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Así quedó el campo tras las tormentas
de julio de 1932

SANTIAGO GIMENO VAL | El artículo nos ilustra de como quedó el campo tras las fuertes tormentas que culminaron el 19 de julio de 1932, en el que el periodista va narrando desde el tren que va desde Zaragoza a Madrid, la desolación que ha quedado en los pueblos tras de el terrible desbordamiento del río Jalón. Campos arrasados, eras anegadas, cosechas esquilmadas y la esperanza de los agricultores rota tras el paso de las aguas.

LA RIBERA DEL JALON


"Estos, Fabio ¡Hoy dolor! Que ves ahora
campos de soledad, mustio collado"

Campos de soledad, de desolación estos que ahora ven nuestros ojos atónitos. Y vienen a las mentes los quejumbrosos versos del poeta.
   El expreso de la tarde que hace el trayecto Zaragoza-Madrid, lleva en su interior seres humanos cuyas fibras sensibles se estremecen ante el panorama trágico. En este día toca al cronista pasar por la ruta asolada por el desbordamiento del Jalón; ese río, que de ordinario fecunda las magníficas tierras ribereñas, expande el azote de su caudal por las vegas espléndidas, hasta borrar sus contornos.
   Los viajeros nos agolpamos en las ventanillas. Se enmudece ante la contemplación de la catástrofe. Se piensa sin duda en la angustia de esas innumerables familias que veían satisfechas llegado el momento de llenar sus graneros exhaustos con los frutos recolectos sazonados; y no como una esperanza, sino como tangible realidad ya acariciada por las rudas manos que la legaron con su esfuerzo.
   Ruta del Calvario: Grisén, Plasencia, Rueda, Epila, hasta ya cerca de Calatayud vense las extensas lagunas que ha formado el río embravecido. Y no hay salvación para la mies dorada que flota como cabelleras lacias sobre las aguas o bajo ellas se sumerge, ni para los maizales que asoman todavía sus hojas verdes y satinadas en heroica resistencia a la muerte, ni para los alfalfares, frutas y demás productos de esa cuenca ubérrima, orgullo de Aragón.
   Campos barridos por la furia del agua sin cauce. Árboles, plenos de fruto, juguete de la impetuosa corriente… ¡Triste labriego que llenaste tan puesto esa era, que ahí se ve como un islote puesto fuera de tu alcance. No tuviste tiempo de estrujar la mies para lograr el grano. Véote caminar hacia tu modesta morada, que las tormentas y avenidas cuartearon, con la cabeza agobiada bajo el peso de tus tristes pensamientos. No quisiera adivinarlos si no es para poder compartir tus penas. Serán seguramente la despedida a tantas ilusiones que tu pusiste durante el año sobre la lozanía de tus sembrados: Pan, vestido y quizá un poco de algo más espiritual para ti y los tuyos. Medios para pagar tus cargas. Un poco de alegría, en suma, para tu hogar y nuevos bríos para reemprender la labor año tras año.
   A unirse al tuyo, sufrido labrador, va mi dolor de hermano. Yo también trabajo como tu y se un poco de estas cosas.

   F. GRACIA EMBID

Publicado en El Noticiero de Zaragoza el 26 de julio de 1932


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