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San Roque, segundo patrón de
Paracuellos de la Ribera


Interior de la ermita dedicada al santo

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 22 de junio de 1738, el capítulo eclesiástico de San Pedro de Paracuellos se reunió dentro de la iglesia, por mandamiento de Mosén Juan Morales, comisario del Santo Oficio y presidente del capítulo, y por llamamiento de Martín Carnicer Gil, sacristán, ante el notario José Carnicer y Pérez. Estaban presentes: mosén Juan Morales, mosén Miguel Bobadilla, mosén Domingo Embid, mosén Pedro Lozano, beneficiados enteros, y mosén José Pérez y Morte, medio beneficiado. También participaron mosén Juan Verón, mosén Miguel Zerellón y mosén Francisco Navarro, capellanes y residentes en el lugar.

En la sacristía de la parroquia se reunió el concejo de Paracuellos por mandamiento de Juan Diego Zerellón, alcalde primero y presidente, y por llamamiento y tañido de campana de la torre de la iglesia por Mateo Lázaro, nuncio y corredor público, ante el mismo notario. Estaban presentes: Juan Diego Zerellón y Francisco Embid, alcaldes, José Grima y Francisco Roy, regidores, Miguel Crespo, Domingo Bobadilla, Domingo Gutiérrez, Marcos Carnicer, José Terrer, Manuel Gutiérrez, Miguel Verón, Francisco Raga, mayor, José Parra, mayor, José Normantes, Miguel Solanas, herrero, José Cuenca Torres, Francisco Texero Moracho, José Texero, Francisco Sánchez, Juan Barbero, Antonio Raga, menor, Jaime Vicente, Francisco Liñán, labrador, Juan Francisco Cazcarro, Matías Ratia, Pedro Roy, Miguel Carasa, Juan Ibáñez, mayor, Martín Lozano, Andrés Bobadilla, Miguel Pérez, Antonio Pérez Morte, Juan García, Miguel de Cuenca Pérez, Domingo Roy, Pedro Vicente, Pedro Cuenca, Miguel Bobadilla y Juan Cuenca.

Entonces Paracuellos padecía y había padecido una "universal enfermedad", con gran número de enfermos. Y "para el común consuelo del pueblo y conseguir de Dios, Nuestro Señor, se digne aplacar su mucha justicia, y levantar su poderosa mano y consolar dicho lugar en la enfermedad que se padecía", el capítulo eclesiástico y el concejo general del lugar habían deliberado el "acudir con ferviente celo al patrocinio y asilo" de San Roque, "santo tan universal contra todas dolencias como se experimenta, amparando sus devotos para que mediante su intercesión y amparo lograse el lugar sus vecinos y habitadores, como también los pueblos de su comarca, la salud corporal, pues la del alma corría siempre de su cuenta". Por ello acordaron por unanimidad guardar y festejar el día de San Roque, adoptándolo como segundo Patrón, defensor y protector del pueblo, para que fuera su abogado contra las enfermedades contagiosas del alma y del cuerpo. El lugar ya era devoto de San Roque, pues hasta entonces lo veneraba cada año en una "decente y amena" ermita, que le tenían construida en la antigua partida y término llamado de San Roque.

Entonces el capítulo eclesiástico y el concejo general del lugar se ofrecieron guardar perpetuamente el día 16 de agosto de cada año, día en que la iglesia celebraba sus "Glorias y publica sus milagros, guardando su día sin hacer ni mandar hacer trabajo alguno que pueda ser pecado". Y para mayor culto de aquel día festivo, el capítulo se ofreció ir a la ermita la víspera del santo, a cantar y decir las completas y la salve. El día de San Roque se iría en procesión a la ermita, para celebrar una misa cantada con terno.

El ayuntamiento ofreció poner dieciocho velas blancas para estas funciones de completas, salve y misa en el día de San Roque, a las que asistirían todos los vecinos, dando las necesarias providencias. El ayuntamiento traería también al predicador para la fiesta, a elección suya, para que predicara en la ermita las glorias de San Roque. En su caso lo traerían y lo llevarían, dándole de comer y dos pesos por el sermón.

Asimismo se acordó que todos los vecinos del lugar debían asistir a las completas y a la salve en la víspera del día del santo y al día siguiente a la procesión y a la misa mayor. Al que no asistiera a las completas tendría una pena de un sueldo. Y dos sueldos a los que no asistieran a la procesión y a la misa el día del santo, que se aplicarían a la manutención de la ermita. Si algún vecino no estuviera en el lugar, no tendría pena alguna. También se convino que si el día de San Roque cayera en Domingo de Minerva, la función se pasaría al domingo inmediato, de forma que ningún año se debía dejar de celebrar esta fiesta. Para ello cada parte prometió tener, guardar y cumplir lo que era de su obligación.

ARCHIVO MUNICIPAL DE CALATAYUD
NOTARIO JOSÉ CARNICER Y PÉREZ
LIBRO 0002139, 1738-1739.

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