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Monasterio de Piedra

I. Lago del Espejo

Ser amigo de una Rosa de los Vientos tiene estas cosas, estás tan tranquilito en tu casa disfrutando del verano y de pronto uno de esos vientos viajeros te arrastran plácidamente a lugares de incomparable belleza. Guardaba sin embargo del Monasterio de Piedra un infausto recuerdo de niñez, una de esas sensaciones de que el lugar no estaba hecho para mi, de que para sufrir mejor quedarse en casa, no se como expresarlo, como una resistencia interior a visitar este lugar, cuan equivocado estaba. Pero todo tiene su explicación, dice mi madre, que cuando yo tenía 8 ó 9 años hicimos una excursión familiar al lugar, toda la familia en nuestro gran Renault 4 (más conocido como "Cuatro Latas") verde oscuro, recorriendo esas carreteras del Pleistoceno Superior con más curvas que el "Dragón Kan", un sol veraniego de justicia y cientos de kilómetros de asfalto parcheado y para colmo, no se si por las inclemencias del viaje, "pillé" unas altas fiebres que me tuvieron "out side" todo el día.

Como para tener buen recuerdo ¿no te parece?

II. El Lago de los patos

Atravesando plácidamente el Vergel se llega en un corto paseo hasta el Lago de los Patos, una zona de aguas tranquilas que rodea un islote convertido en selva de enredaderas abrazadas amantes al árbol que las corteja.

Quedamente contemplo esta imagen y sonrío pensando en el ingeniero de tan insigne obra, aunque pensándolo bien, cualquier solución es buena para tender puentes entre orillas opuestas, quizás el camino sea tortuoso y el futuro sea incierto pero vale la pena recorrerlo.

"Luces y sombras rodean nuestro camino, más hay que seguir la senda trazada hacia un mañana efímero"

III. Cascada 'La Caprichosa'

Los saltos de agua son uno de los mayores atractivos del paraje del Monasterio de Piedra, aunque no el único, y sin lugar a dudas la cascada más conocida para todos sea la famosa "Cola del Caballo". Pero para este espacio he elegido la cascada "Caprichosa", su nombre es más que seguro que provenga de su forma de mojar a los que la contemplan, según sople la brisa ligeras cortinas de agua se desplazan formando bellísimos arcos iris que embelesan al visitante y tontamente, cual "calabobos" invernal, pone como una sopa a los que descuidadamente observamos, y si no que se lo pregunten a estas dos señoras.

"El agua, fuente de vida, preciado e incomprendido tesoro que hay que salvaguardar para las generaciones venideras"

IV. Bajada a la cripta

De pronto la puerta cedió, abriéndose hacia el interior. El refugio ofrecido por el sepulcro me pareció una fortuna contra la implacable tormenta, y ya iba a entrar en él cuando un zigzagueante relámpago iluminó todo el firmamento.

En aquel instante, y tan cierto como que vivo, divisé al girar los ojos hacia la oscuridad de la tumba, una mujer hermosísima, de mejillas redondeadas y labios carmíneos, tendida sobre un ataúd, que parecía dormir. Resonó un trueno y me vi asido como por la mano de un gigante que me rechazó hacia la tormenta. Todo esto pasó con tanta rapidez que antes de poder darme cuenta de la sorpresa, tanto moral como física, recibida, volví a sentir el granizo cayendo sobre mi cuerpo. Al mismo tiempo, tuve la impresión de no estar solo. Miré de nuevo hacia la puerta entreabierta. Otro espantoso relámpago pareció caer sobre el pilote y después abrirse paso hacia el interior de la tierra destruyendo la magnífica sepultura. La muerta, en medio de terribles sufrimientos, se incorporó un momento, rodeada de llamas estremecedoras, pero sus gritos de dolor quedaron ahogados por el rugido de la tempestad...

Lo último que recuerdo es el espectáculo de una multitud móvil y blanca, excesivamente vaga a decir verdad, como si todas las tumbas se hubieran abierto para dejar paso a los fantasmas de los muertos que se iban acercando a mí por entre las ráfagas del granizo.

"A mi alrededor reinaba un profundo silencio, como si el mundo entero durmiese o acabara de morir..." (Bram Stoker)

Magister Cantus (julio-agosto, 2010)


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