Samitier, efectuó trabajos de prospección y excavación en los yacimientos de Segeda y de Bilbilis, recogiendo abundantes materiales, que formaron parte de una interesante colección, hoy perdida. A esta colección fue a parar una cabeza de personaje romano, seccionada por el cuello, encontrada hacia 1890 por un labrador que hacía lo propio en un campo de Bámbola. Fue adquirida por los hijos de Victorio Álvarez, pasando luego a la citada colección.

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