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El homenaje a Baltasar Gracián en 1916


Carta invitacion de la alcaldia de Belmonte al homenaje a Gracian

FRANCISCO TOBAJA GALLEGO | En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 3 de mayo de 1916, el concejal Enciso informaba que el pueblo de Belmonte proyectaba para el próximo mes de septiembre un homenaje a Baltasar Gracián. Enciso señalaba que el Ayuntamiento de Calatayud debía asociarse a este homenaje, por tratarse de una gloria nacional. Proponía que, si fuera posible, debía coincidir con las fiestas patronales de la ciudad, haciendo extensivo el homenaje al poeta Marcial. Los concejales Lafuente, Medarde, Higueras y Zabalo hicieron también suya esta iniciativa de Enciso, acordándose por unanimidad nombrar una comisión especial compuesta por los concejales Lafuente, Llanas, Enciso y el alcalde, y por Juan Blas y Ubide, José María López Landa y Eduardo Ibarra para que, de acuerdo con la representación del pueblo de Belmonte, llevaran a cabo las gestiones oportunas para la realización del proyectado homenaje.

Aquel mismo año se tomó el acuerdo de dar el nombre de Baltasar Gracián a la calle de las Aulas. En la sesión celebrada el 9 de febrero se informó a los concejales que Luis Guedea, hijo de la ciudad, médico y ex diputado a Cortes por aquel distrito, había fallecido en Madrid. El alcalde Ángel Carrau pidió que constara en acta el sentimiento de la corporación por su pérdida y el concejal Medarde propuso que, para perpetuar su memoria, debía darse su nombre a una calle de la ciudad, acordándose por unanimidad. López Ruiz propuso que, aprovechando el aniversario del fallecimiento de Joaquín Costa, debía dar nombre también a una de las calles de Calatayud, iniciativa que asimismo fue acordada por unanimidad. Quedó también acordado que se comunicaran estos acuerdos a las familias de Guedea y de Costa. Por su parte, Zabalo propuso que la plaza de San Antón se dedicara a Joaquín Costa. En la sesión siguiente, celebrada el 16 de febrero, Zabalo se reafirmaba en su propuesta de dar el nombre de Joaquín Costa a la plaza de San Antón, pero el acuerdo se aplazó a la próxima sesión. En la sesión del 23 de febrero se acordó por unanimidad dar el nombre de Joaquín Costa a la plaza de San Antón, el de Luis Guedea a la calle de las Tenerías y el de Baltasar Gracián a la calle de las Aulas. En la sesión del 20 de septiembre, el concejal Lafuente comentó que en las pasadas fiestas Nicasio Mariscal, médico de Madrid, había pronunciado en la Casa Consistorial unas conferencias dedicadas a Marcial y a Baltasar Gracián. En la celebrada el 18 de octubre el alcalde propuso y, quedó acordado por unanimidad, que el ayuntamiento dedicara al estudio de Filología de Aragón una copia fotográfica del retrato de Baltasar Gracián, que había poseído Félix Sanz de Larrea y Larraga.

No conocemos mucho más de aquel homenaje celebrado en Belmonte, en septiembre de 1916. López Landa se refiere a él en una conferencia que pronunció en un curso monográfico dedicado al escritor en 1922. Se editó en la Imprenta del Hospicio Provincial de Zaragoza en 1926, bajo el título: Baltasar Gracián. Escritor aragonés del siglo XVII. Curso monográfico celebrado en honor suyo por la Universidad Literaria y el Ateneo de Zaragoza, en el año 1922. Este volumen formó parte de la Biblioteca de Autores Aragoneses, haciendo el número VIII. En total se celebraron ocho conferencias a cargo de Salvador Minguijón, Miguel Allué Salvador, Francisco de Paula Ferrer, que pronunció cuatro conferencias, José María López Landa y Ricardo del Arco. También se publicó en este mismo volumen una oración fúnebre, que había pronunciado el P. Darío Hernández, SJ, en la iglesia parroquial de Belmonte el 13 de mayo de 1922. Este curso había tenido lugar en la Universidad Literaria de Zaragoza, bajo la presidencia del rector Ricardo Royo Villanova.

En la conferencia de López Landa, titulada "Gracián y su biógrafo Coster", hacía referencia a este homenaje a Gracián, llevado a cabo de 1916. López Landa recordaba que entonces hacía solamente tres años, que había sido publicada en 1913 la biografía de Adolphe Coster sobre Gracián. En este año de 1916 "unos cuantos señores, muy solemnes, se han congregado en el humilde pueblecito para rendir un homenaje a la memoria de su hijo más preclaro. Hay colocación de retratos, descubrimiento de una lápida, lectura de cuartillas de literatos brillantes y maestros del periodismo, como Cavia y Azorin, y los inevitables discursazos. Uno de los oradores, hijo ilustre de la antigua Comunidad de Calatayud, Académico de la Real de Medicina de Madrid, lleva la voz cantante. Es un señor pletórico de ciencia, ahíto de erudición, que acaba de leer a Coster (lo sé de muy buena tinta) aunque no lo cita para nada, y deseoso de conmover a los ingenuos belmontinos con el relato horripilante de las amarguras de su inmortal paisano, recalca mucho lo de la muerte por desesperación del infeliz Gracián".

López Landa debe referirse a Nicasio Mariscal, que era natural de Bijuesca. Este discurso, según López Landa, había sido editado y repartido "con cierta profusión". López Landa no estaba de acuerdo con Coster y sostenía que el traslado de Baltasar Gracián al colegio de Tarazona, no había obedecido a una medida de disciplina. Pensaba que Gracián ya estaba enfermo entonces y sería destinado por ello a este colegio. López Landa copiaba algunas "parrafadas, escritas siempre en estilo declamatorio, hinchado y hueco, con resonancias de cripta o de mausoleo", que había pronunciado este académico de Medicina. Y consideraba que estas "soflamas rotundas y archisonoras", eran ampliación de las sostenidas por Coster, quien afirmaba que los superiores sentían "desconfianza y mala voluntad" hacia Gracián y que el colegio de Tarazona tenía el carácter de "casa correccional de la Provincia".

Nicasio Mariscal y García de Rello, Bijuesca 1859, Madrid 1949, fue médico rural, director del Laboratorio de Medicina Legal de Zaragoza, presidente de la Real Sociedad Española de Higiene, vicepresidente de la Junta de Protección de la Infancia, secretario perpetuo de la Real Academia de Medicina desde 1932 y miembro de honor de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, además de historiador, crítico de arte y poeta. En su libro dedicado al médico Juan Tomás Porcell, quien atendió a los apestados en Zaragoza en 1564, relacionaba a su abuela Manuela de Aguarón y Morales, con la línea materna de Baltasar Gracián.

Varios son los biógrafos y estudiosos de la vida y de la obra de Gracián que se declaran del parecer de López Landa y otros que lo hacen del lado de Coster. Batllori cuenta que el padre mallorquín Ramón Anglada, se escapó una noche del colegio de Mallorca, compareciendo más tarde en Valencia. Anglada fue enviado a Tarazona que, con la casa de Graus, eran lugares destinados a destierro y castigo de religiosos díscolos. Parece claro que la casa de Tarazona no era el lugar más adecuado, para enviar a un intelectual de la talla de Gracián. En aquellos tiempos la comunidad se reducía a seis padres y algunos hermanos más. En esta última etapa de la vida del escritor, sólo se conserva la versión oficial jesuita, por lo que podemos pensar que otros textos más comprometedores con la Compañía hayan desaparecido. En relevante que, desde su caída en desgracia, no se conserve ni una sola carta de Gracián a sus amigos, que demostraría su incomunicación total con sus amistades. Solamente se le concedería permiso para escribir al general de la orden, para quejarse de las penitencias sufridas en Graus. De esta carta sólo conocemos la versión del general, quien señalaba que Gracián había sentido mucho las penitencias y pedía licencia para pasarse a otra religión. Está claro que Gracián estaba harto de sus "padrastros" y quería perderlos de vista cuanto antes. Pero sólo recibió el silencio por respuesta, de una compañía que trató de hundirlo mental y físicamente, de una manera poco humana y menos aún cristiana.

Pero Gracián debió creer que había ganado al fin la partida. Se había salido con la suya, consiguiendo escribir y publicar la mayor parte de los libros que se había propuesto. También debió contribuir a ello, el éxito literario cosechado y la esperanza de que en siglos venideros, hombres más libres y más sabios pudieran reconocer sobradamente sus éxitos, pues lo sabio, como escribió Gracián, es eterno.

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