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Visitas pastorales

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 14 de abril de 1577 Juan de Campos, obrero de villa, contrataba la construcción de la iglesia y la torre de la Señoría de Saviñán, recibiendo de manos del procurador general de la Comunidad de Calatayud, junto al mazonero Juan Martínez de Salamanca, una comanda de 30.000 sueldos. La fábrica de la iglesia costaría 17.000 sueldos y el retablo los 13.000 restantes. Juan Martínez haría también la mazonería y los relieves del retablo mayor, además de la imagen del titular. "Item se haga un retablo pintado, dorado, con el bulto del señor Sanct Miguel, conforme al de la Señoría de Terrer, en todo y por todo". Esta iglesia se levantaría en el mismo solar que ocupara la mezquita. Estos datos son aportados por Acerete Tejero en un libro referido a las artes en la Comunidad de Calatayud en el siglo XVI, emplazándonos en sus notas a unos documentos que no se publican en este volumen, de por sí ya muy voluminoso.

Francisco Abbad Ríos, en su Catálogo Monumental de 1957, decía que en la sacristía de la iglesia de la Señoría se guardaba una imagen de San Miguel en madera policromada, de la segunda mitad del siglo XVI. Actualmente sólo se conserva, en la otra parroquia del pueblo, la imagen neoclásica de San Miguel, obra atribuida al escultor Carlos de Salas, o a su taller.

La Morería de Saviñán, luego Señoría, la compró en 1434 la Comunidad de Calatayud. Tras la expulsión de los moriscos en 1610, la Señoría se repobló en 1612 con cincuenta nuevos vecinos, casi la mitad bajaron de Saviñán y el resto acudieron de varios lugares de la comarca. El 18 de octubre de 1612 se colocó el sagrario en San Miguel, siendo vicario mosén Jaime Pérez, natural de Mara, procurador general Agustín López, de Miedes, y vicario general el licenciado Rodríguez, de Jaraba. Aquel día dijo misa el vicario general, el evangelio el canónigo Morón y la epístola el párroco. Hubo también procesión general por la Señoría, a la que no faltó el Capítulo de la parroquia de San Pedro.

El primer libro de la parroquia de San Miguel de la Señoría de Saviñán da comienzo en 1578, ya con la nueva fábrica en pie, y llega hasta 1618. La primera visita pastoral registrada data de 1579, a cargo del vicario Carlos Muñoz Serrano. En ella se pedía al procurador y regidores de la Comunidad de Calatayud, una pila de bautismo, una capa de terciopelo carmesí, un alba, un palio para los corporales, un paño de difuntos, un guardapolvo para el retablo y una vidriera para la ventana de la capilla. Mosén Jerónimo Bustarret llevó este mandato a manos del procurador Matías Alejandre, de Cervera, y del Consejo de la Comunidad, formado por Jerónimo de Villalba, de Paracuellos de la Ribera, y Pedro Garcés, de Ateca. En 1588 el obispo Cerbuna (1585-1598), ordenaba que no se desposara ni se absolviera a nadie que no supiera la doctrina cristiana o alguna de sus oraciones, en latín o en romance. El obispo mandaba que el maestro, que debía ser "persona virtuosa de buena vida y costumbres", debía enseñar a leer y a escribir, además de doctrina cristiana. Ordenaba que ninguna persona, tanto eclesiástica como seglar, tuviera en su casa "tablageria" pública de juegos, bajo pena de excomunión. Al procurador y regidores de la Comunidad pedía que hicieran una casulla verde de seda para los domingos, dos albas, dos amitos, una arca para tener los ornamentos, un guardapolvo para el retablo mayor, una vidriera para la ventana del altar mayor y una puerta para la torre del campanario. En marzo de 1599 el arcediano Ortí pedía que se reparase una pared y el techo de la sacristía, pues estaban apuntalados y con peligro de caerse. Prohibía a las mujeres ocupar los bancos de los hombres, "por los grandes inconvenientes", y pedía un armario para la sacristía, dos bancos, manteles para el altar mayor y un aro para la puerta del campanario, con llave y cerradura. En 1601, el obispo Fr. Diego de Yepes (1599-1613), ordenaba que no se trabajara en los días de fiestas religiosas, ni se absolviera al que no supiera doctrina cristiana. Pedía al procurador dos amitos, dos cíngulos, tres palios para los corporales, dos cestillas, dos manteles, una vidriera para la ventana de encima de la puerta, para que no entraran golondrinas, el arreglo de los cajones de los ornamentos, para evitar la entrada de ratones, y una casulla negra. También exigía la contratación de un sacristán, para que se hiciera cargo de la sacristía, tocara las campanas y cuidara de los ornamentos. En la siguiente visita de Fr. Diego de Yepes en 1605, se echaban en falta las mismas cosas, elevándose la multa pecuniaria. En la siguiente de 1608, como las cosas seguían igual, se imponía una multa de 80 ducados, que se debían pagar a los 20 días de la publicación, además de proveer lo que faltaba dentro de cuatro meses. La última visita es la realizada por el obispo Martín Terrer (1614-1630), en octubre de 1618. En ella se hacía constar que era necesario proveer dos amitos, una vidriera para encima de la puerta, toallas, una capa de difuntos, un paño para el púlpito, un confesionario de madera y hostieros de hierro. La iglesia seguía aún sin sacristán.

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