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Un viaje de Zaragoza a Madrid en blanco y negro


Atascos en la antigua carretera nacional en Calatayud y la vía de
Madrid a Francia por La Junquera (Foto: C. Moncín/Fundación Telefónica)

JORGE ZORRAQUÍN | Cómo era el itinerario de Toledo a Zaragoza en época romana? ¿Qué se encontraban las personas que iban por los caminos reales entre Madrid y la capital aragonesa en el siglo XIX? ¿Cómo eran aquellos viajes sin GPS por la carretera general atravesando decenas de municipios? Todas estas preguntas las responde el investigador Vicente Alejandre en su libro 'La N-II y sus precedentes camineros', publicación respaldada por el Centro de Estudios Bilbilitanos, la Comunidad de Calatayud y la Diputación de Zaragoza y presentada ayer.

Se trata de una obra que analiza de forma pormenorizada y al detalle el trazado de estas vías de comunicación, la influencia que han tenido sobre los territorios y los vestigios que quedan en Calatayud, Daroca, Valdejalón o Cariñena. "Todo comenzó porque hice un libro sobre Deza, mi pueblo, y me interesé por los caminos reales y la N-II", reconoce el autor. Ese fue el hilo del que ha tirado durante cerca de tres años y que le ha llevado a consultar decenas de fuentes, desde documentales de época clásica hasta bibliográficas con repertorios y guías de caminos o libros de viajes.

Pero además de bucear en archivos de Zaragoza, Soria y Madrid, Alejandre ha pateado buena parte de las rutas que aparecen en el papel. "Una vez que estudiaba los documentos, he hecho un trabajo sobre el terreno pasando por algunos elementos de relevancia", explica. De hecho, a lo largo de las 678 páginas se recogen cerca de 50 puentes y entre 150 y 200 ventas y paradores, algunos de ellos todavía en pie y otros de los que solo quedan restos. "Se citan ermitas o palacios, elementos fuera de las poblaciones que sí nombro por emblemáticos, pero en las ciudades no llegó a incluir todos los monumentos porque sería algo inabarcable", argumenta. También se incluyen varias puertas como la de Ariza en Ateca, la de Terrer en Calatayud o la Baja de Daroca.

Gracias a este viaje, literario-investigador y físico, Alejandre reconoce que se ha sentido "sobrecogido". "El estar allí, en los tramos de caminos reales que han quedado casi abandonados en medio de la nada, sabiendo que hoy no pasa nadie, pero que hace 200 o 300 años era un bullicio, es algo difícil de explicar", detalla el investigador, también profesor en el IES Leonardo de Chabacier de Calatayud.

Ese contraste entre el ajetreo y el silencio actual es un reflejo de la influencia que ha tenido la llegada de la autovía A-2 desde hace 27 años. "Algunos pueblos sí que han podido relanzarse por su cercanía y el turismo, como Medinaceli o Calatayud, y otros que a pesar de estar un poco más lejos han resistido, como Alhama de Aragón", remarca Alejandre. Sin embargo, al margen del crecimiento han quedado otras tantas poblaciones: "Estas vías influyeron en el auge de muchos pueblos y también ha contribuido de alguna forma a su declive".

Son los casos de Contamina o Bubierca, cuya foto antigua ilustra la portada del libro. "En el caso de Bubierca es todavía más llamativo, porque según he podido recopilar, creo que por allí han pasado todas los caminos desde hace 2.000 años", subraya. "Parte de esos pueblos, los que han quedado al margen, van hacia abajo", sentencia.

Heraldo de Aragón (19-1-2018)


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