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Un Apocalipsis al rescate de Monterde


La futura hospedería bajo la torre (Foto: Ángel de Castro)

D. CHIC | La ermita de la Virgen del Castillo de Monterde está llena de joyas. Un baldaquino barroco, una virgen románica, yeserías mozárabes. Un patrimonio artístico que pocos conocen, pues estaba oculto hasta hace pocos años, cuando se pudo acometer su restauración. Entre las sorpresas con las que se encontraron los técnicos destaca un detallado mural del Apocalipsis, bastante raro en este tipo de edificaciones. "Ricos y pobres, todos pasan por mi guadaña", reza junto al altar una representación de la muerte.

Los pequeños municipios, como este enclave en la comarca de Calatayud, se aferran a su patrimonio para frenar la pérdida de población. "Tenemos que conseguir que nos conozcan fuera, porque eso nos dará muchas oportunidades", afirma el alcalde de la localidad, José Gracia. Los datos son rotundos: de apenas 50 vecinos en los meses de invierno pasan a casi 2.000 en agosto. La vuelta a las raíces, aunque sea de forma puntual, es una realidad a la que quieren aferrarse.

Reclaman ayudas públicas para restaurar y exponer las obras de arte que atesoran. En Monterde, por ejemplo, llevan varios años tratando de poner en marcha una hospedería en un enorme casón junto a la iglesia parroquial, la vieja casa de los abades. En sus ventanas lucen detalles mudéjares y con el tiempo podría funcionar tanto como centro de día para los ancianos como de albergue para investigadores en patrimonio, geólogos o turistas. Calcula unas 38 habitaciones tomando como modelo el mesón de la Dolores en Calatayud. El cercano monasterio de Piedra o los balnearios de la zona de Jaraba serían el foco de los visitantes. "El Gobierno de Aragón tiene que facilitar que los pueblos que tienen patrimonio se conviertan en un reclamo", asegura Gracia. "Los turistas pueden estar un par de días", dice este regidor que lleva casi 25 años ininterrumpidos al frente del municipio. La pedanía de Llumes aportará su entorno natural. "Los pueblos tienen que buscar otros modos de sobrevivir, pues si no estamos condenados a cerrar", dice. Con esta apuesta el desarrollo estaría garantizado: llegará gente joven, se abrirán restaurantes, nuevas tiendas. "Los pueblos solo se llenan en fiestas, por eso tenemos que pensar en el resto de los meses", afirma al considerar que el propio desarrollo agrícola de la zona también está condenado al fracaso.

Días de celebración

Precisamente, estos días en Monterde están inmersos en las fiestas en honor a San Roque. Las banderas cuelgan en las calles desde el comienzo de la semana. Las jornadas previas han sido ajetreadas, pues hace falta limpiar con esmero las telarañas que se han producido durante el año. Muchas vecinas que se han instalado en Zaragoza aprovechan el mes de agosto para volver a la casa familiar. "Venimos sin falta", reconoce Pascuala Ruiz, que se marchó cuando tenía solo 14 años.

La iglesia de la Asunción es otra de las joyas patrimoniales del pueblo. La torre mudéjar, recién restaurada, se deja ver desde cualquier rincón de las empinadas calles. "Si vieran nuestros padres y abuelos cómo ha quedado todo no se lo podrían creer, aunque eso sí, se quedarían muy tristes al ver los campos abandonados", reconoce Antonia Aragón, otra de esas vecinas que marchó y solo regresa cada cierto tiempo.

Todas ellas se han reunido para adecentar la ermita de cara a las fiestas. La figura de San Roque está en un banco esperando su traslado a la iglesia, donde la montarán en una peana para la procesión. "Si los que se han quedado no se hubieran preocupado en ir restaurando las cosas hace tiempo que se hubiera ido todo abajo", asegura Ruiz al evocar las humedades, las calles de tierra y la aparente falta de atractivos que tenía el medio rural hace unos pocos años.

A pesar de lo que se ha conseguido, en Monterde aún queda por recuperar. El castillo sigue siendo una pared en ruinas por la falta de fondos para excavar en la zona que ocuparía la torre del homenaje. Además, incrustadas en las rocas que configuran la peculiar orografía del pueblo se pueden adivinar huellas de dinosaurio, vértebras y otros fósiles. Y junto al río Ortiz se encuentra una sólida balsa de sillería que posiblemente date de la época romana. "Ahí hemos aprendido a nadar todos", explica Gracia.

Los turistas interesados en visitar el interior de los templos necesitan concertar el paseo a través de la oficina de turismo de Calatayud. Por este motivo otra de las exigencias proviene de la necesidad de contar con un técnico de turismo que facilite las cosas. Todo para que no se pierda nada más.

Heraldo de Aragón (18-8-2019)

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