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La laguna de Gallocanta

FRANCISO TOBAJAS GALLEGO | Hacia 1874, debido a la Ley de Desamortización, la laguna de Gallocanta pasó a manos del Estado, siendo adjudicada más tarde en pública subasta al Banco Agrícola Comercial e Industrial. Esta sociedad se había creado expresamente para la desecación y posterior explotación de la cubeta, proyecto que nunca se llevó a cabo. Disuelta esta sociedad en 1931, la laguna revirtió al Estado, pasando a convertirse en Refugio de Fauna Silvestre desde 1992. Por el Libro de Actas de la Real Sociedad Económica Aragonesa, sabemos que el párroco de Gallocanta, Juan José Martínez, que ingresó en esta Sociedad en 1797, a propuesta de su director José María Puig de Samper, había enviado un proyecto para la desecación de la laguna de Gallocanta, asunto que se trató en el acta de 10 de febrero de 1797. Siete días más tarde Juan Antonio Sanz Romanillos da razón de un informe de la Junta extraordinaria que se había celebrado para tratar de la desecación de la laguna, según el informe presentado por el párroco de Gallocanta. Más tarde en el acta de 23 de junio de 1797 se da cuenta de una carta enviada desde Gallocanta por su párroco, en la que señala la actuación de los técnicos que habían sido enviados por la Económica para estudiar su desecación.

Varios años por San Jorge la laguna de Gallocanta presenta un aspecto desolador. Está completamente seca. Ese mismo día los paisanos celebraban al Santo con una comida en la ermita del Buen Acuerdo, que sobre un otero domina toda la laguna. El carmelita Faci nos cuenta que esta ermita se levantaba en la partida de la Loma, situada entre Gallocanta y Las Cuerlas, siendo venerada como Patrona de estos lugares y de todo el Campo de Bello. La imagen, muy milagrosa, era de medio cuerpo, tenía un palmo y medio de alto y llevaba al Niño en brazos. La Virgen tenía muchos mantos y por entonces la muy devota duquesa de Híjar le había enviado desde Madrid dos de mucho valor y un corte de una casulla. Su fiesta se celebraba el segundo día de Pascua de Pentecostés. Ese día los vecinos de Gallocanta y Las Cuerlas iban en procesión, aunque también lo hacían Bello, Santed y otros lugares. En este santuario se conservaban muletas, mortajas, brazos y piernas de cera, recuerdo de sus favores.

El santuario, que según el P. Faci era de poco esplendor y algo lóbrego, aún conserva el antiguo ábside románico. En su pequeña torre una campana lleva la inscripción de 1562. Según el Libro de Cuentas, el nombre de Virgen del Buen Acuerdo comenzó a utilizarse entre 1660 y 1696, pues anteriormente se la conocía como Virgen de la Cuerda, porque al parecer se manifestó milagrosamente con una soga sobre el cuello. El P. Ollés cuenta que para la Pascua de Pentecostés los habitantes de Berrueco organizaban su romería, al lunes siguiente lo hacían los vecinos de Las Cuerlas y el tercer día los de Gallocanta. Los vecinos acudían a pie y en procesión, con las banderas de la parroquia, bordeando la laguna. Después de la celebración, con predicador de día de fiesta, se servía un sencillo refrigerio. Por el Libro de Cuentas sabemos que se contrataba también a unos músicos para animar las fiestas y seguramente para acompañar la representación del Dance. Un Patronato formado por eclesiásticos y representantes del Concejo sufragaban los gastos. Otros ingresos provenían de las rentas que producían las piezas de la Virgen y de limosnas. Un procurador firmaba las cuentas, junto con el párroco y dos jurados del Concejo.

El P. Faci relata que un pueblo del Campo de Bello, cuyo nombre omite, acudió en cierta ocasión a la ermita para trasladar la imagen de la Virgen del Buen Acuerdo a su parroquia, para pedirle el agua necesaria para sus sembrados. Pero aquella vez el eclesiástico no pudo sacar la imagen del nicho, a pesar de su escaso peso. Tampoco pudo a la segunda tentativa y ante esta señal, bajó del altar y se confesó inmediatamente, tras lo cual subió de nuevo al altar, consiguiendo esta vez sacar a la Virgen de su hornacina, colocándola en las andas para llevarla en procesión. El P. Faci asegura que este eclesiástico quedó humillado y más devoto de Nuestra Señora.

Aún cuenta el P. Faci otro suceso que aconteció a un hombre muy devoto de Ntra. Sra. del Pilar de Santed, que se veneraba en una ermita levantada en 1540, gracias a la devoción de Catalina Vicente, vecina de Santed. Este hombre se topó un buen día de 1706 con unos soldados que, después de dejarle rezar un rosario a la Virgen de Santed, como última voluntad, le dispararon y le hirieron con arma blanca en el pecho y en la cabeza, para desnudarlo después de haberle dado por muerto. El hombre aún pudo andar y lo encontró un vecino de Gallocanta, que lo cubrió con su capa y lo condujo a casa del párroco de Berrueco, donde primero lo confesó y luego llamó al cirujano. Según cuenta el P. Faci el buen hombre sanó rápidamente y todavía vivió nueve o diez años más, agradecido a la Virgen.

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