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La familia del escultor Bernardo Ibáñez
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | En el libro El retablo mayor de San Pedro de los Francos de Calatayud, CEB, 2019, Rebeca Carretero se ocupó pormenorizadamente de la familia del escultor Bernardo Ibáñez, a la que seguimos, aportando algunos datos más hallados en el Archivo Municipal de Calatayud.
Bernardo Ibáñez (1620-1678) era hijo del carpintero Miguel Ibáñez y de María Retor. En 1635 entró como aprendiz por cinco años en el taller de Bernardino Vililla. En 1644 contraería primeras nupcias con Teresa Martínez, siendo padre de Juan Jerónimo, nacido en 1648, que seguiría sus pasos. En 1651 casaría en segundas nupcias con Josefa del Villar, en la parroquia bilbilitana de San Andrés. Fueron padres de siete hijos, entre ellos: Ana, José, Manuel Joaquín y Bernardo. Ana, nacida en Ateca en 1654, contrajo matrimonio con el ensamblador atecano Antonio Diego. José, pintor, nació en 1656, casando en 1692 con Rosa Gormedino. Falleció en 1696, recibiendo sepultura en la cisterna de los Ibáñez, en San Juan de Vallupié. Manuel Joaquín, escultor, nació en 1662 y falleció en 1689. Y Bernardo, también escultor, fue bautizado en la parroquia de San Juan de Vallupié en 1665, falleciendo en 1704. Josefa del Villar fallecería en 1710, siendo enterrada en la iglesia de la Virgen de la Peña.
Bernardo Ibáñez Retor trabajó en las esculturas del retablo mayor de la parroquial de Ateca, de San Pedro de los Francos de Calatayud, de la parroquial de Alhama y de San Andrés de Calatayud. En 1668 llevaría a cabo el de la ermita de San Bartolomé de Bulbuente. En 1671, en colaboración con su yerno Antonio Diego, llevó a cabo el desaparecido retablo dedicado a San Juan Evangelista de la colegiata de Santa María de Calatayud. Entre 1675 y 1678, junto a su hijo Juan, llevaría a cabo el retablo mayor de la ermita de la Virgen del Río de Tarazona. Y entre 1674 y 1678 haría lo propio con el de la parroquia de Villarroya de la Sierra, también en colaboración con su hijo, con traza del arquitecto José de Torres.
El 27 de febrero de 1685 y ante el notario Juan Antonio de Rada, Blasa Gómez, esposa de José Pebrete, cerero y zucrero vecino de Calatayud, y Ana Ibáñez, que estaba casada con el ensamblador Antonio Diego, en presencia y con licencia de sus respectivos cónyuges, nombraban procurador a José Ibáñez, mancebo pintor de Calatayud, para que se presentara ante Benito Muñoz Serrano, infanzón y patrón único del legado de casadas, instituido por Juan Ochaz Ceberio. Blasa y Ana decían ser nietas y descendientes del carpintero y vecino de Calatayud Miguel Ibáñez, que había casado con María Retor, cuyos descendientes se citaban en el testamento de Juan Ochaz y en la institución del legado de casadas. Por todo ello, José Ibáñez debía pedir al patrón de este legado la consignación de los 2000 sueldos, que les pertenecía por razón de este legado. También le daban poder para que pudiera llevar a cabo las probanzas necesarias, presentar testigos y llevar a cabo las oportunas diligencias Como testigo aparece el carpintero Gaudioso Miedes.
El mismo día, Josefa del Villar, viuda del escultor Bernardo Ibáñez, nombraba procurador a Francisco Martínez del Villar, escultor domiciliado en la ciudad de Soria, para que pudiera cobrar cualquier cantidad de dinero y otorgar las correspondientes apocas. Como testigo se citaba de nuevo al escultor Gaudioso Miedes, que quizá formase parte del taller de su marido.
Bernardo Ibáñez Villar (1665-1704) casó en primeras nupcias con Jusepa Andrés. El 21 de septiembre de 1686, Bernardo, mancebo escultor, Catalina Pallaranzo, viuda de Pedro Andrés, y Jusepa Andrés, doncella mayor de veinte años, todos vecinos de Calatayud, reconocían ante el notario Juan Antonio de Rada, tener una comanda de 2000 sueldos del licenciado José Bolsa, de Calatayud. El 1 de octubre y ante el mismo notario, los mismos reconocían tener otra comanda de 3200 sueldos de mosén José Vela, presbítero de Paracuellos de la Ribera.
El 10 de octubre de este año, Bernardo Ibáñez Villar aportaba en capítulos matrimoniales las alhajas de su casa y las herramientas de su oficio de escultor. Jusepa Andrés aportaba 100 libras en bienes muebles, alhajas y ropa. Recibiría 20 libras en el momento de otorgar estas capitulaciones, 25 libras para el día de Todos los Santos del año próximo, 30 libras el 8 de septiembre de 1688 y 25 libras el 1 de junio de 1689. Si Jusepa falleciera sin hijos o estos fallecieran a corta edad, 50 libras debían volver a su madre.
Del 27 de mayo de 1688 databan unas comandas del Capítulo Eclesiástico de San Pedro y del Concejo de Paracuellos de la Ribera, a favor del escultor Bernardo Ibáñez Villar, para la fábrica y trabajo de escultura del retablo de la parroquia de este lugar, que seguiría el modelo del de Villarroya de la Sierra, último encargo de su padre.
El 14 de diciembre de 1688, el licenciado Ignacio Marín, regente de la parroquia de San Juan de Vallupié, señaló que, como Jusepa Andrés, su parroquiana y feligresa, había fallecido sin testar, había asignado 300 sueldos para pagar su entierro, invirtiendo en misas la cantidad sobrante, que se celebrarían en esta parroquia, pagando 2 sueldos de limosna por cada una. Jusepa sería enterrada en la cisterna que la familia Ibáñez disponía en esta parroquia. Como ejecutores se citaban a su marido Bernardo Ibáñez, a su madre Catalina Pallaranco y a Félix Ibáñez, carpintero y vecino de Calatayud.
El 6 de diciembre de 1687, Bernardo ya había contraído nuevo matrimonio con Isabel Bravo, cuando en esta fecha, ante el notario Juan Antonio de Rada, vendían a Gabriel Rubio, menor de días, una viña en Valoncillo, de tres yugadas de tierra, con la obligación de pagar cada año, el 5 de junio o quince días más tarde, al vicario y beneficiados de San Pedro de los Francos 5 sueldos de censo, por 600 sueldos de capital.
Un día más tarde, el Capítulo de San Pedro recibía de Bernardo Ibáñez y de Isabel Bravo 60 sueldos, por el luismo que por esta venta de la viña debían pagar.
Ante el mismo notario, Isabel Bravo otorgó testamento el 21 de julio de 1688, estando enferma. Señalaba su voluntad de ser enterrada en la parroquia de San Juan de Vallupié, en el sitio de los Ibáñez. Debían gastarse 600 sueldos en su entierro y defunción. Lo que sobrara se emplearía en misas, a celebrar donde pareciera a su marido, pagando 2 sueldos de limosna. A su hermana María Bravo le dejaba un vestido de pelo de camello y una basquiña. A su marido le dejaba 600 sueldos, en señal de su amor. A su hijo Antonio le dejaba sus bienes muebles y acciones. Si falleciera sin cumplir los catorce años, estos bienes debían volver a su madre, Isabel Castel, si entonces viviera. Si hubiera fallecido, debían pasar a quien hubiera dispuesto. Como tutores de su hijo y ejecutores de su testamento, nombraba a su marido Bernardo Ibáñez, a su madre Isabel Castel y al pintor Jusepe Ibáñez. Como testigos se citaban a Antonio García y Juan Quílez, carpinteros.
El 10 de marzo de 1690 y ante el notario Juan Antonio de Rada, Bernardo Ibáñez otorgaba apoca de haber recibido, entre otros bienes, 1000 sueldos de Isabel Castel, madre de Isabel Bravo, en ayuda de su matrimonio, según instrumento público de capitulaciones.
Del 28 de septiembre de 1692 databan las capitulaciones matrimoniales entre el mancebo pintor Jusepe Ibáñez Villar y Rosa Gormedino, hija de Pedro, labrador, y Catalina Judez. Jusepe aportaba unas casas situadas en la Rúa, parroquia de San Andrés, una viña de seis anegadas en la partida del Ribota y un pedazo de monte contiguo de una yugada. Rosa Gormedino testó ante el notario Juan Antonio de Rada el 19 de febrero de 1700, donde señalaba su voluntad de ser enterrada en el convento de Nuestra Señora del Carmen.
El 14 de agosto de 1700 y ante el notario Manuel Ciria, Bernardo Ibáñez Villar confesaba tener en comanda del infanzón Ignacio Tomás González, 10 000 sueldos, obligando su persona y bienes.
El 5 de enero de 1700 y ante el notario Antonio Sanz de Larrea, firmaban paces Juan Andrés, notario real, José Andrés, mancebo escultor, padre e hijo, y el escultor Bernardo Ibáñez Villar, ante Domingo Ximénez, jurado tercero y oficial real de la ciudad.
El 3 de enero de 1706 y ante este mismo notario, Ana Terrer, viuda de Bernardo Ibáñez, cancelaba una comanda de 65 libras, que a favor de éste había otorgado Agustín Veovide, escultor de Calatayud. Se había hecho en El Frasno en junio de 1704, ante Miguel Oses de Lizarraga.
Bernardo Ibáñez había contraído nuevo matrimonio con Ana Terrer en 1695. Serían padres de los escultores Ignacio, Bernardo y Javier. Ignacio fue bautizado en San Juan de Vallupié en 1697. Contraería matrimonio en 1720 con Manuela Martínez de Vera, hija del escultor bilbilitano afincado en Soria, Francisco Martínez del Villar. En la misma parroquia recibió en 1698 las aguas del bautismo Bernardo, quien casaría con Manuela Machos. Javier sería cristianado en 1700, casando con Teresa Lacarta. Bernardo y Javier se establecerían en Valladolid.
El 28 de agosto de 1734, el maestro escultor Ignacio Ibáñez Terrer, vecino de la ciudad de Soria, como procurador de sus hermanos Javier y Bernardo, vecinos de Valladolid, mediante instrumento público hecho en esta ciudad el 4 de agosto de 1733, ante Manuel del Álamo, nombraba nuevos procuradores causídicos a Francisco Gil y Juan Manuel Bernal, de Calatayud, para que pudieran intervenir en pleitos. Se copiaba el poder otorgado por Javier y Bernardo a favor de su hermano Ignacio, para que pudiera comparecer ante cualquier tribunal, especialmente de Calatayud, donde se localizaban parte de los bienes que habían quedado por fallecimiento de sus padres, Bernardo Ibáñez Villar y Ana Terrer, para que pudiera tomar cuentas y nombrar administradores, pudiendo arrendarlos o venderlos, otorgando cartas de pago, finiquitos y diligencias judiciales.
El 29 de agosto de 1734 y ante el notario Manuel de Rada, comparecieron Antonio de Ayarza, escribano real y de rentas reales, vecino de Calatayud, como marido de María Josefa Lacarra y Diego, e Ignacio Ibáñez Terrer, maestro escultor vecino de Soria. Ambos señalaron que, a instancia de Antonio Ayarza, se estaba siguiendo un proceso de aprehensión, por la justicia ordinaria y tribunal del alcalde mayor de la ciudad de Calatayud, contra bienes que habían sido de Bernardo Ibáñez y Josefa del Villar, ya fallecidos, y luego de José Ibáñez, su hijo, sobre los que pretendían tener algunos derechos. Como había parentesco entre las partes y para excusar algunos gastos, habían acordado aceptar la sentencia, con la condición que las tres cuartas partes que importaran los bienes que se adjudicaran, fueran a favor de Ignacio Ibáñez y Terrer y la parte restante para Antonio Ayarza.
El 7 de marzo de 1736, el escultor Ignacio Ibáñez nombraba nuevos procuradores causídicos de Zaragoza, para que pudieran intervenir en pleitos. Dos días más tarde, el mismo arrendaba al apotecario Lorenzo Canales la casa situada en la Rúa, por dos años, desde el 10 de marzo de 1736 hasta el 9 de marzo de 1738, por 16 libras anuales y con pago cada 10 de marzo. La primera paga sería en semejante día de 1737.
El 23 de noviembre de 1738 se volvía arrendar esta casa de la Rúa al mismo arrendatario, por otros dos años más, desde el 10 de marzo y por 16 libras anuales, siendo la primera paga semejante día de 1739.
Ante Manuel de Rada, el 27 de febrero de 1741, mosén Juan García de Linares, beneficiado de San Torcuato, y Lorenzo Canales, reconocían que debían pagar al escultor Ignacio Ibáñez 45 libras, 17 sueldos y 12 menudos. La primera pagar sería por el mes de septiembre de este mismo año, de doce cahíces de trigo, que se valorarían en el tiempo de su entrega, y el resto por Pascua de Resurrección de 1742.
El 20 de agosto de 1741, Josefa Lacarra, viuda de Antonio Ayarza, e Ignacio Ibáñez, éste como procurador de su esposa Manuela Martínez de Vera, y de sus hermanos Bernardo, casado con Manuela Machos, y Javier, casado con Teresa Lacarta, mediante los correspondientes poderes, vendían a Alejos Ballabriga, platero, y María Josefa Diego y las Heras, cónyuges y vecinos de Calatayud, la casa de la Rúa, que pertenecía a la parroquia de San Andrés, por 320 libras.
En esta misma fecha, los mismos vendían al platero Francisco Diego y a Magdalena las Heras una viña con su fruto, situada en la Ombría del Ribota, llamada de la Carrasca Cerrada y de seis anegadas, por 125 libras. A continuación Francisco Diego y su esposa reconocían que debían pagar a Ignacio Ibáñez varias cantidades de dinero en tres plazos, obligando sus bienes. Igualmente, Alejos Ballabriga y Josefa las Heras reconocían deberle a Ignacio Ibáñez 240 libras, que pagarían en tres plazos, hasta junio de 1743. También reconocieron deberle a Josefa Lacarra 80 libras, que pagarían el 1 de noviembre de 1741. Este mismo día, Ignacio Ibáñez nombraba procurador al jurista José de Rada, para que pudiera cobrar y otorgar apocas.
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