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¿La virgen del Prado es la Soterraña de Velilla?

EMILIO NIETO | Después de la invasión árabe a Hispania, allá por el año 711, y derrotado el ejército visigodo, mandado por su rey don Rodrigo, en las cercanías del río Guadalete por las huestes del ejército árabe y bereberes al mando de Tariq Ibn Ziyad, prácticamente desapareció toda la resistencia visigoda posible y con rapidez fueron los árabes conquistando ciudades y al mismo tiempo profanando los templos sagrados, muchos de los cuales los convirtieron en mezquitas, y quemando todo aquello que no les interesaba. Muchas imágenes de la Virgen fueron llevadas desde Andalucía hasta Asturias, espacio éste nunca conquistado del todo, y otras enterradas en despoblados, cuevas, montículos o murallas para protegerlas de su profanación como fue el caso de la Virgen del Prado, la de Montserrat, Peña de Francia, Atocha, Almudena, Virgen de San Lorenzo de Valladolid, Santa María la Real de Nieva en Segovia o la Soterraña de Ávila por ejemplo.

Según iba avanzando la reconquista y por lo tanto abandonando muchos territorios los invasores árabes, bereberes y almorávides, muchas imágenes de la Virgen fueron descubiertas sobre los siglos XIII y XIV por pastores, labriegos o gente humilde en cuevas, montes, arroyos, despoblados y derrumbamiento de murallas como fue el caso de la Virgen de San Lorenzo patrona de Valladolid o como ocurrió, según cuenta la leyenda, con la que llegaría a ser la Virgen del Prado de Ciudad Real.

Debemos tener muy presente para hablar de los orígenes de la Virgen del Prado la obra de Juan de Mendoza y Porras: Relación e Historia del Hallazgo de Nuestra Señora del Prado sin conocimiento de ella hasta que el manuscrito fue entregado por la cofradía de Nuestra Señora del Prado al historiador Fray Diego de Jesús y María Fernández, natural de Ciudad Real y prior del Convento de Carmelitas Descalzas. En 1650 Fray Diego De Jesús dio publicidad al manuscrito del licenciado Juan de Mendoza en su obra Historia de la Imagen Santísima de Nuestra Señora del Prado.

Moren Ramón Floraz, caballero aragonés y privado del rey Sancho Garcés III de Pamplona, al llegar a las cercanías de Velilla del Jiloca (Aragón) encontró soterrada una imagen de la Virgen María, sentada a modo de matrona romana con un niño Jesús sobre sus rodillas. Según el relato del historiador Fray Diego de Jesús, el caballo del noble navarro se queda paralizado cuando iba a beber en una fuente, el caballero se baja de su caballo y con su espada descubre un cueva en la que se halla una imagen de la Virgen María; el caballo se niega a dirigirse a Velilla y es entonces cuando el caballero toma la dirección de Daroca donde manda que le fabriquen una caja para portar la Virgen y entregársela al rey. Habiendo llegado a la corte del rey Sancho el privado del rey le hace entrega de la imagen de la Virgen encontrada en la cueva y el rey con gran regocijo la proclama virgen de los Torneos Medievales a la imagen de la virgen María que había estado soterrada durante tres siglos.

Así pues la segunda advocación de la Virgen del Prado podemos asegurar que es la Virgen Soterrada o Soterraña como lo es la de Santa María la Real de Nieva en Segovia o la Virgen Soterraña de Ávila, patrona de la ciudad y venerada en la basílica de San Vicente. Blanca I de Navarra, gran devota de la Virgen Soterraña de Nieva, manda tallar reproducciones de esta imagen y las repartió por más de veinte localidades navarras. ¿Puede ser que alguna reproducción de éstas fuera después proclamada como Nuestra Señora de los Reyes, tercera advocación de la Virgen del Prado?

Los reyes cristianos, al heredar la corona y demás propiedades también recibían la Imagen Santísima de la Virgen. De tal manera que a la muerte de Sancho Garcés III de Pamplona, devoto de la Virgen Soterrada y de los Torneos, éste reparte sus dominios entre sus cinco hijos (García Sánchez III, Fernando I de León, Ramiro I de Aragón, Gonzalo I de Sobrarbe y Ribagorza y su hija Jimena Sánchez) dejando a D. Fernando I, llamado después el Magno o el Grande, el reino de León, quien también recibe la imagen de la Virgen que, después, traslada a su corte de Burgos. Desde ese momento la imagen de nuestra Señora de los Torneos pasará a recibir devoción y por lo tanto nueva advocación como Nuestra Señora de los Reyes testimoniado en la iglesia de Nuestra Señora de los Reyes de Grijalba (Burgos) o Nuestra Señora de los Reyes patrona de Sevilla cuya imagen se venera en la capilla real de la catedral de Sevilla.

Fernando I de León, el Magno o el Grande, llamado así, por las muchas conquistas que realizó contra los invasores sarracenos, siguiendo la costumbre navarra, divide su reino entre sus cinco hijos (Sancho, Alfonso, García, Elvira y Hurraca). Después de muchos avatares Alfonso VI, llamado el bravo, es el gran impulsor y conquistador arrebatando al Islán la ciudad de Toledo en 1085 y llegando a las puertas de Sevilla. Este rey, católico y gran devoto de la virgen, según reza la tradición, siempre llevaba consigo la imagen de la Virgen para que le ayudara en sus batallas contra el infiel. En la conquista de Madrid el 9 de noviembre de 1085 y al cruzar Alfonso VI la muralla de la ciudadela de la Almudena, mandada construir por Mohamed I hijo de Abderramán II, una parte de ella se derrumba apareciendo una imagen de la Virgen que hoy lleva el nombre de Nuestra Señora de la Almudena otra advocación de la Virgen soterrada en una muralla.

Es en este momento histórico cuando la advocación de Nuestra Señora de los Reyes pasa a ser denominada Nuestra Señora de las Batallas, la cual como hemos señalado siempre acompañaba a nuestro rey castellano- leonés. De nuevo la historia se mezcla con la leyenda y ocurre que en la batalla de Sagrajas o Zalaca, en las proximidades de Badajoz, se enfrentan las tropas cristianas de Alfonso VI de León y las almorávides de Yusuf ibn Tasufin sufriendo el rey cristiano una gran derrota con abundantes bajas pero al fin se puede refugiar en Toledo. La leyenda nos cuenta que en esta batalla y gran derrota Alfonso VI dejó olvidada a Nuestra Señora de la Virgen de las Batallas en su oratorio real de Toledo obligando a su capellán Marcelo Colino a trasladarse desde Coria, donde tuvo que refugiarse el rey para curarse de las heridas recibidas en la batalla, a la capital recién conquistada de Toledo y, lo antes posible, regresase con la imagen de la virgen.

Así lo hizo el capellán real pero de regreso al llegar al lugar denominado Pozuelo Seco, término de Alarcos, la comitiva se detiene para descansar y beber agua los caballos; es entonces cuando los lugareños descubren la caja dorada en la que se esconde la imagen de la Virgen. Después de muchas plegarias ante el capellán del rey para que la virgen se quede entre ellos, al amanecer prosiguen su camino hacia Córdoba porque allí les espera el Rey Alfonso VI, pero al llegar a Caracuel descubren que la caja que portaba la imagen de la Virgen está vacía y deciden deshacer lo andado para regresar al lugar de Pozo Secó donde descubren que los lugareños están alegres y contentos porque sobre la encina en la que se depositó la caja que contenía la imagen de la Virgen se había posado una paloma blanca que se convirtió en la Virgen que desde ese momento pasó a llamarse Nuestra Señora del Prado. Aquí, en el Prado, quiso quedarse la Virgen y aunque quisieron llevársela al rey Alfonso VI que la espera en las cercanías de Córdoba, no hubo fuerza humana que pudiera conseguirlo como ocurrió con el caballo de Moren Ramón Floraz en Velilla de Jiloca.

iMás Información (30-8-2017)

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