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El viajero Münzer

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Jerónimo Münzer, viajero alemán, doctor en Medicina, geógrafo y astrónomo, realizó su viaje por España entre mediados de septiembre de 1494 y primeros de febrero de 1495, refiriendo sus impresiones en un libro. En él escribía: "el 24 de enero nos avisaron de que habríamos de ser recibidos en la Cámara Real. Entraron los Reyes en ella para tener audiencia pública. Venía el Rey a la derecha, la Reina en medio de él y el Príncipe; los tres vestían trajes negros de luto (por el cardenal Mendoza) y su continente era grave y majestuoso". Al día siguiente Münzer y sus tres compañeros emprendieron el camino hacia Zaragoza, siguiendo la ruta de Alcalá, Guadalajara, Hita, Sigüenza, Arcos, Monreal, Ariza, Ateca, Calatayud y Zaragoza. Al salir por las puertas de Madrid, los viajeros vieron a "dos hombres colgados por los pies y con los genitales atados al cuello, lo cual denotaba que eran reos de sodomía". En Alcalá admiraron su campo llano y fértil, sembrado de "gualda, planta tintórea". De Guadalajara salieron el día 27, pasando por el Castillo de Hita, "situado en una colina", y por Sigüenza, que era "como Nordlingen", haciendo noche "en la pequeña aldea de Arcos, pueblo de moros, pues vivían allí muy pocos castellanos... es gente que vive en estrecha sobriedad, no bebe más que agua, goza de excelente salud y, sin duda, por ser sobria, las epidemias no hacen en ellos tanto estrago, como entre los cristianos". Los viajeros, siguiendo siempre dirección a Zaragoza, cruzaron "por un frondoso y dilatado valle, regado por el Jalón, lleno de pueblos y castillos como los de Monterreal, Ariza, Ateca... Prolóngase este valle hasta la famosa Calatayud, es decir, unas diez leguas". Münzer registrará en su libro el fuerte contraste de las riberas del Jalón y de las huertas de zaragozanas, con la aridez del resto del paisaje aragonés, "pues las lluvias escasean de tal modo, que cuando estuvimos en la ciudad llevaban nueve meses sin ver el agua".

Münzer destacará el gran número de mudéjares que poblaban estas tierras. Y escribe: "entre todos los reinos de España es sin duda el de Aragón el que tiene mayor". Y de ellos nos cuenta: "Son expertos labradores" y "tienen peregrino ingenio para los riegos. Pagan un crecidísimo tributo consistente en la cuarta parte de los frutos, sin contar otras varias exacciones". Y cita un conocido proverbio español: "quien no tiene moros no tiene oro". La curiosidad del viajero alemán le llevó a preguntar a un alfaquí de Zaragoza sobre las costumbres de los mudéjares, de los que señala que entre ellos había aventajados herreros, alfareros, albañiles, carpinteros, molineros, lagareros de vino y aceite, y de otros oficios. En Calatayud y Zaragoza, Münzer encontró a "innúmeros mercaderes".

De Zaragoza, ciudad "preclara y gloriosa", describe el templo de La Seo, sus monasterios y el castillo de La Aljafería, que "el rey Don Fernando ha mandado restaurar y servía entonces de cárcel a muchos conversos". De sus huertas señala: "En el campo zaragozano se recolectan actualmente unas cien cargas de azafrán (producto carísimo y de gran importancia mercantil), que valen más de cien mil ducados; la lana de sus ovejas de doscientos o trescientos mil; copiosísimos, al par que de excelente calidad, son también sus ganados y sus aceites, así como la cera y la miel; hay numerosas huertas y en los parajes más secos crecen el romero y otras plantas".

En agosto de 1495, estando Fernando el Católico en Burgos, se entera de la intención de Carlos VIII de Francia de invadir el reino, lo que determina la toma de una serie de medidas para mantenerlo defendido, como es la retirada de los ganados de las tierras fronterizas, la reparación de las murallas de Jaca y Aínsa, y el reclutamiento de un ejército pagado de caballería y hombres de armas. Los sueldos de este ejército se pagarían de lo recaudado en impuestos. Pero para ello había que conocer antes la población del reino. Las Cortes de Zaragoza de 1446 habían repartido el suelo aragonés en doce sobrecullidas, seis al norte del Ebro y seis al sur. Para este menester se visitaron todos los lugares habitados de Aragón, por medio de un comisario y un notario, acompañados de una patrulla militar. Las autoridades locales debían facilitar el trabajo de los investigadores. La Sobrecullida de Calatayud, la segunda más poblada de Aragón, dio un total de 6.732 fuegos, con un 16% de población mudéjar, siendo los lugares más poblados, Calatayud con 1.031 fuegos, Villarroya con 278, Villafeliche con 261, Aranda de Moncayo con 207 y Cetina con 186. Zaragoza contaba por aquel entonces con 3.983 fuegos, 656 estaban encabezados por mujeres, de las que 352 eran viudas. Esto daba una población, a 5 personas por fuego, de unos 20.000 habitantes para la capital.

Zaragoza contaba entonces con cuatro puertas principales: Toledo, Cineja, Valencia y del Puente. Y otras secundarias: la Puerta Nueva, San Felipe, la Quemada, la Judería, la del Ebro, los postigos de los abrevaderos del Mercado, de San Juan y de Predicadores, y el postigo de Abenredón en la puerta de Valencia.

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